Transgénicos y salud humana, por Manuel Núñez y Claudina Navarro
Las evidencias sobre los riesgos para la salud de los alimentos transgénicos no paran de crecer y aun así las autorizaciones de nuevos cultivos aumentan
Los defensores de los alimentos transgénicos han alegado hasta ahora que sólo existían teorías sobre sus riesgos para la salud. Ya no pueden seguir sosteniéndolo pues se han producido damnificados. Lo preocupante es que las malas noticias apenas han llegado a los medios de información, ni han tenido repercusiones políticas.
Mientras que en Filipinas, por la epidemia de alergia de un
pueblo cercano a cultivos de maíz transgénico, los campesinos iniciaban huelgas de hambre exigiendo el fin de las pruebas con cultivos transgénicos y la prohibición de la comercialización, en Europa se decidía precisamente poner fin a la moratoria vigente desde 1998, cuando la prudencia de varios estados miembros de la Unión Europea llevó a detener la entrada del maíz de Monsanto Bt 11, a la espera de que se realizaran estudios que despejaran las dudas sobre su salubridad. El pasado 19 de abril, la Agencia de Seguridad Alimentaria Europea dio el visto bueno a la entrada en el mercado del maíz y el 24 de mayo la Comisión tomó la decisión política final.
El debate sobre los efectos en la salud ha estado centrado hasta ahora en los alimentos. Sin embargo, existe otro ámbito que merecería por lo menos la misma atención. Según los datos de la Sociedad Española de Biotecnología, la industria farmacéutica internacional es, con un 72%, el principal inversor en transgenia. Es decir, en los cajones de las farmacias hay más productos transgénicos que en las estanterías de los supermercados y no existe la obligación de declarar el origen de los ingredientes.
La Revista Integral, Integral, 30-8-04