Zapatismo, una década de conciencia indígena
"Sólo en la resistencia y la rebeldía podemos ir construyendo nuestra autonomía como pueblos indígenas"
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y las bases que lo respaldan celebraron el pasado 1 de enero el X Aniversario del levantamiento que muy pronto dejó a un lado la lucha armada y se convirtió en el más firme movimiento de conciencia de la América Latina. Sin armas pero con los célebres pasamontañas como los que llevaban el ?subcomandante Insurgente Marcos? y sus compañeros el día que llegaron a San Cristóbal de las Casas, hace ahora diez años, cientos de indígenas chiapanecos y decenas de simpatizantes de todo el mundo conmemoraron recientemente en Oventic (Chiapas, sur de México), localidad situada a 70 kilómetros de San Cristóbal de las Casas, el cumpleaños de un movimiento que afianzó en una década sus aspiraciones de autonomía.
AUTONOMÍA E IDENTIDAD INDÍGENA
El pasado 31 de diciembre, al filo de la medianoche, un portavoz encapuchado leyó un mensaje donde afirmó que el levantamiento del 1 de enero de 1994 fue ?la parte más importante de nuestra gran historia como pueblos indígenas".
El representante zapatista recordó que el EZLN se alzó entonces "en guerra contra el olvido, la discriminación, el saqueo de nuestras riquezas naturales y toda clase de injusticias que desde hace más de quinientos años hemos venido padeciendo los pueblos originarios de esta tierra", argumentó.
En aquella acción, afirmó, se hizo patente el drama de los indígenas chiapanecos y de todo México por culpa de los gobernantes del país.
"Sólo en la resistencia y la rebeldía podemos ir construyendo nuestra autonomía como pueblos indígenas", proclamó el portavoz, quien al término de su intervención se identificó como "Arturo".
Aseguró que las actividades de contrainsurgencia en Chiapas continúan por orden de las autoridades, que durante estos años trataron de debilitar al movimiento y dificultaron el desarrollo de la salud, la educación y el comercio en los que hoy son municipios autónomos.
"Llevamos diez años viviendo bajo amenazas, hostigamientos, y cercos militares y paramilitares que ha preparado y organizado el Mal Gobierno (como suelen llamar al Ejecutivo federal) contra nuestros pueblos", agregó.
El portavoz elogió el funcionamiento de los "Caracoles", como se conoce a los municipios rebeldes, y de las Juntas de Buen Gobierno, los organismos constituidos en las comunidades para gobernarlas y que han permitido que el EZLN pase a ser exclusivamente el brazo armado del movimiento.
El mensaje aludió también a quienes en la última década actuaron de forma solidaria con el movimiento y le ayudaron a legitimarse hacia el exterior y a resolver sus necesidades más acuciantes, las de salud, educación y nutrición, entre otras.
La simplicidad del evento contrastó con los extensos análisis que estos días se han volcado en actualizar el momento y la forma que ha asumido el zapatismo a comienzos del siglo XXI.
Para el escritor mexicano Carlos Montemayor, el movimiento liderado por el EZLN ha dado en sus veinte años de vida (el EZLN ya existía diez años antes de la insurrección de 1994) los primeros pasos de un proceso revolucionario que se le antoja largo.
?Es una conciencia que se propone renovar el pensamiento político del país entero?, asegura el autor del libro ?Chiapas, la rebelión indígena de México?.
Las demandas del EZLN han dejado de estar exclusivamente centradas en una región, una zona, un territorio concreto para cruzar las fronteras y atraer la atención de los activistas contra la globalización de todo el mundo, consideran muchos autores y pensadores.
El escritor francés Yvon le Bot, autor de ?El sueño zapatista?, asegura que este movimiento ?ha sido la primera insurrección contra la globalización neoliberal?, que precisamente eligió sublevarse el día que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), un acuerdo con el que se buscó generar riqueza pero que nunca pretendió solucionar la pobreza del país.
LA ?NUEVA? CAUSA INDÍGENA
Para el obispo emérito Samuel Ruiz, en el estado de Chiapas, el más pobre de todo México, siguen latentes las demandas históricas de los pueblos indígenas, que siguen siendo víctimas de la injusticia y el abandono.
Alejado de la cotidianidad del conflicto chiapaneco desde que abandonó la diócesis de San Cristóbal de las Casas, hace cuatro años, Ruiz sigue de cerca lo que pasa en esa zona, en busca de la paz, a pesar de que algunas instancias gubernamentales prefieren o ignoran la existencia de este conflicto.
El prelado, un hombre de fe que llegó a Chiapas sin un conocimiento profundo de la cuestión indígena pero que se convirtió en el más firme defensor de la misma por medios pacíficos, cree que ni el Gobierno de Vicente Fox ni los anteriores del Partido Revolucionario Institucional (PRI) abordaron a fondo las demandas de los indígenas.
El obispo explicó que el silencio del ?subcomandante Marcos?, portavoz del movimiento durante años y líder militar del EZLN, no significa parálisis o falta de acción en las comunidades porque, afirma, la acción es más fuerte que la palabra.
Sin embargo, durante la última década fueron precisamente las acciones las que menos se vieron, ocultas tras el mito y el misterio de ?Marcos?, el símbolo de este movimiento.
El ?subcomandante? manejó como un maestro en el difícil arte de atraer la atención de la prensa mexicana y extranjera, a pesar de que en sus comienzos, el EZLN fue un movimiento de raíz marxista.
?El EZLN fue creado para conquistar por medio de la lucha armada la liberación nacional y nuestra segunda
independencia, y no suspenderá la lucha hasta instaurar en nuestra patria un régimen económico, político y social de tipo socialista?, señalaba su reglamento inicial en los años ochenta.
El escritor mexicano Carlos Tello Díaz, autor de ?La rebelión de las cañadas? e ?Historias del olvido?, señala que el EZLN fue un movimiento que inicialmente se fijó en los trabajadores y sólo más tarde lo hizo en los indígenas.
Más que marcarles el camino a los indígenas, el zapatismo se dejó convencer por ellos, aprendió y asumió su causa y cambió de discurso, como lo demuestra el anuncio del 6 de enero de 1994.
Aquel día manifestó que su objetivo era ?la formación de un gobierno de transición democrática, que garantizara elecciones limpias en todo el país y en todos los niveles de gobierno?.
Para el abogado y periodista Amado Avendaño, uno de los hombres de confianza de los comandantes insurgentes, no hay duda de que el EZLN actuó como catalizador del llamado "voto útil" con el que Fox y su equipo, apoyados por un amplio grupo de intelectuales y de movimientos sociales y cívicos estructurados, lograron el respaldo de la mayoría de los votantes el 2 de julio de 2000.
Sin embargo después se extendió una sensación de parálisis y se rompió el incipiente diálogo tras aprobar el Congreso una Ley de Derechos y Cultura Indígena "distante y distinta" de lo pactado en 1996 con el EZLN, que fue interpretada como una traición más de un presidente mexicano a los indígenas, apunta Avendaño.
El desengaño, afirma, propició el actual alejamiento, el establecimiento de una treintena de municipios zapatistas autónomos que así han encontrado una fórmula que avanza, con lentitud, pero también con eficacia, para contrarrestar la indiferencia política del Gobierno.
En el caso de Chiapas la alternancia ha sido insuficiente. El estado sureño continúa siendo uno de los más marginados y pobres del país, con un problema de militarización que pervive junto con otros muy graves de naturaleza social.
Miembros de Desarrollo Económico Social de los Mexicanos Indígenas, una organización no gubernamental que desarrolla proyectos de capacitación de las comunidades más pobres de Chiapas, explican que el Gobierno de Fox carece de una voluntad negociadora suficiente, porque en el fondo hay una falta de voluntad política por "comprender la insurgencia zapatista con un impulso de transformación profunda del Estado mexicano?.
Y mientras tanto, a pesar de los 6.000 millones de dólares invertidos por los Gobiernos federal y estatal en los últimos seis, en Chiapas pocas cosas han cambiado desde que una fría noche de enero de hace diez años un grupo de encapuchados sacudió las conciencias de los mexicanos.
Nueva Prensa, Venezuela, 12-1-04