"Recientemente hemos sabido que el CSIC ha dedicado esfuerzos y presupuesto a saber por qué el tomate industrial, el que habitualmente compramos en los supermercados, no sabe a tomate. Resulta que en los experimentos de la industria alimentaria, movidas por el empeño de conseguir variedades de hortalizas uniformes y bonitas, un gen que no controlaban se alteró y ¡anda! nos quedamos sin sabor a tomate."