A principios del siglo pasado, en Santiago del Estero (Argentina), millones de quebrachos colorados, poderosos árboles de la familia de los algarrobos, fueron quebrados buscando la calidad de su Madera -dura como el metal- para la construcción de las durmientes (o traviesas) de las vías férreas que permitieron la extracción de las riquezas de Argentina y Brasil hacia las antiguas metrópolis europeas