América Latina frente a la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios

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La Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios, cuyo obscuro proceso arrancó en octubre de 2019 y culminó el pasado 23 de septiembre, no intenta resolver los problemas de la alimentación, sino promover un discurso que apuntale la cadena alimentaria industrial a expensas de otros sistemas alimentarios. 

Interpretación de Vertumnus de Charley Hall

Más allá de la retórica, sus objetivos explícitos son la promoción y avance a gran escala de la “Agricultura 4.0”; establecer nuevos sistemas de gobernanza de la alimentación donde las empresas tengan el papel principal junto a algunos Estados en “asociaciones público-privadas”, marginando abiertamente a Naciones Unidas; establecer nuevos conceptos como “producción positiva para la naturaleza”, para conseguir subsidios y cooptar producción orgánica si les sirve para el lucro, o “soluciones basadas en la naturaleza” que es una cobertura para expandir a la agricultura el comercio de carbono y ofrecer nuevos tipos de “compensaciones” por la destrucción de la biodiversidad.

En esta escalada de múltiples aristas, las iniciativas de la Cumbre global se han enfocado sobre todo en África, continente donde la Revolución Verde nunca pudo entrar, pero insisten en ello, ahora abriendo la puerta a toda la agricultura de alta tecnología. En América Latina ya existen enormes espacios de agricultura industrial en Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Colombia, México y otros, que se consideran listos para asumir la agricultura de nueva generación que la Cumbre quiere imponer.

En ese contexto, las transnacionales agrícolas y las nuevas potencias digitales en el agro han ejercido un continuo cabildeo en el continente para promover que se desregule la bioseguridad en la edición genómica, mientras favorecen la ausencia total de control sobre la industria digital.

Para asomarnos a los posibles impactos de la Cumbre en América Latina, resumimos tres perspectivas: 1) las posiciones de los agronegocios, presentadas como posición “convergente de América Latina” por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA); 2) las posiciones de gobiernos regionales enviadas a la Cumbre y vertidas en “diálogos nacionales” y 3) las posturas críticas desde las organizaciones campesinas y sociales.

1. América Latina en la mira de los agronegocios

El IICA, uno de los principales promotores en el continente de la agricultura industrial, estrecho colaborador de las mayores transnacionales de los agronegocios, coordinó la producción de un “mensaje convergente para asegurar que los productores agrícolas de la región estén debidamente representados en la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de la ONU”.

Dicha postura insiste en que los sistemas alimentarios en América Latina deben potenciar el “desarrollo agropecuario” aunque agregan ahora “con cuidado de los ecosistemas”. Para ello, el IICA propone lograr esa armonización con innovación tecnológica y nuevos mercados de carbono. El supuesto “cuidado a los ecosistemas” en esa postura latinoamericana tiene como fin ponerle precio a bosques, tierras y mares de nuestra región, para poder considerarlos como sumideros de carbono, en muchos casos en combinación con técnicas de geoingeniería.

El IICA insiste, como es su perfil de costumbre, en políticas neoliberales para enfrentar el problema de la alimentación, aconsejando el desarrollo de alianzas público-privadas y que los Estados inviertan en “infraestructura básica y bienes públicos sobre los cuales luego los actores privados puedan destinar sus inversiones”; una propuesta franca de subsidio al mundo corporativo.

Si bien el documento del IICA reconoce la densidad de poblaciones rurales e indígenas, insiste en convertir a los agricultores en pequeña escala en “productores de alto valor”, es decir, incorporarlos a las cadenas industriales y forzarlos a la adopción de nuevas tecnologías.

En los documentos presentados por los gobiernos de América Latina no hay una sola mención a la responsabilidad de las empresas que acaparan las tierras para monocultivos de commodities de exportación, con enorme devastación ambiental. Tampoco nombran la economía criminal, especialmente del cultivo de narcóticos, ni del quiebre del comercio local por la proliferación de tiendas de conveniencia.

Enfatizan también la necesidad de utilizar biofortificación de cultivos, sin preguntarse por las causas de la falta de nutrientes en la comida, ni sobre su relación con la erosión de los suelos, la extinción de plantas comestibles, o el empobrecimiento alimentario que promueve la cadena industrial. Se ignora el nocivo papel que tienen en la región los acuerdos comerciales que imponen el uso de agrotóxicos y la importación de comida chatarra.

2) Perspectivas sobre la alimentación en América Latina según los “Diálogos”

La Cumbre se organizó en Diálogos de tres tipos: nacionales (al interior de los Estados miembros); independientes y globales, lo que abrió la puerta a que tanto los países y organismos multilaterales como las corporaciones pudieran organizar sus debates y promover las “soluciones que cambian el juego”, categoría que usa la Cumbre para sistematizar sus resultados. Un vistazo al número de diálogos indica que África fue la región del mundo donde más se empujaron (entre 180 y 200), mientras que en América Latina y El Caribe se realizaron alrededor de ochenta.

Los problemas de la alimentación más mencionados en los diálogos nacionales y empresariales se refieren a una dieta empobrecida, plena de comida chatarra, que atribuyen a la pobreza de la población en abstracto, a la migración y a los desastres naturales, especialmente en el Caribe. Pese a que existe evidencia de las causas estructurales de la obesidad y malnutrición generalizados, como la destrucción de las estrategias locales de subsistencia, la invasión de comida industrial, el acaparamiento de tierras y la expulsión de comunidades del campo a la ciudad, varios de los diálogos enfatizan “decisiones erróneas” de los consumidores, responsabilizándolos de sus padecimientos alimentarios. Esto da pie a que se hagan propuestas para promover “cambios de comportamiento”, en vez de discutir el tema de quién controla las cadenas de producción y venta, y la calidad de la comida que llega a la gente.

Los diálogos apenas mencionan los problemas que involucran armas, tráfico de drogas, trata de personas, asesinatos de líderes comunitarios, desplazamientos forzados, que asuelan especialmente el sur de México y América Central, Colombia y Brasil. Nunca se menciona la necesidad de acceso más justo a la tierra ni el concepto “reforma agraria”.

A excepción de los mensajes oficiales de Cuba, Perú y Bolivia, en los diálogos no se menciona la soberanía alimentaria. En el caso de Bolivia, su mensaje habla además de soberanía tecnológica y energética, y es el único Estado que plantea la eliminación de agrotóxicos y cultivos transgénicos como pasos que necesita la transformación de los sistemas alimentarios.

En el caso de Cuba, la alimentación aparece como tema de seguridad nacional. Enfatiza las dificultades que representan el bloqueo, la escasez de insumos y la vulnerabilidad climática, pese lo cual desde 2015 no tienen desnutrición infantil.

3) Crítica latinoamericana a la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios

A diferencia de la postura redactada por el IICA, la Movilización de América Latina para Desafiar la Cumbre de Sistemas Alimentarios sí habla de la pandemia, que “alteró las dinámicas de acceso a los alimentos y fue aprovechada por el sector industrial para consolidar sus intereses.” Las clases dominantes usaron el tema Covid como herramienta de manipulación política: “intervencionismo, humanitarismo y ayuda alimentaria son usados como armas y aumentan con cada crisis.”

Para revertir los problemas del hambre y la malnutrición en América Latina, insisten las organizaciones latinoamericanas, hay que fortalecer espacios de formación popular en las ciudades, impulsar Consejos Ciudadanos de Seguridad Alimentaria y Nutricional y acompañar el fortalecimiento de quienes han sido afectados por el debilitamiento organizativo, por los impactos económicos y el fallecimiento de líderes y lideresas a consecuencia de la pandemia.

Ubican la toma corporativa de los sistemas alimentarios como una continuidad en la historia de despojo de 500 años desde la Conquista. En ese contexto de larga duración, cobra mucha lógica insistir en la reforma agraria y los derechos territoriales de los pueblos, algo intocado tanto en los planteamientos de la Cumbre como en los diálogos de los Estados latinoamericanos.

Las organizaciones y movimientos latinoamericanos por la alimentación plantean “defender la producción campesina para el comercio local y diverso, la agricultura familiar y campesina, la agroecología como horizonte de lucha, los circuitos cortos, las compras públicas y la reducción a mínimos de la intermediación. Todos, elementos fundamentales para garantizar el bienestar de las poblaciones rurales y urbanas y salir adelante en situaciones de crisis. Insisten en la importancia de formar nuevas generaciones comprometidas con la agricultura campesina, productora de alimentos limpios y saludables; informar críticamente sobre fenómenos como la digitalización y financiarización de la agricultura y la alimentación, e insistir en la educación nutricional.

En contraste con la perspectiva científica que la Cumbre asume, duramente cuestionada por académicos independientes, la Movilización de América Latina para Desafiar la Cumbre de Sistemas Alimentarios propone el establecimiento de redes de conocimientos libres de conflicto de interés, “fundamentales para ayudar a confrontar, en los territorios y en los espacios de toma de decisiones, a los científicos y tecnócratas que son afines al poder corporativo”.

Invita a oponer resistencia a las políticas públicas resultantes de la Cumbre. Insiste en la importancia de realizar acciones jurídicas contra el uso de agrotóxicos, en los casos de violación del derecho a la alimentación, contra el consumo de productos comestibles ultraprocesados y contra la publicidad que promueve la “dieta corporativa”.

Para las organizaciones y movimientos por la alimentación, comer es un derecho irrenunciable, no una oportunidad de negocio. La ruta para lograrlo es la soberanía alimentaria. En este momento de catástrofe climática y colapso de la biodiversidad, no podemos permitir que los sistemas de importancia crítica que realmente nos alimentan sean avasallados y capturados por empresas privadas. No podemos permitir el secuestro de la alimentación por empresas privadas para convertirla en mero negocio.

Un análisis extenso de la Cumbre y con más información sobre América Latina se encuentra en “Secuestro corporativo de los sistemas alimentarios”, del Grupo ETC, en  https://www.etcgroup.org/es/content/secuestro-de-los-sistemas-alimentarios

- Para descargar el artículo en PDF, haga clic en el siguiente enlace:

Notas:

La Agricultura 4.0 promueve las nuevas biotecnologías, sistemas informáticos, extracción y acumulación masiva de datos del campo, de ecosistemas y de nuestras conductas alimentarias.

IICA, 2021, “Precumbre de Sistemas Alimentarios: los países de las Américas dan una contundente muestra de unidad en foro global sobre el futuro de la producción de alimentos”, en https://tinyurl.com/2tuvtut4

IICA, 2021, “Proyecto de Resolución no. 2: Sobre la transformación de los sistemas agroalimentarios y el papel de la agricultura en Las Américas”, 28 de junio, en https://tinyurl.com/u3ut7cym

Intervención de Maury Hechevarría Bermúdez, Viceministro de Agricultura de Cuba, Pre-Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios, 27 de julio de 2021, en: https://tinyurl.com/vdpuwyk6

Respuesta autónoma de los pueblos a la Cumbre de Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios, en https://tinyurl.com/9sybe8n8

Boicot de científicos y académicos críticos a la Cumbre sobre Sistemas Alimentarios, en https://tinyurl.com/4jrumbvj

Fuente: Revista Biodiversidad, sustento y culturas #110

Temas: Corporaciones, Sistema alimentario mundial

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