Bosques comunitarios: un panorama general, por Movimiento Mundial por los Bosques

Por WRM

"El significado local de las prácticas relativas a lo que los expertos llaman "recursos naturales" en una comunidad determinada sólo se revelará plenamente cuando se las vincule con otros aspectos que forman parte del mundo cognitivo de esa comunidad, tales como su forma de obtener alimento y abrigo, de preservar y transmitir el saber, de concebir los ciclos, de relacionarse con su entorno y de conducir su vida espiritual, familiar y comunal"

Manejo Comunitario de Bosques: más allá de los "recursos"

¿De qué hablamos cuando nos referimos al Manejo Comunitario de Bosques?

En primer lugar encontramos el término "manejo". Su definición, según el diccionario VOX, refiere al "arte de manejar los caballos", y también a la "conducción de un automóvil". El "manejo forestal", que surgió en Europa en el siglo XVIII fue un corolario del proceso de cercamiento de los bosques comunales y posteriormente el establecimiento del control del Estado sobre los bosques. Por último, el término se asoció estrechamente con la producción de madera con fines comerciales.

Luego está el término "recursos", que a menudo acompaña el "manejo". Esta es también una palabra muy específica desde el punto de vista cultura. La mayoría de las comunidades que cuidan y utilizan los bosques comunales locales no los están "manejando" como "recursos." El manejo implica control, explotación unilateral y separación entre sujeto y objeto (el "experto" y el bosque a "manejar"). El conocimiento se fragmentó y las técnicas de abordaje del bosque se aplicaron cada vez más desde afuera. Se quebró la integración entre sistemas, y entre sus grietas quedaron enterrados los saberes locales y sus formas de relacionarse con el mundo. Las técnicas especializadas adquieren la condición de paradigmas universales, excluyendo otras prácticas. Se produce así, al decir de Vandana Shiva, un "Monocultivo de la mente", que encuentra una expresión en la separación de la agricultura "científica" y la silvicultura "científica", que en muchos sistemas de conocimiento locales constituyen un continuum ecológico.

El "manejo de recursos naturales", debería ser reconocido como una construcción relativamente reciente, en gran medida de la cultura occidental. El término "recursos" implica que la importancia de cualquier cosa a ser explotada se basa en un "producto" final. Es un término propio del capitalismo industrial, que data aproximadamente de 1800. Antes de ese entonces no se hablaba de "recursos". Incluso ahora, en muchas partes del mundo, si no en la mayoría, la gente no mira a los árboles, la tierra, las semillas, el agua, como recursos. Los bienes comunales no son recursos. Son utilizados, tienen un valor de uso como alimento, vivienda, medicina, etc., pero no de la forma en que se utiliza un recurso, como materia prima para un mercado industrial. Por otro lado, el término "natural" presupone una forma industrial particular, determinada históricamente, de separar a las personas ("no naturales") de la naturaleza.

Hablar de nuestro entorno natural en términos de "manejo de los recursos naturales", pues, encierra cierta forma de valorar, preservar y explotar la naturaleza. Se trata de valores y categorías que no son universales. De no tener en cuenta esa circunstancia, surgen problemas. Las personas de cada lugar tienen su manera propia de categorizar, valorar y aprovechar su entorno natural. Esto significa que la población local y los de afuera que vienen con una formación técnica o "científica" para "manejar los recursos naturales", pueden no estar "hablando" de lo mismo -aún cuando utilicen el mismo idioma.

La visión según la cual los bosques son rincipalmente "recursos maderables", por ejemplo, está en la raíz de la confusión entre plantaciones industriales de monocultivos de árboles y bosques, denunciada permanentemente por el WRM.

El significado local de las prácticas relativas a lo que los expertos llaman "recursos naturales" en una comunidad determinada sólo se revelará plenamente cuando se las vincule con otros aspectos que forman parte del mundo cognitivo de esa comunidad, tales como su forma de obtener alimento y abrigo, de preservar y transmitir el saber, de concebir los ciclos, de relacionarse con su entorno y de conducir su vida espiritual, familiar y comunal.

¿Deberíamos, pues, tratar de adaptar la definición de "manejo comunitario de bosques" a diferentes prácticas de sustento? ¿O deberíamos abandonar el término por considerar que tiene una peligrosa connotación pragmática? ¿Qué modelos pueden vincular las prácticas locales, en especial el saber local, con los esfuerzos nacionales e internacionales por preservar la biodiversidad?

Tratar de integrar el concepto de "manejo comunitario de bosques" con prácticas locales opuestas tendría por lo menos el mérito de forzar a organizaciones "de afuera" a hacer explícitas las definiciones implícitas, transformándolas en objeto de debate. De lo contrario podría ocurrir que comunidades que son víctimas de exclusiones ideológicas, económicas e históricas -y a las que muchas veces desde la perspectiva del "experto" o el "especialista" se las hace aparecer como "carentes" de cultura-- queden sujetas a otra forma más de exclusión. Quienes trabajan en la identificación, documentación y construcción de formas locales de utilización del bosque tendrán en todo caso que aprender a escuchar en formas que todavía no han sido institucionalizadas, es decir, a salirse de su "monocultivo de la mente" para captar no lo que se conoce sino lo que no se percibe por sordera.

En la gran diversidad de prácticas tradicionales, y a pesar de las diferencias, es posible identificar algunas características comunes a numerosas sociedades en su utilización de la biodiversidad:

* tienden a basarse en principios de reciprocidad, de dar y recibir,
* tienden a ser holísticas, no estableciendo distinciones entre lo que es material y lo que es espiritual, percibiendo al bosque en su compleja trama de sistemas ecológicos que interactúan entre sí y del cual la comunidad es un componente más, con lo cual la significación del bosque va mucho más allá de los confines de la economía y la maximización de la ganancia individual,
* generalmente tienen un vínculo estrecho con la identidad cultural y la autodeterminación local. Para algunos pueblos, las características del paisaje guardan significados (expresados, tanto textual como oralmente a través del folclore, los mitos, las canciones) que son parte integral de la forma en que reproducen su cultura. Obligar a un cambio del paisaje (por destrucción o alteración ambiental) u obligar a las personas a separarse de su ambiente puede tener efectos devastadores.

El concepto moderno de "manejo comunitario de bosques" incluye la idea de participación. No obstante, "participación" puede no ser lo mismo que consenso, democracia o autodeterminación. A veces se intenta zanjar ese requisito con formalidades dirigidas al "consentimiento informado previo", pero el control puede seguir quedando en manos de agentes externos (que pueden ser "expertos", ONGs, funcionarios estatales, o todo ellos actuando en conjunto) que suelen "empoderarse" recibiendo el conocimiento local, pero sin compartir su propio conocimiento local con la comunidad. Habrá que asegurar que esa relación sea --al igual que las relaciones con los ecosistemas-- recíprocas. La participación genuina implicaría un "diálogo de saberes".

Citando a Vandana Shiva nuevamente: "Las alternativas existen, pero han sido excluidas. Su inclusión requiere un contexto de diversidad. Adoptar la diversidad como un modo de pensamiento, un contexto de acción, permite el surgimiento de múltiples opciones".

Una forma de comenzar a desandar caminos nocivos es tomar conciencia de algunos términos que utilizamos, y cambiarlos. En lugar de términos como "manejo de los recursos naturales", podría ser estimulante experimentar con términos tales como "relaciones comunitarias con el bosque" y términos similares que reflejen las prácticas ecológicas comunitarias que ahora más que nunca es necesario sustentar y apoyarse en ellas, no solo por el bien de las comunidades del bosque sino para resguardar lo que queda de la biodiversidad de la que todos y todas dependemos.

Artículo basado en información obtenida de: "Integrating Culture into Natural Resource Management: A Thematic Essay", Kenneth D. Croes, "Monocultures of the Mind", Vandana Shiva, Third World Network, 1993; y comentarios e ideas de Larry Lohmann, correo electrónico: larrylohmann@gn.apc.org
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Bosques y comunidades: ¿idealización o solución?

¿Por qué fue en las comunidades tradicionales que surgieron las prácticas milenarias de utilización del bosque que ahora se denominan "Manejo Comunitario de Bosques"? ¿Por qué esas prácticas han sido algo natural para ellas?

Tal vez haya que empezar por hablar de ecosistema. Fritjof Capra, en "Ecology, Community, and Agriculture",
http://www.ecoliteracy.org/pdf/ecology.pdf , lo define claramente: "Lo primero que reconocemos al observar un ecosistema es que no se trata de una mera colección de especies sino de una comunidad, es decir, que sus miembros dependen unos de otros, están todos interconectados en una vasta red de relaciones".

Los conceptos que siguen -resumidos del trabajo de Capra- permiten una mejor comprensión del tema.

Para que esa comunidad se perpetúe -dice Capra-, las relaciones que mantiene deben ser sustentables. Desde su introducción a principios de la década de 1980, el concepto de sustentabilidad ha sido frecuentemente distorsionado, manipulado e incluso trivializado al utilizarlo sin el contexto ecológico que le da su verdadero significado. Lo que se 'sustenta' en una comunidad sustentable no es el crecimiento económico, el desarrollo, la participación en el mercado o la ventaja competitiva, sino la trama de la vida de la cual depende su supervivencia en el largo plazo. En otras palabras, una comunidad sustentable está concebida de tal manera que sus formas de vida, negocios, economía, estructuras físicas y tecnologías no interfieren con el potencial de la naturaleza de sustentar la vida.

Por otro lado, cuando se empiezan a comprender los principios de la ecología a un nivel profundo se observa que también pueden entenderse como principios de comunidades. Podría decirse que los ecosistemas son sustentables porque son comunidades vivas. Así, comunidad, sustentabilidad y ecología están estrechamente vinculados.

Esto lo recoge la ciencia occidental en la nueva teoría sistémica, que reconoce que existe un modelo básico de vida que es común a todos los sistemas vivos y que adopta la forma de una trama. Hay una trama de relaciones entre los componentes de un organismo vivo, así como hay una trama de relaciones entre las plantas, los animales y los microorganismos de un ecosistema, o entre las personas de una comunidad.

Pero la teoría de los sistemas no es imprescindible para llegar a esta comprensión. Sin haber desarrollado un marco científico en el sentido que la cultura occidental le da al término, las culturas indígenas han tenido una comprensión sistémica ancestral de la naturaleza y del lugar que ocupan en ella -una comprensión en términos de relaciones, conexión y contexto, lo que algunos denominan "sabiduría sistémica". Sobre ese conocimiento basaron sus relaciones, siguiendo el modelo de cooperación, asociación y vinculación que hace tres mil millones de años hizo posible el surgimiento de la vida.

Los conceptos arriba desarrollados por Capra sirven para establecer el marco teórico del concepto "manejo comunitario de bosques" y despejar dudas de que se origine en una visión romántica -lo que actualmente no sería "políticamente correcto".

Ahora bien, el mundo ha cambiado. La globalización ha llegado a casi todos los rincones del planeta para convertir a la naturaleza en una mercancía más, los bosques han sido invadidos, alterados y deteriorados -cuando no destruidos- y las culturas tradicionales corren peligro de ser arrasadas. No es posible ignorar todo eso.

Much@s vemos ese proceso con alarma, y ponemos nuestro esfuerzo en identificar las causas de este estado de cosas. Adentrarse profundamente en las causas hasta llegar a lo subyacente nos permite reflexionar sobre hacia dónde hay que encaminarse para buscar salidas. Sabemos que las situaciones son diversas y todas revisten complejidad, pero también es cierto que en ese camino con múltiples ramificaciones finalmente se llega a un punto crucial donde se suele enfrentar una opción simple y dramática: de este lado o del otro, sí o no. Decimos esto para explicar posiciones que a veces pueden percibirse como "maniqueístas" o simplistas.

Nuestro punto de referencia es la defensa de los bosques en un sentido amplio, es decir, con una visión política y social, integrada a los pueblos que han pertenecido a ellos, que han dependido de ellos. Esos pueblos forjaron en torno a los bosques la diversidad de sus culturas, lograron su sustento conservándolos, alzaron su identidad y dignidad. Pero ahora, también en un destino común con los bosques, son acosados, desplazados, robados.

Son ahora esas comunidades las que en la elaboración de estrategias de conservación o restauración de los bosques pueden aportar sus conocimientos tradicionales, su cultura, sus prácticas sustentables de utilización de la naturaleza. El WRM no hace más que seguirlas, apoyarlas, amplificar sus voces. No estamos empecinad@s en que las comunidades continúen viviendo como lo hicieron sus ancestros -es posible que algunas ya ni siquiera lo deseen. Sin duda la vida moderna ha traído comodidades a las cuales sería válido que hubiera un acceso equitativo. Pero aunque seamos conscientes de que a esta altura en muchos casos las propuestas de manejo comunitario de bosques serán soluciones parciales a situaciones totalmente deterioradas, eso no impide que marquemos -y para eso sirve el marco teórico, para permitir guardar distancia de las situaciones subjetivas- lo que consideramos son las causas últimas de la destrucción, trazando así un referente genérico para la búsqueda de salidas.

No es una cuestión de buenos y malos. Aplicando un análisis sistémico es posible analizar las relaciones que establecen los actores de nuestra comunidad planetaria. Y en ese sentido, en el origen de los procesos de destrucción de los bosques y las culturas, volvemos una y otra vez a identificar a los artífices de la globalización, y a ésta con todos sus ingredientes: producción en gran escala, uniformización, pérdida de la diversidad, acaparamiento de los mercados, acumulación de capital, megaproyectos, el lucro y la mercantilización invadiendo todas las esferas de la vida, y todos los impactos que procuramos denunciar en nuestros boletines, publicaciones y material de información.

Asimismo, no se trata de dictar las soluciones (cada caso buscará la suya) sino de identificar lo que consideramos deberían ser ingredientes de las mismas: establecer condiciones estructurales que permitan recrear los valores de cooperación y asociación que hacen posible la existencia de las comunidades, redefinir las relaciones de los individuos entre sí conforme a esos valores (y ahí entra la equidad, la inclusión, la participación) y con su entorno (lo que equivale por un lado a desterrar la mercantilización de la naturaleza con su corolario de explotación y depredación y por otro recuperar los ciclos, el intercambio, las interrelaciones, la diversidad).

En eso estamos.
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Dos iniciativas que promueven el manejo comunitario de bosques

En 2002, un grupo de organizaciones e individuos que trabajaban juntos para influir en la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible (CMDS), crearon el Caucus Mundial de Manejo Comunitario de Bosques, que logró influenciar a los delegados gubernamentales para "Reconocer y apoyar los sistemas autóctonos y comunitarios de ordenación de los bosques para asegurar su participación plena y eficaz en la ordenación sostenible de los bosques" (artículo 45 h) del Informe de la CMDS).

El objetivo general del Caucus es "crear espacios políticos para promover el manejo comunitario de bosques a nivel local, nacional y global", en el marco de una visión en la que "las comunidades locales y Pueblos Indígenas reclaman sus derechos y asumen sus responsabilidades en el manejo y uso de los bosques". La misión declarada del Caucus es defender y promover "los derechos de las comunidades locales y Pueblos Indígenas de manejar sus bosques y los recursos de esos bosques de formas que sean socialmente justas, ecológicamente adecuadas y económicamente viables. (véase la descripción completa del Caucus en http://www.wrm.org.uy/temas/mcb.html#caucus)

En enero de 2004, varias organizaciones preocupadas por los bosques y los derechos de los pueblos de los bosques, sostuvieron una reunión de estrategia en el Foro Social Mundial para debatir sobre cómo avanzar en torno a estos temas. Como resultado surgió la Iniciativa de Mumbai sobre los Bosques, una declaración de principios que apunta a la creación de un movimiento mundial basado en un enfoque común de conservación de los bosques y de respeto de los derechos de los pueblos de los bosques. Ese enfoque se detalla en un conjunto de 10 principios, el primero de los cuales establece que "Los pueblos que habitan en los bosques y que utilizan sus recursos para satisfacer sus necesidades de subsistencia son los verdaderos administradores y gobernantes de esos bosques y gozan de derechos inalienables sobre ellos", mientras que el segundo principio destaca que "la protección y conservación de los bosques exige que estos derechos sean garantizados" (véase La Iniciativa de Mumbai sobre los Bosques en http://www.wrm.org.uy/declaraciones/Mumbai.html).

Estos dos procesos recientes constituyen una luz de esperanza en un mundo donde el manejo de los bosques predominante a nivel oficial continúa empoderando al poder y desempoderando a las comunidades locales. Independientemente de sus distintos orígenes y de posibles diferencias, estos procesos claramente comparten un enfoque común y apuntan a objetivos similares. ¡Bienvenidos ambos!
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Bosques comunitarios vs. explotación forestal comercial: la batalla continúa

A gran distancia de los bosques tropicales de la Amazonía, British Columbia (BC), la provincia más occidental de Canadá, ha sido caracterizada como el "Brasil del Norte" por el ritmo de destrucción de sus bosques. En los bosques de British Columbia la tenencia de la tierra está predominantemente en manos de intereses comerciales y las actividades de extracción son en gran escala. Pero hay un atisbo de cambio con el surgimiento de los bosques comunitarios, que han traído consigo una nueva forma de utilizar el bosque y de manejarlo. Uno de esos bosques comunitarios pertenece a Kaslo, una pequeña ciudad en las orillas del Lago Kootenay, en el sudeste de British Columbia.

En 1997 se concedió un bosque comunitario a la comunidad de Kaslo, dándole a los integrantes de la comunidad mayor incidencia en el manejo del bosque local. Esta operación de manejo del bosque comenzó con una amplia variedad de personas, mucho más amplia que las que tradicionalmente participan en los bosques de BC (los bosques de BC están dominados por la presencia masculina, similar a una fiesta de solteros en la que la única mujer simbólica es la que hace el strip-tease). Una de las personas que participa en la experiencia es Susan Mulkey.

Susan Mulkey vino al bosque comunitario de Kaslo como facilitadora, con experiencia en trabajo social y sin experiencia directa en manejo de bosques. Como integrante del directorio durante cinco años, Susan ayudó al bosque comunitario a despegar -y aportó sus conocimientos en materia de facilitación. El bosque comunitario de Kaslo funcionó por consenso en la toma de decisiones para negociar entre las perspectivas muy diversas que conforman las pequeñas comunidades.

El Bosque Comunitario de Kaslo comenzó a tener ciertos logros: obtuvieron ganancias, mejorando la participación y la intervención democrática, valiéndose de una diversidad de valores, entre ellos los ecológicos, de utilización del agua de consumo, visuales y de recreación. Principalmente, se empleó a gente del lugar para el trabajo en el bosque, beneficiando así directamente a la comunidad local. El viejo club de varones que dominaba las decisiones relativas al manejo, comenzó lentamente a incluir perspectivas más amplias y más participativas.

Pero no fue una transición fácil, como explica Susan, "Los grupos dominantes de la comunidad, muchos de los que tradicionalmente han detentado el control --los dueños de los aserraderos, los contratistas-- se vieron, y todavía se ven, muy amenazados por nuestro trabajo. Aquí estoy yo, una pequeña mujer activista social, hablando de hacer las cosas de otra manera en los bosques, hablando de manejo del bosque, hablando de consenso, hablando de diversificación. La 'guardia vieja' está aterrorizada con todo eso". Algunos integrantes de la comunidad, sobre todo los que tradicionalmente han concentrado el poder, resistieron con fuerza esos cambios, molestos ante lo que llamaban "el enfoque de relaciones construido por las mujeres", al que se le otorgaba menos valor y a menudo se veía como trivial o innecesario.

Las fuerzas forestales empresariales e industriales todavía son muy fuertes en Kaslo, así como en toda Bristish Columbia. En la última elección del Bosque Comunitario de Kaslo, la "guardia vieja" logró abrirse camino y llegar al directorio (el órgano decisorio principal), y ahora están dominando nuevamente el bosque local, introduciendo un criterio de manejo del bosque totalmente diferente del de los últimos años.

Así, pues, ¿qué ocurre cuando la explotación industrial del bosque sustituye al bosque comunitario? Una cosa es cierta, la existencia del bosque comunitario de Kaslo sin lugar a dudas corre peligro, como informa Susan Mulkey: "Se están erosionando odas las cosas que hacen a un bosque comunitario diferente al manejo forestal empresarial: el sistema de adopción de decisiones, la capacitación en la dirección, los criterios moderados de manejo del bosque, creciente consulta y participación pública". Pero, continúa Susan, "Esto ha sido una enorme experiencia de aprendizaje. Hemos aprendido la importancia que tiene la gobernanza, y a establecer reglamentos de gobernanza de forma tal que no permitan el predominio de un interés sobre los demás. Deberíamos haber construido mecanismos para evitar este tipo de situación, conservando mientras la atención en la necesidad de un proceso democrático. Por ejemplo, deberíamos haber incluido en nuestros estatutos los principios y valores rectores tales como proceso de toma de decisiones por consenso, mecanismos para asegurar una representación comunitaria diversa".

Para algun@s de nosotr@s es difícil ver a los bosques comunitarios o al manejo comunitario de bosques como una amenaza, cuando parece ser la forma ideal de volver a poner en el bosque la democracia, la justicia social y la ecología. Pero para algunas de las personas e instituciones que han lucrado y se han beneficiado de la antigua forma de explotación comercial, los bosques comunitarios y la gente nueva (particularmente mujeres) que pueden incluir en la mesa donde se toman las decisiones son amenazadores. El reto para cambiar la explotación y el manejo forestal no terminan con ganar algunas la tenencia de bosques comunitarios, o aumentar la participación en el manejo. Las dificultades continúan, en especial asegurar que los bosques comunitarios, o el manejo comunitario de bosques, signifiquen en realidad un cambio en las relaciones de las personas a nivel de la comunidad; para asegurar que verdaderamente estén contribuyendo a una democratización del manejo del bosque.

Por: Jessica Dempsey, basado en una entrevista a Susan Mulkey, miembro del Bosque Comunitario de Kaslo, y miembro ejecutivo British Columbia Community Forest Association.
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Los bosques comunitarios en los procesos internacionales

Durante años los gobiernos han estado discutiendo sobre los bosques y realizando acuerdos "legalmente vinculantes" y "sin fuerza jurídica obligatoria" con el fin declarado de proteger los bosques del mundo. Por lo tanto, resulta un ejercicio útil examinar esos acuerdos en relación con el manejo comunitario de bosques, para establecer qué papel le han asignado --si es que han asignado alguno-- a las comunidades que efectivamente viven en los bosques o dependen de ellos.

La Cumbre de la tierra de 1992

La crisis de los bosques fue uno de los temas principales de preocupación mundial que dieron origen a la convocatoria de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (la Cumbre de la Tierra), realizada en Río de Janeiro en 1992. Sin embargo, no sólo el compromiso que asumieron los gobiernos respecto de los bosques (Capítulo 11 del Programa 21) sino también los puntos en los que no asumieron compromisos (los Principios de los Bosques) son absolutamente insuficientes. Una de las razones de la pobreza de estos dos documentos es precisamente el hecho de que prácticamente ignoran la rica experiencia de manejo de bosques atesorada por los pueblos indígenas y las comunidades locales.

Programa 21, Capítulo 11: combatir la deforestación

El Programa 21(http://www.un.org/esa/sustdev/documents/agenda21/
spanish/agenda21spchapter11.htm) es el plan de acción acordado en la Cumbre de la Tierra para abordar algunos de los problemas ambientales y sociales más importantes a los que se enfrenta la humanidad. Está integrada por 40 capítulos, entre los cuales el capítulo 11 (http://www.un.org/esa/sustdev/documents/agenda21/
spanish/agenda21spchapter11.htm) se centra específicamente en el tema de la deforestación. Este capítulo está dividido en cuatro áreas de programa, la segunda de las cuales trata el "Aumento de la protección, ordenación sostenible y conservación de todos los bosques y el aumento de la cubierta vegetal en las tierras degradadas, mediante la rehabilitación, la forestación la reforestación y otras técnicas de restauración".

Se podría suponer que es aquí donde deberían aparecer en escena las comunidades, pero, desgraciadamente, la suposición resulta equivocada: a las comunidades se les asigna, en el mejor de los casos, un papel marginal de apoyo o, en el peor escenario posible, se las percibe como parte del problema.

El término "manejo comunitario de bosques" de hecho se utiliza sólo una vez y únicamente en el contexto de "llevar a cabo actividades de repoblación vegetal, cuando proceda, en zonas montañosas, tierras altas, tierras denudadas, tierras de labranza degradadas, tierras áridas y semiáridas y zonas costeras ... "

Un ejemplo de este papel marginal de apoyo lo ofrece el primer punto de la sección sobre "actividades relacionadas con el manejo" que establece que "los gobiernos, con la participación del sector privado, las organizaciones no gubernamentales, los grupos comunitarios locales, las poblaciones indígenas, las mujeres, las dependencias públicas locales y el público en general, deberían tomar las medidas necesarias para conservar y ampliar la cubierta vegetal existente dondequiera que fuera ecológica, social y económicamente viable, mediante la cooperación técnica y otras formas de apoyo."

Otro ejemplo: la necesidad de adoptar "medidas de apoyo para velar por la utilización racional de los recursos biológicos y la conservación de la diversidad biológica y el hábitat tradicional de las poblaciones indígenas, los habitantes de los bosques y las comunidades locales" se considera únicamente en el marco del sistema de áreas protegidas.

La agricultura de rotación es vista como parte del problema en el fragmento del capítulo 11 que establece la necesidad de "limitar y tratar de impedir la rotación destructiva de cultivos" e "incluso los datos sobre la agricultura migratoria y otros agentes de destrucción de bosques" La solución es simple: "apoyar ... en particular a las mujeres, los jóvenes, los agricultores, las poblaciones indígenas y los campesinos que practican la agricultura migratoria mediante actividades de divulgación, suministro de insumos y capacitación". Sin embargo, esa "solución" implica que la agricultura de rotación no se perciba como un sistema tradicional y sustentable utilizado por las comunidades a lo largo y ancho de los trópicos, y que las comunidades deben ser "educadas" para lograr que abandonen ese sistema.

Los delegados gubernamentales que negociaron este capítulo, si bien se mostraron poco dispuestos a empoderar a las comunidades locales y los pueblos indígenas, sí reconocieron que eran poseedores de conocimiento y una de las actividades a instrumentar es "hacer estudios e investigaciones sobre los conocimientos de la población indígena acerca de los árboles y los bosques y sobre la forma en que los utilizan a fin de mejorar la planificación y ejecución de actividades de ordenación sostenible de los recursos forestales". La pregunta es entonces: si en realidad poseen el conocimiento ¿por qué no otorgarles poder para manejar sus bosques?

Los Principios de los Bosques

En la Cumbre de la Tierra, los gobiernos lograron llegar a un acuerdo sobre una Convención sobre Bosques y finalmente hicieron pública una "Declaración autorizada, sin fuerza jurídica obligatoria, de principios para un consenso mundial respecto de la ordenación, la conservación y el desarrollo sostenible de los bosques de todo tipo" (http://www.un.org/documents/ga/conf151/
spanish/aconf15126-3annex3s.htm). La longitud del título no se corresponde con la profundidad de su contenido. Al igual que en el Programa 21, no se menciona el manejo comunitario de bosques como la solución al problema de la deforestación.

Por el contrario, la solución radica en los Estados, que "tienen el derecho soberano e inalienable de proceder a la utilización, la ordenación y el desarrollo de sus bosques ... , incluida la conversión de las zonas boscosas para otros usos en el contexto del plan general de desarrollo socioeconómico y sobre la base de una política racional de uso de la tierra". Lo que significa básicamente que los gobiernos tienen el derecho soberano de destruir "sus" bosques, que en los trópicos fueron propiedad de las comunidades locales incluso antes de la existencia de los estados modernos.

Pero es posible --si el gobierno lo desea-- permitir que los pueblos de los bosques participen: "Los gobiernos deberían promover la participación de todos los interesados, incluidas las comunidades locales y las poblaciones indígenas, la industria, la mano de obra, las organizaciones no gubernamentales y los particulares, los habitantes de las zonas forestales y las mujeres, en el desarrollo, la ejecución y la planificación de la política forestal del país, y ofrecer oportunidades para esa participación". Sin embargo, no solo que a los verdaderos guardianes de los bosques se los pone en la misma bolsa con quienes los destruyen (la industria), sino que únicamente pueden "participar" en decisiones que en definitiva va a tomar el gobierno.

Los Principios de los Bosques van un paso más adelante que el Capítulo 11 del Programa 21 en lo relativo a las comunidades de los bosques, al afirmar que "la política forestal de cada país debería reconocer y apoyar debidamente la cultura y los intereses y respetar los derechos de las poblaciones indígenas, de sus comunidades y otras comunidades y de los habitantes de las zonas boscosas. Se deberían promover las condiciones apropiadas para estos grupos a fin de permitirles tener un interés económico en el aprovechamiento de los bosques, desarrollar actividades económicas y lograr y mantener una identidad cultural y una organización social, así como un nivel adecuado de sustentación y bienestar, lo que podría hacerse, entre otras cosas, por conducto de sistemas de tenencia de la tierra que sirvieran de incentivo para la ordenación sostenible de los bosques.".

Aunque no resulta claramente evidente, se podría interpretar de lo expuesto anteriormente que se debe asignar a los pueblos indígenas y a las comunidades locales derechos claros sobre los bosques como medio de asegurar su conservación. Si fuera así, esto habría significado un paso esencial en la dirección correcta. Pero no se ha promovido este enfoque en los procesos internacionales realizados en los últimos diez años.

Los Principios de los Bosques van también más allá del Capítulo 11 en el tema del conocimiento indígena, al afirmar que "habría que reconocer, respetar, registrar, desarrollar y, según procediera, introducir en la ejecución de programas la capacidad autóctona y los conocimientos locales pertinentes en materia de conservación y desarrollo sostenible de los bosques, con apoyo institucional y financiero y en olaboración con los miembros de las comunidades locales interesadas. Por consiguiente, los beneficios que se obtuvieran del aprovechamiento de los conocimientos autóctonos deberían compartirse equitativamente con esas personas". En este punto surge nuevamente la pregunta: si el conocimiento indígena es tan importante, ¿por qué no poner en manos de los pueblos indígenas el manejo de sus propios bosques?

Los procesos de las Naciones Unidas sobre los bosques

En 1995, la Comisión de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable creó el Panel Intergubernamental sobre bosques (IPF, por su sigla en inglés), que en 1997 presentó un conjunto de Propuestas de acción sobre la conservación de los bosques (http://www.wrm.org.uy/actores/IFF/ipf4.html).
Posteriormente, en 1997, el ECOSOC estableció el Foro Intergubernamental sobre Bosques (IFF), que finalizó su trabajo en el año 2000, con un conjunto adicional de propuestas de acción (disponibles en ingles en: http://www.un.org/esa/forests/pdf/ipf-iff-proposalsforaction.pdf). Si bien no tienen fuerza jurídica obligatoria, estas propuestas que los gobiernos aceptaron instrumentar son el resultado de largos procesos de negociación.

Ni el IPF ni el IFF colocan a los bosques comunitarios en el centro de la solución de la crisis de los bosques. Si bien incorporan algunos aspectos que estuvieron totalmente ausentes en los procesos de Río, son claramente insuficientes para asegurar la conservación de los bosques a través de la participación de las comunidades. En este sentido, es interesante destacar que aunque el IPF tiene una sección sobre "Propuestas de acción para promover la inversión del sector privado", no incluye una sección dedicada a la promoción del manejo comunitario de bosques.

Las propuestas del IPF incluyen algunas formulaciones positivas en relación al "reconocimiento y respeto por los derechos consuetudinarios y tradicionales de, entre otros, pueblos indígenas y comunidades locales" y "disposiciones de tenencia de la tierra seguras", temas que, creemos firmemente, deben ser el punto de partida para promover el manejo comunitario de bosques, pero el IPF diluye su propia terminología al añadir "de acuerdo con su soberanía nacional, las condiciones específicas de cada país y las legislaciones nacionales". La traducción de este lenguaje de las Naciones Unidas es que aquellos países cuya legislación no reconozca los derechos consuetudinarios pueden usar ese hecho como excusa para no respetar esos derechos y que la "soberanía nacional" se utilizará para contrarrestar toda presión internacional que insista en dicho respeto.

Por supuesto, se "exhorta" a los gobiernos a permitir, "cuando resulte adecuado", la participación de los "pueblos indígenas, los habitantes de los bosques, los propietarios de bosques y las comunidades locales en la toma de decisiones importantes en relación con el manejo de los bosques estatales que les son próximos, en el marco de la legislación nacional", algo que básicamente carece de significado en la gran mayoría de los países tropicales, donde las tierras en que han habitado estas comunidades desde tiempos inmemoriales es considerada --por la legislación nacional-- propiedad del estado.

Se pone mucho énfasis en el artículo 40 sobre CTRB (Conocimiento Tradicional Relacionado con los Bosques), pero no como razón para entregar el manejo de los bosques a quienes realmente poseen el conocimiento pertinente. Por el contrario, el CTRB se percibe como algo muy útil que debe ponerse en manos de los expertos gubernamentales para la planificación, desarrollo e instrumentación de programas y políticas nacionales sobre bosques. Por supuesto, los delegados gubernamentales visualizan el conocimiento en términos de dinero (derechos de propiedad intelectual) y dedican una cantidad de puntos a discutir cómo y con quién repartirlo.

Se concede un papel a los pueblos indígenas, los habitantes de los bosques y las comunidades locales en las áreas más difíciles -y económicamente menos atractivas, como, por ejemplo, en países con escasa cobertura de bosques, para "promover la regeneración y restauración de áreas de bosque degradadas", incluyéndolos en la protección y manejo de esas áreas.

Lo máximo que el IPF está dispuesto a conceder es "invitar" (la formulación más débil posible de los documentos de las Naciones Unidas) a los gobiernos "a considerar el apoyo a los pueblos indígenas, las comunidades locales, otros habitantes de los bosques, pequeños propietarios de bosques y comunidades dependientes de los bosques mediante la financiación de proyectos de manejo sustentable de bosques, de generación de capacidad y de difusión de información, y apoyando la participación directa de todas las partes interesadas en la discusión y planificación de las políticas sobre bosques".

El foro sobre bosques que sucedió al IPF, el IFF, hizo muy poco para asegurar la instrumentación de las propuestas del IPF, y añadió pocos elementos en el nuevo conjunto de propuestas que presentó.

En lo que respecta al tema que estamos analizando, uno de los pocos puntos que merece destacarse es el que exhorta a los gobiernos a "apoyar leyes y/o acuerdos adecuados sobre tenencia de la tierra como medio para definir con claridad la propiedad de la tierra, así como los derechos de las comunidades indígenas y locales, para el uso sustentable de los recursos de los bosques, tomando en cuenta el derecho soberano y el marco legal de cada país". Pero aquí nuevamente, utiliza el término más débil posible ("apoyar") y añade la formulación usual sobre soberanía y legislación nacional para permitir que los gobiernos hagan caso omiso de esta propuesta.

El mismo tipo de formulación débil se emplea en otra propuesta aparentemente positiva que llama a "apoyar y promover la participación de la comunidad en el manejo sustentable de bosques a través de orientación técnica, incentivos económicos y, cuando resulte adecuado, marcos legales". Las dos últimas palabras de esta propuesta (marcos legales) son diluidas con el agregado de "cuando resulte adecuado". ¿Alguna vez resultará adecuado?

La Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible

La Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible (CMDS) se realizó en Johannesburgo, Sudáfrica, en agosto-setiembre de 2002. Habían pasado diez años desde la Cumbre de la Tierra, los bosques siguieron desapareciendo y se necesitaba un enfoque nuevo sobre el tema. Nada de eso pasó en la cumbre y la sección de bosques del informe de la CMDS (http://ods-dds-ny.un.org/doc/UNDOC/GEN/N02/636/96/PDF/N0263696.pdf?penElement) es probablemente el más débil de los cuatro documentos analizados en este artículo.

Existe sin embargo una excepción en el artículo 45 (h), en el que los gobiernos se comprometen a realizar "acciones a todos los niveles" para "reconocer y apoyar los sistemas autóctonos y comunitarios de ordenación de los bosques para asegurar su participación plena y eficaz en la ordenación sostenible de los bosques".

Ésta es la primera y única declaración clara que realizan los gobiernos sobre este tema.

Parecería ser un avance importante y debería ser el punto de partida para la acción gubernamental en la conservación de los bosques. Sin embargo, el hecho de que figure como apartado "h" (y no "a"), ya está demostrando que el tema no está entre las prioridades de la agenda. No obstante, es
importante que los activistas de los bosques tengan en cuenta este artículo en su trabajo con actores y procesos internacionales relacionados con los bosques, para asegurar que realmente se incluya.

Conclusiones

La conclusión obvia que se desprende del análisis detallado de los acuerdos y procesos internacionales más importantes sobre los bosques es que el manejo comunitario de bosques está básicamente ausente en el enfoque gubernamental sobre la conservación de bosques. Incluso el artículo positivo que destacamos previamente, resultante de la CMDS (45h), no fue el resultado de un cambio interno de enfoque por parte de los gobiernos sino consecuencia de la presión realizada por el Caucus Mundial sobre Manejo Comunitario de Bosques, que logró introducirlo en la última Comisión Preparatoria del evento, realizada en Bali.

Pero resulta muy claro que en la mayoría de los casos son las comunidades las que protegen los bosques, en general luchando contra decisiones gubernamentales que abren los bosques a la explotación no sustentable.

Resulta difícil creer que tantos delegados gubernamentales --y sus asesores-- que han estado debatiendo el problema durante tantos años, puedan seguir siendo tan ignorantes sobre las causas de la deforestación y sobre los actores que protegen o destruyen los bosques. Es mucho más fácil creer que han optado por ignorar la realidad y jugar el juego que se espera de ellos: favorecer a las élites nacionales y a las grandes empresas.

Esto explicaría por qué procesos que supuestamente tratan la problemática de los bosques han puesto tanto énfasis en la promoción de plantaciones de monocultivos de árboles disfrazadas de "bosques plantados" (un negocio muy productivo para las empresas) y tan poco énfasis en abordar las causas directas y subyacentes de la deforestación (cuyos beneficiarios finales son una vez más las empresas). También explicaría porqué insisten en otorgar poder a los gobiernos (que han demostrado su total incapacidad para lograr la conservación) en lugar de entregarlo a las comunidades locales que tienen la capacidad y la voluntad necesarias para proteger los bosques.

Parecería que una conclusión general que podría extraerse es que se puede esperar muy poco de los procesos internacionales dirigidos por los gobiernos, a menos que exista un fuerte movimiento de base a favor de los bosques comunitarios que sea capaz de ejercer la presión suficiente sobre los gobiernos nacionales como para dar vuelta el rumbo y devolver la propiedad y el manejo de los bosques a las comunidades, que nunca deberían haberlos perdido.

MOVIMIENTO MUNDIAL POR LOS BOSQUES - Boletín N° 81

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