Esperanza Martínez: “Más tarde o más temprano van a tener que cumplir con el Yasuní”

Esperanza Martínez es bióloga, abogada y fundadora de la organización ecuatoriana Acción Ecológica. Referente en su país de la defensa de los derechos de la naturaleza, dialogó con Mongabay Latam sobre la batalla de los ecuatorianos por salvar al Parque Nacional Yasuní de la explotación petrolera y minera. Además, debate sobre el rol de los pueblos indígenas en la lucha ambiental y explica por qué cree que se han convertido en sus férreos defensores. “Hubo una gran ausencia de la naturaleza y de lo ambiental en esta elección presidencial”, aseguró.
Esperanza Martínez es bióloga, fundadora de la organización Acción Ecológica, con sede en Quito, y cofundadora de Oilwatch, una red de resistencia a los impactos negativos de la industria del petróleo y gas sobre las personas y sus comunidades. Es, ante todo, ecuatoriana, habitante de uno de los países más biodiverso del planeta, sede de la primera Constitución de la región que reconoció los derechos de la naturaleza, proceso en el que Martínez participó activamente.
Además de bióloga es abogada y doctora Honoris Causa por la Universidad Rovira i Vigili, de Cataluña. En su paso por Buenos Aires para un cuento del Pacto Ecosocial, que reunió en la ciudad argentina a referentes de la ecología, el ambientalismo y los derechos humanos en abril último, dialogó con Mongabay Latam sobre el preocupante incremento de la violencia en su país.
También repasó la historia de los derechos de la naturaleza y profundizó sobre por qué los pueblos indígenas se han convertido en defensores ambientales clave en América Latina.
Martínez hace hincapié en el significado del caso Yasuní, uno de los bosques más biodiversos de Ecuador, luego de que la sociedad decidiera defenderlo de la explotación petrolera y minera en una consulta popular. A pesar de que las autoridades ecuatorianas siguen desoyendo el mandato popular, Martínez asegura que han ganado una batalla central.
- ¿Cómo nace la idea de que la naturaleza tiene derechos y cuándo empieza a tener más peso en América Latina?
- Hay una crítica que ya lleva varios años hacia el derecho ambiental, con el argumento de que lo que el derecho ambiental realmente no terminó protegiendo lo que pretendía, a la naturaleza, sino que terminó convirtiéndose en una serie de dispositivos que lo que hacían era normar la destrucción de la naturaleza, en algunos casos limitar la destrucción, pero en todo caso no era protegerla. Entonces, cuando fue la Asamblea Constituyente [de Ecuador en 2007], con una escenario importante de presencia indígena, entre varias personas, y retomando un poco algunas enseñanzas que nos había dejado un famoso jurista colombiano que se llamó Ciro Angarita, reflexionamos sobre cómo proteger de mejor manera la naturaleza, no solamente a las personas, sino a todos los seres vivos. Empezamos a prefigurar lo que podían ser derechos de la naturaleza. Debo decir que en la Constituyente también se hicieron muy presentes los animalistas, que querían también un reconocimiento de los animales. Lo que hicimos fue juntar las diferentes fuentes y tratar de avanzar a una protección que incorpore a los animales, que incorpore la naturaleza, pero bajo una visión que no necesariamente es la visión occidental. Lo que hace la Constitución [de Ecuador de 2008] es reconocer la naturaleza como Pachamama, es decir, como dice el prólogo de la Constitución, la naturaleza de la que somos parte, que tiene derecho a la existencia. Hay varias vertientes, pero yo marcaría sobre todo tres: los mundos indígenas y la forma de percibirse parte de la naturaleza, lo que ellos llaman Pachamama; todos estos grupos juveniles animalistas que están tratando de colocar nuevos temas; y los propios escenarios humanos que con el medio ambiente como concepto, no vieron que realmente no se estaba protegiendo ni ese ambiente para los humanos, ni ese ambiente para el resto de los organismos vivos.

- Bosque del Parque Nacional Yasuní. Este lugar megadiverso en fauna y flora está ubicado en Pastaza y Orellana. Foto: José Schreckinger
- Mirando hacia atrás, hacia los avances que se dieron en Ecuador en 2007 y 2008. ¿Siente que hubo un retroceso, que se perdió mucho en el camino? ¿Cómo lo evalúas en el presente?
- Creo que todos los derechos tienen que ser evaluados no solamente en el marco institucional y formal del mundo del derecho, de la ley, sino que tienes que evaluarlo como parte de procesos que son también sociales, que son un poco de horizontes, políticos e incluso filosóficos. Desde el punto de vista institucional formal, creo que los gobiernos de turno realmente han hecho lo imposible por desmarcarse en la práctica de los derechos de la naturaleza y por dejarles solo como una especie de declaratoria. Una cosa muy curiosa que pasa en Ecuador es que en todos los proyectos de ley, no importa cuál sea, se menciona el hecho de que la naturaleza tiene derechos. Pero al momento de las resoluciones, se toman decisiones que claramente afectan a la naturaleza, como por ejemplo permitir la minería o desmarcarse con temas como los transgénicos o el petróleo. Se falló en una protección y en un cumplimiento de los derechos de la naturaleza tal y como están señalados en la Constitución. No solamente en el artículo 71 al 74, sino en muchos artículos que se mencionan en la Constitución, desde el prólogo hasta el final. Sin embargo, quisiera remarcar el hecho de que los derechos funcionan también como elementos movilizadores, como elementos de los horizontes de las propias luchas de las comunidades y de la sociedad. Y en ese sentido creo que en cambio ha habido un gran éxito, un gran posicionamiento. Ecuador ha impulsado varios procesos participativos fuertes, como los referéndums, consultas populares, y las hemos ganado. Ganamos la consulta popular del Yasuní, que era una consulta nacional sobre las principales reservas petroleras y con una campaña de miedo que decía que la salud, la educación, los salarios, la dolarización dependían del petróleo. Y sin embargo ganó el hecho de que la naturaleza tenga prioridad. Y ganamos también una consulta en Quito contra la minería. Se dijo sí al agua y a la vida en Cuenca, parando la minería. Entonces el balance es mixto. Yo lo veo muy positivo desde el punto de vista de la sociedad. Inclusive los sindicatos ahora hablan de los derechos de la naturaleza. Pero lo veo con una gran deuda y muy limitado en los escenarios más institucionales y formales.
- ¿Cómo convive la sociedad ecuatoriana con este desoír de las autoridades, por ejemplo, en el tema del Yasuní? La población votó sí a la naturaleza y no al petróleo y sin embargo las autoridades hacen oídos sordos.
- Hay una permanente lucha y demanda. Yasuní es la zona más biodiversa del planeta, donde viven pueblos libres en aislamiento voluntario y donde las corrientes de agua, los ríos voladores, sostienen la agricultura, no solo de Ecuador. Es una afirmación a la vida y a la naturaleza. Entonces nosotros le decimos sí a la naturaleza, sí a la vida. Y para eso pedimos que se prohíba las actividades mineras o que se desmantele la actividad petrolera. La gente vive con un sentimiento de decepción, porque no cumplieron. Sin embargo, también se vive con un sentimiento de gran victoria y de gran orgullo. Ecuador, siendo un país petrolero, le ganó a la campaña de miedo y eso implicó un proceso de capacitación y de formación importantísimo. También implicó un horizonte esperanzador. Tú tienes que 5 millones de personas prefirieron que el Yasuní se salve y que se recupere la naturaleza en ese territorio que había sido ya afectado por actividades petroleras antes que elegir la oferta que nos hacen siempre de dinero, trabajo, esas seguridades económicas sobre las que ya se han puesto muchos signos de interrogación. Ves que estas actividades extractivas se ofertan con una gran seducción, como si fuese la salvación de los países, pero al cabo de unos años ves que tampoco fueron tanto y que sin embargo perdimos todo lo que perdimos.

Yasuní es uno de los bosques más biodiversos. Los ecuatorianos dijeron Sí al Yasuní y No al petróleo y la minería en el parque. Foto: cortesía YASunidos
Más tarde o más temprano van a tener que cumplir con el Yasuní. En marzo, salió la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que ordena a Ecuador cumplir el cierre de la actividad petrolera en el Yasuní y la reparación de la naturaleza. Nosotros ya ganamos.
- ¿Qué tanto cree que influyó lo ambiental en el voto de la última elección presidencial?
– Hubo una gran ausencia de la naturaleza y de lo ambiental en esta elección presidencial. Creo que los candidatos prefirieron no hablar de esto, inclusive creo que los medios de comunicación tampoco intentaron colocar el tema en las diferentes preguntas y en cómo se moduló el debate electoral. Es decir, nadie dijo nada porque nada se preguntó. Ecuador vive un momento en donde las prioridades están en la seguridad y los temas económicos. Eso, a pesar de que la identidad del ecuatoriano está muy apegada a la idea de la naturaleza como una bendición. No solo somos el país de los derechos de la naturaleza, somos el país de la naturaleza diversa.

Juan Bay, presidente de la Nacionalidad Waorani del Ecuador, muestra el Mandato por el Yasuní que fue entregado a la Corte Constitucional. Foto: cortesía Cumbre por el Yasuní
- ¿Cuáles crees que son los ejes más relevantes de la relación de los pueblos indígenas con la naturaleza que los hacen tan importantes defensores ambientales?
- Creo que para los pueblos indígenas la naturaleza no es algo externo, es algo que es propio a la cultura. De hecho, ellos no tienen en los distintos pueblos una palabra específica para naturaleza. La palabra que se ha utilizado en la Constitución, que es la que usan los kichwas, no es el sentido de naturaleza que aprendimos tú o yo en la escuela. No es los seres vivos y los seres inertes, el paisaje que vemos y el color verde. Para los pueblos indígenas es su cultura, su territorio, es su forma de vida, es su cosmovisión. De hecho, Pachamama es un concepto de espacio y tiempo, es mucho más complejo. Lo que le afecta a la naturaleza afecta a los pueblos indígenas. Creo que hay una relación de pertenencia, de correspondencia. Eso hace que traten a la naturaleza de manera distinta, no como algo externo, sino como algo propio.
- ¿Qué tan difícil y peligroso se ha vuelto en Ecuador ser un defensor de la naturaleza?
- Es durísimo, como en toda América Latina. Antes de esta etapa en la que los migrantes son los nuevos terroristas y los llevan a cárceles horrorosas, los terroristas eran los que defendían la tierra, los que ponían sus cuerpos en contra de la destrucción o del desvío de los ríos para actividades mineras, o los que protestan contra los mecheros o los derrames petroleros. Es realmente una situación de mucho riesgo porque una gran parte de la economía criminal se está empezando a mimetizar con las actividades extractivas. El tema de la impunidad ya no es solo desde el Estado, hay una sombra oscura en donde no sabes quiénes son los que se mueven. Desgraciadamente, Ecuador, que era un país muy seguro y donde no habíamos vivido estos procesos de grandes escenarios de violencia, es ahora el país más inseguro de la región.
- ¿Cómo se complementa esa visión de los pueblos indígenas con la ciencia a la hora de defender la naturaleza?
- Hay una cosa que es fundamental y es el poder aportar la prueba de las agresiones a la naturaleza y la prueba la argumentas con el apoyo de la ciencia. Ahora hay un proceso muy lindo en Ecuador: se están empezando a declarar como expertos en naturaleza a los propios pueblos indígenas.
-¿Qué responde ante algunas críticas que hacen ciertos sectores que sostienen que el movimiento ecológico idealiza a los pueblos indígenas?
- No hacemos una apología a todos los pueblos indígenas solo por ser indígenas. Yo realmente reivindico toda una filosofía, toda una cultura. Pero creo que de alguna manera el capitalismo ha ido permeando a todos los niveles y yo creo que ya todos somos un poco híbridos, estamos un poco metidos en el capitalismo. Ahora toca reinventar cosas en tiempo presente y en ese tiempo presente el mundo indígena y lo que fue el mundo indígena nos dan grandes lecciones, pero no creo que haya que aplicarlo automáticamente y no creo que sea una religión, sino que es un escenario de discusión, de diálogo y eso es lo bello. Es un escenario de diálogo en donde ahí estamos todos.
Fuente: Mongabay