La polinización, el entendimiento y los cuidados

Polen y panal. Foto: Itziar Urquiola

"La polinización es un proceso medular para los territorios, gestado desde prácticas previas que incumben a cada especie desde su colmena, nidos o moradas, y las maneras en cómo el medio ambiente les fortalece permitiendo los equilibrios necesarios para la reproducción de la vida, donde polinizadores abejas, meliponinos, mariposas, colibríes, murciélagos, avispas, mosquitos y más, así como las plantas con flor, llegan al punto de madurez y fortaleza que les permite salir, brotar, mostrarse hacia fuera y comenzar a ejercer el lenguaje de la reciprocidad".

Llegan a las flores, rondan un poco, volando recuerdan, reconocen; atraídas por olores y colores se posan en alguna orilla, pétalo, pistilo u hoja, hasta deslizarse poco a poco al centro. Algunas retozan y otras empiezan a averiguar la flor. Bañadas en polen van de flor en flor y al ser llamadas por la curiosidad, el color y el olor, vuelven a caer al centro de otra flor. Llevan el polen a través de sus cuerpos y patas, entonces viajan y polinizan, lo que asegura una reproducción, el nacimiento de un fruto que dará vida a otro, a otro y a otro.

Germinar vida interespecie, yendo de aquí para allá, recolectando granitos repletos de información, noticias, conocimientos y algún mensaje preciso entre territorios; acarreando, desplegando el movimiento necesario y apasionado que le permite a la planta su fruto.

Unión de biodiversidades que germinará en vida: semillas que al madurar quedarán en resguardo, llevando la exquisita convocatoria y asegurando su continuación: ser devuelto al suelo por alguna ave, mamífero o bicho, y seguir el ciclo, haber logrado sobrevivir la incertidumbre propia de la vida.

Hace unos veinte años que comencé a relacionarme con las abejas. Empecé ayudando a sus cuidados hasta aprender apicultura y sostener mi apiario, permitiéndome aprender las maneras de cómo entender el cultivo y la relación con lo que lo rodea. Desde que trabajo con ellas, ha tomado mi atención detenerme y apreciar cómo y cuáles son los efectos de estar cerca de los lenguajes que están y han estado presentes en los territorios, que no son humanos, y que se desenvuelven desde otros lugares, otras maneras de conocer y sentir, para inspirarnos y caminar ensayando la continuación de la vida, siendo uno más dentro de la comunidad bosque, valle, selva, costa o semidesierto.

Me he preguntado desde hace tiempo, y ahora a cada paso organizativo y en cada conversación, cómo esto puede contribuir en la organización de nuestros significados y nuestros pensamientos, cómo puede sembrar ideas y consideraciones que hablan de lo vivo, desde lo vivo y para lo vivo. Que no lo tratan de controlar, dominar o poseer, sino potenciar sus ciclos.

La polinización es un proceso medular para los territorios, gestado desde prácticas previas que incumben a cada especie desde su colmena, nidos o moradas, y las maneras en cómo el medio ambiente les fortalece permitiendo los equilibrios necesarios para la reproducción de la vida, donde polinizadores abejas, meliponinos, mariposas, colibríes, murciélagos, avispas, mosquitos y más, así como las plantas con flor, llegan al punto de madurez y fortaleza que les permite salir, brotar, mostrarse hacia fuera y comenzar a ejercer el lenguaje de la reciprocidad.

Mis maestros me contaron que antes de la llegada de la apis mellífera a América, cada planta con flor tenía su propio polinizador, hecho a su única y particular medida. Así esto que llamamos naturalezas ha ido trazando sus propios criterios de colaboración. Desde el color y su meneo, tomando en cuenta el instinto de exploración y recolecta, hasta sus ritmos de descanso y movimiento coincidentes con la fase más álgida de disposición de la flor: el flujo, un llamamiento para ejercer la reciprocidad.

Impregnadas desde las antenas hasta el último pelo en sus patas, provistas en sus extremidades de sagaces herramientas, cual extensiones del cuerpo que les son útiles para la recolecta y sus intercambios [1]. Amarillos, anaranjados y algunos granos pálidos blancos, ricos en proteínas, aceites, minerales y oligoelementos que les permiten criar, hacer papillas minuciosamente equilibradas según la edad y trabajo de cada abeja, mantener fuerte su colmena, sana, capaz para continuar la labor con el territorio.

El pecoreo necesario de néctares, pólenes, agua, resinas (propóleos), y en ese mapeo, ubicar y compartir el saber con su colmena. Compartir su experiencia sobre las fuentes de alimentación, entender la manera de hacer los intercambios, de tal manera que cada visita guarde información precisa que les permite llegar a la floración. Una vez en el flujo, las maneras de recolectar, almacenar, prever, definen características sobre cada visitante, así como de las flores que harán su transmutación para seguir alimentando al territorio.

Mamíferos vendrán a comer las frutas que fueron polinizadas, y las abejas almacenarán el néctar y polen, convirtiéndolo en panales nuevos y limpios para poner a su nueva progenie, papillas frescas que les permitirán seguir manteniendo vasta la población de su colmena, al punto de crecer y dividirse, entregando al medio, o a los apicultores que saben aprovechar, un nuevo enjambre.

En la colmena, el alimento se guarda con organización, modo y maneras peculiares y cuidadosas: el polen es tratado y guardado para que pueda seguirse utilizando, y llegar a las temporadas de escasez con reservas. La miel, que entró como néctar, procesado por la saliva de las abejas, es conservado de tal manera que pierde su humedad, para no correr riesgos de contaminación o exceso de fermentación, generando las consistencias densas que conocemos.

Así lo hacían nuestras familias, así en resquicios de comunidad se sigue haciendo, conservando los saberes aprendidos en el territorio y con el territorio. Desde las recolectas de alimentos, hasta el cultivo, pasando por las maneras de conservar alimentos. Lo que permite y desata la trama de la polinización, los modos de alimentar, de hacer medicina, de hacer dulces y postres, bebidas y menjurjes para la familia, el pueblo, la comunidad.

Tantas palabras que vienen de imágenes vivas que siguen cursos que hablan de la continuidad y la prolongación de la vida.

Pienso que estos entendimientos pueden ser convocantes y generosos en las reflexiones y búsquedas sobre lo que enfrentamos hoy como territorios, con especies, suelos, nubes, agua, árboles, hongos, plantas y fuego. Partiendo siempre de entender que el territorio no sólo es un espacio, es un lugar, es decir es un denso tejido entre seres humanos y no humanos.

Caminar informados por las sabidurías de los insectos y sus relaciones con las plantas, quienes en comunidad mantienen desde miles de años unos de los más importantes hilos rojos de la vida. Procesos asombrosos, complejos y vitales, donde a pesar de la constante desaparición de sus fuentes de vida, al ser contaminadas-intoxicadas, convertidas-transformadas en otra cosa, vaciadas, esterilizadas o acabadas, encuentran grietas para vivir, o estrategias para sobrevivir, donde está en juego la salud no de una sola especie, sino de comunidades enteras y entonces de territorios.

Cuando salimos de nuestros centros de vida, del hogar que nos crece, aprendemos, compartimos, desarrollamos habilidades y recordamos, nos movemos en el mundo. Salimos, llevamos y traemos información, mensajes, de dentro hacia fuera, de fuera hacia dentro. Trazamos rutas de aprendizajes y conocimientos, hacemos vínculos y éstos los procuramos, los cultivamos, les damos tiempo, cuidado, atención y seguimiento, nos dejamos informar por ello.

Con los amigos pensamos juntos en ideas, sueños, deseos, que nos gustaría hacer, los caminamos por un tiempo, y cuando se llega su momento, empezamos a extender la palabra y la acción para acuerparlos. Así nacen los proyectos, que necesitan de diferentes para ser sostenidos, y de ahí su desarrollo y mantenimiento en el tiempo. El complejo camino de organizarnos con otros y con otras puede estar inspirado e informado por la polinización, y entender la polinización como metáfora de una labor de vinculación, germen y reproducción que es por los y las diferentes que es posible concretar su vida y su existencia

La polinización interpela los múltiples lenguajes capaces de provocar ese movimiento que requiere cada planta con flor para ser fecundada. El viento, los movimientos de los seres que se acercan y logran hacer vibrar a la flor, pero por sobre todo la relación que mantiene cada cómplice, vuelven este proceso una bella ranura para entender lo que implica el dar vida a proyectos desde las múltiples especies que somos, y hablar de nuestros movimientos. Los vínculos desde las relaciones que más bien necesitan de la diferencia para prosperar cada vez mejor, y que desde la diferencia conllevan movimientos determinados, cuidan y provocan la reproducción de la vida.

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Nota:

[ 1 ] Ganchos, espolones, cepillos, peines, pinzas y canastas para transportar el polen.

Fuente:  Revista Biodiversidad, sustento y culturas #125

Temas: Biodiversidad

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