La soberanía alimentaria y la sustentabilidad de cara a la Cumbre Mundial de Desarrollo Sustentable

Durante el proceso previo a la Cumbre de la Tierra, algunas ONGs y movimientos sociales que compartían una visión desde la ecología social y política, debieron confrontar los intereses de las instituciones dominantes, que pretendían responsabilizar a los países del sur con mayor población y a los pobres por la crisis ecológica y asegurarse de que esta instancia mundial no significara una amenaza para el capital transnacional

Breve Historia de un largo proceso

Desde el Centro para Nuestro Futuro Común se planteaba que todos estábamos en una misma nave y que corríamos los mismos riesgos por lo que todos debíamos hacernos responsables de la problemática ambiental y trabajar juntos para encontrar soluciones a la misma. En ese sentido, desde ese ámbito surge el concepto del sector independiente, pretendiendo agrupar en un mismo saco a ecologistas, campesinos, trabajadores, consumidores, empresarios, etc, como contraparte válida de los gobiernos para realizar un diagnóstico y proponer soluciones a los problemas detectados.

Parte del movimiento ecologista enfrentó y denunció esta propuesta por entender que el sector empresarial, sobre todo las grandes corporaciones transnacionales, era responsable de generar la crisis ecológica imponiendo sistemas de producción y consumo altamente insustentables en función de su interés de generar las mayores ganancias posibles en el corto plazo y de su apuesta al crecimiento económico continuo que le garantizara la acumulación de capital.

Desde un principio se entendió que no se debía caer en la trampa de sentar en la misma mesa a intereses tan contrapuestos, como aquellos del capital transnacional y de los movimientos sociales más afectados por la crisis ecológica, y se apostó a la consolidación de un movimiento de ecología social y política crítico, que analizara y develara las causas de la problemática socio-ambiental que amenazaba la vida en el planeta.

Ya en la Cumbre de la Tierra se presentaba con fuerza la doctrina de la liberalización del mercado como la única capaz de salvar el planeta. La ecoeficiencia y el aumento de la producción con menores insumos, la desmaterialización de la economía a partir del desarrollo tecnológico y la privatización de los recursos naturales y su gestión a través del mercado trataban de imponerse como las soluciones necesarias para garantizar la sustentabilidad del crecimiento económico.

La nuevas biotecnologías y en particular la ingeniería genética ya se perfilaban como la alternativa al paquete tecnológico de la primer revolución verde. Esta nueva matriz tecnológica permitiría el desarrollo de una nueva revolución en la agricultura que diera solución a las limitantes (ambientales y otras más) al aumento de la producción de alimentos a nivel mundial. Sin analizar en profundidad los nefastos impactos ecológicos, sociales y económicos de la revolución verde y su fracaso en dar solución al problema del hambre en el mundo, se intentaba imponer nuevamente una lógica productivista y concentradora que sirviera a los intereses de las corporaciones transnacionales.

Pero el proceso previo a la Conferencia de Rio protagonizado por los movimientos sociales, sobre todo del Sur, fue tan rico y participativo y caracterizado por tal profundidad en el análisis, que logró poner en el centro del debate a las verdaderas causas de la crisis ecológica y social e identificar a los principales responsables.

El rechazo a la Iniciativa de las Américas impulsada por el Presidente Bush (padre), y a los Canjes de Deuda por Naturaleza, la denuncia de la ilegitimidad de la deuda externa y el reclamo del reconocimiento de la deuda ecológica que el Norte mantenía con el Sur, la identificación de los sistemas de producción y consumo impuestos por las empresas transnacionales como causantes de la desvastación y degradación de la naturaleza, la defensa de la seguridad alimentaria y la agricultura sustentable y de los derechos de las comunidades al acceso y control sobre los recursos, fueron los ejes centrales de un activo proceso de crítica y creación que dio origen a la Agenda Ya Wananchi y condujo a la formulación de los Tratados Alternativos, en los que por primera vez diversos movimientos sociales contestatarios y de la resistencia se unen trascendiendo sus intereses específicos para concebir la perspectiva de la sustentabilidad como horizonte del bien común.

La Conferencia de la ONU en Rio dio como resultado la Declaración de Rio, la Agenda XXI y una serie de Convenios, todos ellos productos que reunían visiones y posiciones algunas veces contradictorias entre sí, donde confluían las recetas de las empresas y propuestas contrapuestas incorporadas allí por la fuerza y presión de las ONGs y los movimientos sociales, pero lo más importante es que abrieron las puertas e incluso sirvieron de legitimación de la globalización neoliberal impuesta por las grandes empresas transnacionales en el ámbito económico y político a nivel mundial, un proceso que se aceleraría y consolidaría rápidamente en los años inmediatamente posteriores a dicha Conferencia con la creación de la Organización Mundial del Comercio.

La imponente dimensión y la gravedad de los impactos de los cambios que se dieron posteriormente empañaron rápidamente los pocos aspectos positivos de los productos oficiales de la Cumbre de la Tierra, logrando incluso nublar y desdibujar uno de los resultados más significativos, como fue el reconocimiento que la crisis ecológica no era responsabilidad de la población de los países del Sur, sino de los sistemas de producción y consumo impuestos por las empresas transnacionales que devenían en un consumo excesivo en los países industrializados del Norte y en la degradación y apropiación ilegítima de los medios de sustento de las comunidades del Sur.

En lo que se refiere más específicamente a la conservación y uso sustentable de la biodiversidad, la seguridad alimentaria, los derechos de los agricultores, la agricultura sustentable y el desarrollo rural, posteriormenete a la Conferencia de Rio, hemos presenciado un proceso de desarrollo en la agricultura a nivel mundial que se contrapone claramente a los objetivos y metas explicitados en los acuerdos y negociaciones multilaterales en el ámbito de la ONU, y que ha ocasionado la ruina de millones de agricultores, campesinos e indígenas, sobre todo en el Tercer Mundo, y afectado severamente las bases del sustento, la soberanía alimentaria y la diversidad rural y agropecuaria en particular.

En este período han ocurrido dos hechos que merecen ser evaluados cuidadosamente desde la perspectiva de la sustentabilidad. En primer lugar, la incorporación de la agricultura y la biodiversidad en las reglas e instituciones que gobiernan el comercio a nivel mundial, dando lugar al Acuerdo sobre Agricultura (AoA, por su sigla en inglés) en la Organización Mundial del Comercio (OMC), y el Acuerdo sobre Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual Relativos al Comercio (ADPIC, mejor conocido como TRIPS por su sigla en inglés).

Al mismo tiempo, los tratados internacionales en la esfera de la ONU que hubieran podido fremar el creciente dominio de las transnacionales en la definición de las políticas relativas a la biodiversidad, la agricultura y la alimentación, han sido efectivamente manipulados por los grupos de presión de esas empresas para lograr en los hechos su subordinación a las normas del comercio internacional por ellas dictadas en la OMC.

Por su parte, el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) ha sido presa de poderosos intereses comerciales de grandes empresas y gobiernos nacionales que, más que proteger la biodiversidad y a los pueblos que la han criado y cultivado, pretenden lucrar de ella y explotarla, no tanto para satisfacer necesidades humanas insatisfechas de grandes sectores de la población mundial como para garantizar la reproducción del capital mediante el empleo de la ingeniería genética y la protección de los derechos de propiedad intelectual de las empresas dueñas de esas tecnologías. Las normas sobre acceso, distribución de beneficios y transferencia de tecnología constituyen la columna vertebral de las presión de esos intereses comerciales sobre el convenio para subyugarlo y someterlo, de hecho, a las normas de comercio internacional de las OMC y los acuerdos de libre comercio.

La Soberanía Alimentaria: base para la Sustentabilidad

La globalización neoliberal que se impone en forma autoritaria como un modelo único y homogeneizante provoca la degradación de los ecosistemas base de la vida, destruye la biodiversidad, atenta contra la diversidad cultural y desplaza a los campesinos, indígenas y pescadores artesanales de sus territorios. Este modelo se caracteriza por generar la exclusión de las grandes mayorías de la población, sobre todo en el sur --riquísimo por su biodiversidad, sus ecosistemas y sus culturas, pero empobrecido a causa de la imposición de modelos devastadores, excluyentes y homogeneizantes que han incrementado y continúan incrementando la deuda ecológica generada desde hace más de 500 años.

El sistema neoliberal pretende imponer a lo largo y ancho del planeta un modelo único, homogéneo, sustentado en la doctrina del crecimiento económico continuo y el libre comercio. La realidad nos muestra día a día los impactos nefastos de este modelo, al mismo tiempo que nos deja ver la otra cara de la integración de los mercados que es la exclusión social, económica y política de la mayoría de la población. Para confrontar este sistema y sus doctrinas resulta necesario confrontar una falacia y demostrar que el comercio no es libre, sino que es impuesto, que se basa en relaciones profundamente desiguales y que está fuertemente regulado en función de los intereses del capital transnacional. La supuesta mano invisible del mercado no es otra cosa que el apéndice de las transnacionales que controlan un 75% del comercio mundial, intercambios comerciales que muchas veces se realizan entre las propias filiales de las mismas empresas. El comercio agrícola en particular está dominado por los países desarrollados quienes acaparan el 70% de las exportaciones e importaciones.

La apertura de los mercados del Sur impuesta por los procesos de liberalización comercial, lleva a la ruina a los productores de alimentos que no logran competir con los productos subsidiados de las grandes corporaciones alimentarias del norte, y resulta entonces en un aumento en la importación de alimentos que destruyen la producción nacional y atentan contra la soberanía alimentaria. El modelo impone la homogeneización de los sistemas de producción y la especialización para poder competir, dejando de lado la diversificación productiva, básica para la soberanía alimentaria. Los organismos internacionales como la OMC apuntalan estos procesos devastadores para la gran mayoría y enriquecedores para una pequeña minoría, estableciendo las normas globales que los sustentan y cerciorándose de su cumplimiento a pies juntillas, lesionando gravemente la soberanía de los pueblos.

Así, aunque el derecho a la alimentación de los pueblos, incluido en la declaración de los DDHH, haya sido ratificado en la Cumbre Mundial de Alimentación en Roma en 1996 por los estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), los gobiernos, lejos de adoptar e implementar las premisas básicas de la seguridad alimentaria, aceptan las directivas de la OMC y las instituciones financieras internacionales para implementar el modelo que impone el ajuste estructural de la economía y la liberalización.

En el Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria realizado en La Habana los participantes concluyeron que sólo cuando cada pueblo pueda definir sus propias políticas y estrategias sustentables de producción, distribución y consumo de los alimentos que garanticen su derecho a una alimentación sana, con base en la pequeña y mediana producción, respetando sus propias culturas y la diversidad de los modos campesinos, pesqueros e indígenas de producción agropecuaria, comercialización y gestión de los espacios rurales, considerando en igualdad de condiciones los derechos de toda la población, estaremos en camino de garantizar la soberanía alimentaria duradera y sustentable.

En dicho Foro se acordó también que la soberanía alimentaria de los pueblos reconoce una agricultura con campesinos, indígenas y comunidades pesqueras, vinculada al territorio, prioritariamente orientada a la satisfacción de las necesidades de los mercados locales y nacionales; implica el reconocimiento a la multietnicidad de las naciones y el reconocimiento y valorización de las identidades de los pueblos originarios; el reconocimiento al control autónomo de sus territorios, recursos naturales, sistemas de producción y gestión del espacio rural, semillas, conocimientos y formas organizativas.

Asimismo se recalcó que la soberanía alimentaria implica además la garantía al acceso a una alimentación sana y suficiente para todas las personas, principalmente para los sectores más vulnerables, como condición para el ejercicio pleno de los derechos de la ciudadanía.

La soberanía alimentaria reclama también la aplicación de los principios de agricultura sustentable y la conservación y uso sustentable de la biodiversidad.

La alimentación: una mercancía más

Antes de la Ronda Uruguay del GATT, el sector agrícola no estaba incluido bajo estos acuerdos pero hoy día, en el marco de la OMC, se fortalecieron los intereses de las transnacionales que controlan los sistemas alimentarios y por ende el tratamiento de la alimentación como una mercancía más, dejando de lado la soberanía y seguridad alimentaria de los pueblos, para dar prioridad a las leyes del mercado.

Como lo plantea Brewster Kneen, para que los alimentos se conviertan en un negocio primero deben ser transformados en mercancías, porque la economía de mercado funciona a partir del comercio de mercancías. Esto significa que en nuestras mentes y prácticas diarias los alimentos deben disociarse de sus funciones de aportar a la nutrición, de su relación con la cultura y el ambiente y deben transformarse en una herramienta para generar ganancias. En la medida en que un alimento se transforma en mercancía adquiere sentido la idea de agregarle valor. Si el objetivo es generar la mayor ganancia posible , tiene sentido procesar, transformar y transportar el producto tanto como sea posible para maximizar las oportunidades de generar lucro.

Los agricultores también debieron ser transformados, primero en consumidores de insumos externos, luego en productores y ahora se los pretende convertir en empresarios. A su vez, los ciudadanos son reducidos a consumidores. El marketing de las empresas apunta a crear necesidades aparentes que sólo pueden ser satisfechas mediante la compra del producto que se está promocionando, en ese sentido la satisfacción de las necesidades pasa a estar mediada por el mercado y la publicidad mediática.

El mercado se construye a partir de la anomia y la distancia. Los agricultores producen para un mercado distante y consumidores anónimos con quiénes no tienen ninguna relación, y los consumidores consumen productos homogéneos sin conocer su origen, la forma de producción, las características de los ecosistemas en donde fueron producidos, ni las culturas y condiciones de vida de los campesinos.

El incremento de la distancia es uno de los pilares de la economía de mercado. La forma más obvia es incrementar la distancia física entre el lugar en el que el alimento es cultivado y el lugar en el cual es consumido, pero como lo plantea Kneen existen otras estrategias para aumentar la distancia en el sistema alimentario:

* Dando estabilidad, homogeneidad y durabilidad a las mercancías

* Incrementando la distancia entre el lugar en el que se cultivan los alimentos y el lugar donde se consumen

* Procesando los alimentos e incrementando así la distancia entre el producto natural y lo que se comercializa

* Agregando sustancias para la preservación de los productos para que sea posible aumentar la distancia entre el momento en que los alimentos salen de la tierra y el momento en que el producto es consumido

* Utilizando tecnologías de empaque que permiten que los productos puedan ser almacenados por más tiempo y manipulados y transportados

* Urbanizando a la población para que no tenga ningún contacto con la vida rural

Revolución verde y las nuevas tecnologías

La llamada Revolución Verde que se impuso en América Latina en los años '60, continúa aún hoy generando fuertes impactos en las comunidades campesinas de nuestro continente. Esta forma de producción basada en paquetes tecnológicos que fomentaron un alto uso de insumos externos, tales como plaguicidas, abonos sintéticos, maquinaria y riego, y el cultivo de un número reducido de especies y variedades, generó una gran dependencia de los productores de alimentos en relación a las compañías transnacionales y provocó la degradación de los recursos naturales base de la producción agropecuaria.

Uno de los impactos de la revolución verde fue y continúa siendo, la pérdida de diversidad en los cultivos que la FAO calcula en un 75% en el último siglo. Rafi estima que el germoplasma de los cultivos se erosiona a una tasa de entre 1 al 2% anual. Más de 34,000 especies de plantas (12.5% de la flora mundial) enfrentan la extinción. Toda planta del orden superior que desaparece implica a otras 30 especies (insectos, hongos, bacterias, etc). La diversidad del ganado se erosiona a una tasa del 5% anual, o 6 razas por mes y posiblemente un tercio de todas las razas de animales domesticaos corre riesgo de extinción.

En este proceso de industrialización de la agricultura, acompañado por la apertura de los mercados, la soberanía y seguridad alimentaria de nuestros pueblos se vieron afectadas por el uso indiscriminado de agrotóxicos en la producción de alimentos, por la pérdida de diversidad en la agricultura y de los conocimientos asociados y por la desaparición de las familias productoras rurales que garantizaban el abastecimiento de una diversidad de productos alimenticios. Asimismo, los productores y asalariados rurales vieron su salud seriamente afectada por el uso de agrotóxicos.

Transgénicos

Hoy en día las corporaciones transnacionales plantean nuevos paquetes tecnológicos basados en la ingeniería genética, tendientes a facilitarles el control de los sistemas alimentarios y la generación de lucro, a una mayor homogeinización de la producción agropecuaria y a una mayor dependencia de los productores en relación a los insumos que ellas producen.

Los transgénicos constituyen una brutal amenaza a la biodiversidad --fuente de vida y base de nuestro sustento-- a la soberanía alimentaria de los pueblos, a los derechos de las comunidades, a la agricultura y a las comunidades campesinas.

Si bien la propaganda a favor de los cultivos transgénicos es muy agresiva, los temores ante los posibles impactos de estos cultivos crecen a medida que la experiencia los confirma. A nivel de campo ya se tienen pruebas de que los genes que proporcionan las características modificadas se cruzan con las variedades no transgénicas, los parientes silvestres, y que se fomenta la transferencia horizontal de características indeseables entre especies (como en el caso de contaminación del maíz mexicano). Existe evidencia de que los organismos genéticamente modificados (OGM) pueden ser perjudiciales para la vida del suelo y otros organismos que cumplen funciones beneficiosas en la agricultura. Además, algunos estudios levantan la voz de alarma sobre efectos negativos para la salud humana, como es el caso de alergias o la resistencia a antibióticos (Nelson Alvarez, GRAIN).

Cada día nos vemos enfrentados a políticas que apuntan a una producción agropecuaria sin productores agropecuarios, en la que sólo tendrán cabida un número cada vez más reducido de empresas. La tabla que mostramos a continuación tomada de RAFI da testimonio de un fuerte proceso de concentración en todos los aspectos del sistema alimentario mundial.

Las Transnacionales de la Agricultura

Hace 20 años existían miles de empresas que vendían semillas, la mayoría de ellas pequeñas empresas familiares. Hoy, las diez empresas de semillas más grandes controlan aproximadamente la tercera parte del comercio mundial de semillas que está valuado en 23 mil millones de dólares.
Hace 20 años existían unas 65 empresas de agroquímicos que producían insumos agrícolas. Hoy, las 10 empresas principales de agroquímicos controlan más del 90 por ciento del mercado mundial, valuado en 30 mil millones de dólares.
En 1989, las 10 mayores empresas farmacéuticas controlaban el 29 por ciento de las ventas mundiales. Hoy, las 10 mayores controlan cerca del 50 por ciento.
Actualmente, las diez empresas mayores del mercado veterinario controlan el 61 por ciento de ese mercado, calculado en 16 mil millones de dólares.
Fuente: Hope Shand/RAFI. 2001. Transgénicos: ¿dónde estamos y dónde vamos?

En la medida en que los consumidores del norte rechazan los transgénicos las compañías están utilizando los programas de ayuda alimentaria para volcar sus excedentes (dumping) de productos agrícolas modificados genéticamente. Los desastres naturales y las hambrunas se han convertido en la excusa más adecuada para invadir el sur con productos transgénicos, por lo que los programas de ayuda alimentaria constituyen un mercado abierto para las compañías transnacionales que se quieren deshacer de ese tipo de producción. Tal como se planteó en la conferencia organizada por Acción Ecológica el pasado año, deberíamos hablar de intervención alimentaria, pues estos programas constituyen un asalto contra la soberanía alimentaria y los sistemas alimentarios locales y nacionales, dando como resultado la destrucción de la producción local, sobre todo la de pequeña escala.

Derechos de propiedad intelectual

A las nuevas tecnologías se suman los derechos de propiedad intelectual (DPI) sobre la materia viva incluidos en los acuerdos de liberalización comercial, para garantizar las ganancias a las corporaciones transnacionales. Los DPI sobre la vida pretenden legalizar el robo de recursos genéticos perpetuado durante más de 500 años e imponer la lógica privatizadora como rectora de las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza. Se trata de un atentado contra los valores y las cosmovisiones que sustentaron las relaciones de interdependencia que dieran origen a la gran riqueza biológica de la que nos beneficiamos hoy.

Los recursos genéticos son el resultado de milenios de evolución y de procesos de mejoramiento y selección llevados a cabo por las comunidades indígenas y campesinas; por lo tanto, la diversidad biológica y la diversidad cultural están estrechamente ligadas y son inseparables. La agricultura mundial depende de la rica diversidad potenciada por las comunidades en una relación simbiótica con su entorno natural y a partir de un conocimiento muy complejo del mismo.

Las normas del acuerdo ADPIC (mejor conocido como TRIPS, por su sigla en inglés) de la OMC despojan a las comunidades indígenas y campesinas y a los agricultores del mundo de sus derechos tradicionales y de recursos básicos como son las semillas y los conocimientos asociados, entregándole como propiedad privada el rico patrimonio genético y fitogenético colectivo a grandes empresas transnacionales mediante la concesión de patentes y otros derechos de propiedad intelectual sobre todo tipo de materia viviente, incluso los acuerdos bilaterales y regionales de libre comercio van más allá que la OMC en términos de propiedad intelectual.

Por lo antedicho debemos luchar para que poner fin a la biopiratería, a las patentes y otras formas de propiedad intelectual sobre seres vivos, que constituyen una amenaza contra la transmisión de saberes y conocimientos en las comunidades rurales y pueblos indígenas, que hacen a la permanencia de las culturas y su riqueza y a su habilidad de criar la biodiversidad.

Se debe prohibir también el desarrollo de variedades estériles mediante procesos de ingeniería genética, que constituyen una nuevo atentado contra la biodiversidad, las comunidades campesinas e indígenas y la alimentación mundial.

En ese sentido debemos reivindicar con mucha fuerza la protección de los derechos comunitarios y del saber tradicional de los pueblos indígenas y comunidades campesinas en materia de biodiversidad y diversidad cultural.

Debemos luchar para defender el libre uso e intercambio de semillas y plantas por parte de las comunidades rurales, campesinas e indígenas ya que la monopolización por unas cuantas empresas transnacionales representa una grave amenaza a la soberanía alimentaria de los pueblos y a la biodiversidad para el sustento.

Deuda Ecológica

Las políticas de las Instituciones de Bretton Woods, el pago de los servicios de la deuda y el "libre comercio" impuesto por la OMC y los acuerdos regionales, incrementan la deuda ecológica generada por los países del Norte desde la colonización. El actual sistema de comercio basado en las ventajas comparativas promueve el intercambio ecológicamente desigual y la transferencia de recursos del Sur al Norte. A esto se suman la privatización y mercantilización de la vida y de los servicios que brinda la naturaleza.

La deuda ecológica histórica y actual debe ser reconocida, y los daños causados a las comunidades deberán ser reparados. Además se debe poner fin inmediato a la continua generación de deuda ecológica y, por lo tanto, se debe poner fin a la imposición del modelo neoliberal, ya sea a través de las instituciones de Bretton Woods, de la OMC ó de los procesos de liberalización comercial, financiera y de las inversiones.

Asimismo se debe poner fin al proceso de privatización de la vida y de los servicios que brinda la naturaleza y garantizar a las comunidades sus derechos sobre sus territorios y promover la gestión autogestionaria y participativa de los bienes de la naturaleza. Las comunidades deben gozar del derecho inalienable de oponerse a cualquier proyecto u obra que atente contra su presente y futuro.

Factores claves para garantizar las soberanía alimentaria

Acceso a los recursos productivos: Tierra, Agua, Semillas

Se debe garantizar a las comunidades el control sobre sus territorios y por lo tanto el acceso a los recursos productivos: tierra, agua y semillas.

Tal como se concluyó en el Foro Mundial realizado en La Habana, la soberanía alimentaria reclama una reforma agraria integral que garantice el acceso a la tierra para los campesinos y trabajadores rurales, así como políticas adecuadas para proteger la producción agropecuaria ecológica y sustentable y la conservación y uso sustentable de la biodiversidad. Estos procesos deben basarse en la participación activa de las comunidades, considerando a las mujeres en igualdad de oportunidades.

El agua es un bien de la naturaleza y un derecho vital que se encuentra amenazado por las privatizaciones y la creciente mercantilización de la vida. Nos oponemos enérgicamente a la privatización del agua y reclamamos una gestión sustentable, integral, participativa de las cuencas hidrográficas.

Como lo planteamos más arriba, debemos poner freno a la mercantilización y privatización de las semillas y de la biodiversidad en general. Las comunidades deben gozar del pleno derecho a utilizar e intercambiar las semillas --esto resulta crucial para la defensa de la diversidad biológica, fuente de vida y base del sustento. Los conocimientos asociados al uso de la biodiversidad y a su cría son patrimonio de las comunidades y no podrán ser mercantilizados ni privatizados.

Defensa de las semillas y plantas autóctonas y locales

Frente a la ofensiva del capital transnacional que conlleva un proceso creciente de homogenización, mercantilización y privatización que atenta contra la vida, resulta fundamental la resistencia de las comunidades que se expresa de diversas formas.

Una forma de resistencia vital para el futuro de nuestras sociedades es la defensa de la plantas y semillas autóctonas y locales por parte de las comunidades. Este material genético y los conocimientos asociados al mismo, son de importancia fundamental para la vida en el planeta. La gran diversidad genética en la agricultura es el producto de un proceso de interacción entre las comunidades y su entorno durante miles de años y del libre intercambio de conocimientos, plantas y semillas.

A la homogenización la debemos enfrentar con la diversidad, y a la mercantilización y privatización con la gestión participativa y colectiva por parte de las comunidades.

Agricultura Sustentable

Tal como lo plantea el Tratado sobre agricultura sustentable emanado del Foro de ONGs y Movimientos Sociales reunido durante la Cumbre de la Tierra en el año 1992, esta forma de agricultura preserva y promueve la biodiversidad, mantiene la fertilidad del suelo y la pureza del agua, mantiene y mejora las características físicas, químicas y biológicas del suelo, recicla los recursos naturales y conserva energía. La agricultura sustentable produce formas diversas de alimentos de alta calidad, fibras y medicinas.

El mismo tratado plantea que la agricultura sustentable utiliza recursos renovables disponibles a nivel local, tecnologías apropiadas y accesibles y minimiza el uso de insumos externos y costosos, incrementando por tanto la independencia y autosuficiencia locales y asegurando al mismo tiempo fuentes de ingresos estables para campesinos, pequeños productores, granjas familiares y comunidades rurales, e integra a los seres humanos en el medio ambiente.

Los movimientos sociales y las ONGs coincidieron en que la agricultura sustentable respeta los principios ecológicos de diversidad, interdependencia y autosuficiencia, se basa en una distribución justa y equitativa de los bienes de la naturaleza, en el reconocimiento y defensa de los derechos colectivos de las comunidades y promueve la participación directa de las comunidades en la gestión de su territorio, en la definición de políticas y en la toma de decisiones.

Los sistemas de producción agroecológica han demostrado ser una alternativa viable y adecuada. Según Rafi, un estudio que compara la eficiencia de la agricultura de altos insumos con la de bajos insumos en Colombia, China, Filipinas, EEUU e Inglaterra, demostró que los agricultores de bajos insumos eran 5 veces más eficientes en términos energéticos que aquellos que utilizan muchos insumos.

Una investigación reciente de la Universidad de Essex, que recoge información de 208 proyectos o iniciativas en 52 países, revela que unos 9 millones de agricultores han adoptado prácticas de agricultura sustentable en unas 29 millones de hectáreas. Estos proyectos han dado como resultado un incremento significativo en la producción de alimentos. La investigación revela que los 4 millones 420 mil campesinos que cultivan 3 millones 580 mil hectáreas lograron incrementar la producción en un 73% por finca.

Es necesaria la formulación de políticas y la instrumentación de programas de apoyo a la agricultura campesina ecológica para frenar la migración del campo a las ciudades y hacer accesible para la mayoría de la población alimentos sanos y libres de agrotóxicos y transgénicos y tender así al fortalecimiento de la seguridad y soberanía alimentarias locales y regionales.

Priorizar las economías y mercados locales

Los países y las comunidades deben gozar del derecho de seleccionar según su propio criterio aquellos mecanismos económicos que mejor se ajusten a sus necesidades en un momento determinado y a su ambiente.

Para la defensa de la soberanía alimentaria es necesario evitar la importación masiva de alimentos, aprovechar los alimentos locales y estimular la diversificación productiva y alimentaria de la población. Para ello es imprescindible la estabilidad productiva y autonomía de las comunidades locales.

Se deberán promover nuevas relaciones entre productores y consumidores que apunten al compromiso y a la confianza y el desarrollo de sistemas alimentarios locales y diversos que respeten las características ecosistémicas y valoricen la cultura y los conocimientos locales.

Políticas apropiadas

Como lo han planteado Via Campesina y Amigos de la Tierra de América Latina y El Caribe, entre otros, cada país deberá implementar políticas tendientes a:

- Promover la producción sustentable y el desarrollo de sistemas alimentarios y mercados locales a fin de lograr la soberanía alimentaria

- Garantizar una remuneración adecuada a para la producción familiar, campesina e indígena

- Proteger los mercados internos de las importaciones a precios por debajo de los costos de producción a nivel nacional

- Abolir los subsidios directos e indirectos a las exportaciones

- Garantizar el acceso equitativo a la tierra, el agua, las semillas, los créditos y otros recursos productivos

- Prohibir las patentes sobre la vida y la apropiación de la biodiversidad agrícola y el conocimiento asociado mediante los regímenes de propiedad intelectual

- Proteger los derechos de las comunidades en relación a la gestión de los recursos naturales

- Garantizar la calidad de los alimentos y los procesos productivos, a fin de proteger la salud de la población y el medio ambiente

- Garantizar el derecho de los consumidores a conocer la procedencia de los alimentos y las tecnologías utilizadas en la producción

- Prohibir la producción de semillas, raciones y alimentos transgénicos

- El comercio debe responder a principios claves

Nuestras organizaciones han reclamado también medidas urgentes para remover a la alimentación y a la agropecuaria del ámbito y del control de la OMC mediante por ejemplo, el desmantelamiento del Acuerdo sobre Agricultura, el Acuerdo de Derechos de Propiedad Intelectual Relativos al Comercio y el Acuerdo General sobre Servicios.

Se debe poner fin a la imposición de aceptar el ingreso de productos importados que representen como mínimo el 5% del consumo nacional.

Queremos expresar aquí también nuestra coincidencia con Via Campesina en relación a la urgente necesidad de iniciar una discusión sobre un marco internacional alternativo para regular el comercio de productos agropecuarios y alimentos, que debería tener como principales cometidos:

- Garantizar el derecho de los pueblos a la soberanía alimentaria, dando prioridad a la producción doméstica, a los aspectos sociales y ambientales

- Proteger los derechos de las comunidades indígenas, campesinas, rurales en relación a la gestión de los recursos naturales en general y a la biodiversidad, los
recursos genéticos y el conocimiento asociado en particular

- Prohibir el dumping de productos agropecuarios para proteger la producción doméstica de alimentos, evitando que los excedentes sean volcados a los mercados internacionales a precios por debajo del costo real de producción

- Prohibir los subsidios a las exportaciones y a la agricultura industrializada fuertemente dependiente de insumos químicos externos y que atenta contra la biodiversidad y los recursos naturales en general

- Prohibir las patentes sobre la vida y los derechos de propiedad intelectual relativos a la agricultura

- Proteger el derecho de los consumidores a conocer la procedencia de los alimentos que consumen y las prácticas y tecnologías utilizadas en la producción; principalmente se deberá prohibir el comercio de alimentos y productos agropecuarios transgénicos a partir del reconocimiento del principio de precaución.

- Paralelamente a todo lo anterior, es necesario emprender una profunda difusión y valoración de la historia agrícola y de la cultura alimentaria en cada país, denunciando al mismo tiempo las imposiciones de patrones alimentarios extraños a las culturas alimentarias de los pueblos, como forma de hacer frente al diario menoscabo de la biodiversidad y cultura milenarias de que son herederos nuestros pueblos. Debemos "preparar el terreno" y "proteger las semillas que nos interesan" para estar listos para la siembra, en el momento oportuno; de lo contrario, podemos perder la oportunidad (cita de la Declaración Final del Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria, La Habana, Cuba, 7 de setiembre de 2001).

Bibliografía Consultada:

Alvarez Nelson. De la Globalización de la Agricultura a la Esperanza de la Resistencia.Conferencia dictada en el Seminario "Globalización, OMC, Soberanía Alimentaria Productos Orgánicos", 9 al 12 de julio, 2001, Lima, Perú. Organizado por la Red de Acción en Plaguicidas para América Latina, RAP-AL.

Compendio no. 2 "Biodiversidad, Sustento y Culturas". REDES Amigos de la Tierra, Montevideo, 2000.

Declaración Final del Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria, La Habana, Cuba, 7 de setiembre de 2001

"Construyendo el Futuro", Tratados Alternativos de Rio '92. Foro Internacional de ONGs y Movimientos Sociales. Colección Ecoteca, REDES AT y Editorial Nordan, Montevideo, 1993.

En pos de Economías Sustentables: Desafiando la Globalización Neoliberal. Amigos de la Tierra Internacional, Montevideo, 2001

Kneen, Brewster. From Land to Mouth. NC Press Limited, Toronto, 1993

Mooney, Pat. Erosion, Technological Transformation and Corporate Concentration in the 21st Centuy. Development Dialogue, Dag Hammarskjold Foundation y Rafi, 2001.

Nuestro Mundo No Está en Venta: OMC someterse o desaparecer, 2001

Shand, Hope. Transgénicos: ¿dónde estamos y dónde vamos? RAFI. www.rafi.org, 2001

Comentarios

15/04/2009
aprati, por yopi
ta bacan el tema nos enseña muchas cosas