La magnitud de la crisis planetaria exige acciones de la misma dimensión; la solución es el cambio de sistema

Idioma Español

Enfrentamos una crisis climática y otras crisis sociales y ambientales muy profundas. El actual sistema económico dominante no puede ofrecer soluciones. Es hora de cambiar de sistema.

Necesitamos cambiar el sistema económico actual para resolver las crisis ambientales, climáticas y sociales que enfrenta el mundo.

Para Amigos de la Tierra Internacional, eso significa construir sociedades basadas en la soberanía de los pueblos y la justicia ambiental, social, económica y de género. Debemos cuestionar y desmontar la lógica capitalista de la acumulación.

La catástrofe climática está entrelazada con muchas otras crisis tanto sociales como ambientales, entre ellas la opresión, el poder empresarial, el hambre, el deterioro del agua, la pérdida de biodiversidad y la deforestación. Su origen reside en un sistema económico insustentable, cuyo único fin es el crecimiento ilimitado y el lucro, y que concentra la riqueza, el poder y privilegios obscenos en manos de unos pocos. Ese mismo sistema les da a las empresas transnacionales y las élites nacionales la potestad de explotar a la gente y los pueblos y sus medios de sustento con total impunidad.

Para combatir el cambio climático y las crisis sociales y ambientales asociadas tenemos que emprender acciones drásticas y urgentes que nos permitan encarar sus causas estructurales comunes; la privatización, financierización y mercantilización de la naturaleza y nuestras sociedades, y los sistemas de producción y consumo insustentables.

La magnitud de las crisis que enfrentamos exige un cambio de sistema.

El cambio de sistema implica la creación de sociedades sustentables y nuevas relaciones entre los seres humanos y de éstos con la naturaleza, basadas en la equidad y la reciprocidad. Pero no podemos construir este tipo de sociedades, ni defender los derechos de los pueblos, sin acrecentar el poder de los pueblos. Necesitamos reivindicar y recomponer el ámbito de la política. Ello significa construir democracias genuinas, radicales y justas centradas en la soberanía de los pueblos y la participación popular. El derecho internacional debe priorizar a la gente frente al lucro empresarial, garantizando la aplicación de normas vinculantes para las empresas y mecanismos que garanticen el acceso a la justicia para las víctimas de las corporaciones transnacionales.

Cambiar de sistema requiere la articulación de las luchas contra la opresión, o sea, contra el patriarcado, el racismo, el colonialismo y la explotación de clase y capitalista. Exige asimismo compromiso con la lucha contra la explotación de los cuerpos y el trabajo de las mujeres. Somos testigos de cómo la expansión del capital en los territorios conduce a un incremento de la violencia contra las mujeres y a la violación de sus derechos. La justicia de género sólo será posible cuando las mujeres sean reconocidas como sujeto político, se ponga fin a la violencia contra las mujeres, se fortalezca su autonomía y se fomenten los principios de la economía feminista, se desmonte la división sexual del trabajo y se reorganice el trabajo de los cuidados.

Para cambiar de sistema es fundamental transformar el sistema energético. Eso implica abandonar la dependencia en los combustibles fósiles, desmantelar el control empresarial de la energía y responder democráticamente preguntas clave como ¿para quién y para qué se produce la energía? La transición necesaria tiene que ser justa, fundada en los derechos de los y las trabajadores y trabajadoras y las comunidades. Para encarar los problemas estructurales de un sistema que transforma la energía en mercancía y niega el derecho a la energía de todos y todas, no alcanza sólo con cambiar las tecnologías y fomentar las energías renovables, también es necesario el control y la propiedad pública y comunitaria. Exige además equidad y justicia, especialmente para quienes ya sufren los impactos del cambio climático en el Sur global.

Un cambio genuino de sistema transformará radicalmente el sistema alimentario para lograr la soberanía alimentaria y el desarrollo de la agroecología. Para ello hay que valorar el conocimiento local, promover la justicia social y económica y el control de los pueblos sobre sus territorios, garantizando el derecho a la tierra, el agua y las semillas, alimentando relaciones sociales fundadas en la justicia y la solidaridad, reconociendo el papel fundamental de las mujeres en la producción de alimentos, y brindar así una forma efectiva de alimentar al mundo y enfrentar la agricultura industrial destructiva.

Quienes mejor protegen la biodiversidad y las selvas y bosques son las comunidades que viven en ellos. Proteger las selvas y bosques puede mitigar el cambio climático al mantener almacenado el carbono natural y reducir el volumen de carbono que se libera a la atmósfera cuando hay deforestación, al mismo tiempo que provee a las comunidades con alimentos, fibras, abrigo, medicinas y agua. Apenas 8% de las selvas y bosques del mundo están manejados por comunidades; es vital que garanticemos los derechos de las comunidades sobre los bosques y selvas y sus medios de sustento.

El cambio de sistema debe resolver las necesidades individuales y colectivas de los pueblos y promover la reciprocidad, la redistribución y el intercambio y compartir. Las soluciones incluyen servicios públicos que se podrán hacer realidad mediante la justicia fiscal, la propiedad social y el cooperativismo, los mercados locales y el comercio justo, el manejo comunitario de bosques, y valorar el bienestar de la gente y el Planeta. Los pueblos en todo el mundo ya están experimentando o implementando miles de iniciativas que consagran la justica y cuestionan la lógica capitalista. Ahora debemos ampliarlas. Eso exige políticas públicas nacionales e internacionales proporcionales que faculten a la gente para luchar por un Estado democrático que garantice los derechos y brinde servicios públicos ambiental y socialmente justos, con participación popular activa; un Estado que garantice los derechos de los pueblos al agua, la tierra y el territorio, a la alimentación, salud, educación, vivienda y trabajos decentes.

Es necesario que todos y todas apoyemos la resistencia local e internacional, que participemos en la movilización popular, que luchemos por cambiar las políticas y ampliar las soluciones verdaderas, las soluciones de los pueblos. Eso es el cambio de sistema.

14 de agosto, 2018

Por Karin Nansen

Fuente: Amigos de la Tierra Internacional

Temas: Crisis capitalista / Alternativas de los pueblos, Crisis climática

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