Mujeres hacia la soberanía alimentaria. La experiencia de la granja agroecológica La Verdecita

Idioma Español
País Argentina

En homenaje a Isabel (Chabela) Zanutigh. "Desde la militancia política y social de los setenta, con una mirada y práctica feministas y el derecho a la alimentación como objetivo, estas mujeres verdecitas lograron comprar algunas hectáreas que transformaron en una granja agroecológica, un consorcio de pequeños/as productores/as y una escuela de agroecología, espacios desde los que construyen otros paradigmas con la liberación de las mujeres y la desmercantilización de la naturaleza como horizonte."

Resumen

Desde un punto de vista histórico, las mujeres han desplegado estrategias para conservar y restaurar la naturaleza con el fin de sostener la reproducción de la vida. Con esa función vital como destino, son numerosas las mujeres que construyen cotidianamente otras formas de estar en el mundo y de relacionarse con la naturaleza, caminando hacia la soberanía alimentaria con la agroecología como herramienta. Las creadoras de la granja agroecológica La Verdecita, ubicada en la provincia argentina de Santa Fe, son un ejemplo de ello. Desde la militancia política y social de los setenta, con una mirada y práctica feministas y el derecho a la alimentación como objetivo, estas mujeres verdecitas lograron comprar algunas hectáreas que transformaron en una granja agroecológica, un consorcio de pequeños/as productores/as y una escuela de agroecología, espacios desde los que construyen otros paradigmas con la liberación de las mujeres y la desmercantilización de la naturaleza como horizonte.

Soberanía alimentaria, ecofeminismo y mujeres verdecitas

En sintonía con su rol histórico de proveedoras, las mujeres vienen construyendo experiencias tendentes a la soberanía alimentaria, entendida como el derecho de la población a producir y consumir comida saludable y culturalmente adecuada, obtenida con métodos ecológicamente sustentables que tienen la agroecología como herramienta. Nacida en el seno de las organizaciones sociales, la soberanía alimentaria es un sistema alimentario alternativo a la agroindustria, así como el ecofeminismo[1] es una alternativa al sistema patriarcal de dominación sobre las mujeres y la naturaleza.

El ecofeminismo, la agroecología y la soberanía alimentaria son los pilares de la experiencia de la granja agroecológica La Verdecita, ubicada en el límite entre el ejido urbano y rural, en el cinturón hortícola, a 4,4 km al norte de la ciudad de Santa Fe, Argentina. La asociación civil La Verdecita, integrada mayoritariamente por mujeres, fue creciendo y en el año 2008 se convirtió en el Consorcio de Pequeños/as Productores/as de La Verdecita, hoy formado por sesenta familias que producen frutas y hortalizas sin pesticidas en tierras de las que en su mayoría no son dueñas. Así se presentan en su blogspot:

Somos un colectivo de mujeres y varones independientes reunidxs a partir de la convicción de que las personas en general, y las mujeres en particular, merecemos una vida libre, digna, soberana y feliz […]. La soberanía alimentaria, el poder de decidir sobre nuestro propio cuerpo, la posibilidad de producir y consumir lo que deseamos, lo que creamos, lo que pensamos, no nos resultan una utopía lejana, sino una práctica cotidiana. Una práctica de poder, de libertad.

Las mujeres verdecitas están escribiendo otra historia y, a través de la granja, el consorcio de pequeños productores y la escuela de agroecología, abren puertas a la producción y la formación en esa otra manera de producir, comercializar, consumir y habitar el territorio.

Desde la historia

Imagen 1. Logo de la granja agroecológica La Verdecita. Fuente: laverdecita.blogspot.com.ar.

Una de las referentes de La Verdecita es Isabel Zanutigh, conocida como Chabela, pues su militancia social ha marcado los caminos recorridos por las mujeres que forman parte de esta experiencia. En la década de 1970 era miembro del Centro de Integración y Actualización de la Mujer (CIAM) y en 1985 fue una de las fundadoras del Sindicato de Amas de Casa, que llegó a contar con ochenta mil afiliadas. Con la crisis de 2001, las mujeres del sindicato se propusieron conseguir cajas de comida para las familias empobrecidas, y de esa necesidad de alimentos nació la idea de producirlos. Para ello hacía falta tierra, y en 2003 un grupo de mujeres logró comprar dos hectáreas en el cinturón hortícola de la ciudad de Santa Fe con fondos de la cooperación internacional. Crearon así una granja agroecológica que les permitió concretar una propuesta productiva alternativa y las impulsó a formarse en agroecología y a articularse con muchas organizaciones a nivel provincial, nacional e internacional. Un hecho trágico que vivió la ciudad de Santa Fe, las inundaciones de 2003, provocó que La Verdecita adquiriera un importante protagonismo a través de la producción y distribución de alimentos, así como del mejoramiento de las viviendas otorgadas a los y las desplazados por las inundaciones,[2] lo que demostró que una experiencia agroecológica puede dar respuesta ante catástrofes “naturales” con consecuencias sociales destructivas.

Desde el feminismo

Las mujeres verdecitas, que se definen como feministas y critican el actual modelo productivo, encuentran dificultades para consensuar intereses con las instituciones gubernamentales del campo, representadas en general por hombres. Para ellas, la agricultura es sexista ya que está representada por los llamados “hombres del campo”, que ocupan los altos cargos en las entidades gremiales de ese sector y en el Ministerio de Agroindustria, lo que deja a las mujeres fuera de las esferas donde se toman las decisiones del ámbito rural. Es por ello que, con una postura ecofeminista, estas mujeres se proponen generar instancias de representación y poder dentro y fuera de la familia para cambiar las estructuras que las oprimen y mejorar su acceso a formaciones, ingresos económicos, alimentos sanos, salud y un ambiente no contaminado. Por eso las mujeres del consorcio forman parte de su comisión directiva, toman decisiones y hacen oír su voz.[3]

Asimismo, para ser escuchadas, estas mujeres han llevado acciones directas en contra del modelo de producción actual (decidido por hombres). En 2008 cortaron las vías del ferrocarril Belgrano Cargas, que lleva la soja desde las zonas productoras hacia el puerto de San Lorenzo, pues las mujeres de La Verdecita denunciaron que “el tren de la soja es el tren de la trata”. Convencidas de que en los territorios devastados por el monocultivo se refleja la apropiación de la vida y los cuerpos de las mujeres, expresaron en esa oportunidad: “La región se convirtió en un gran desierto verde regado de veneno. Nos plantamos y luchamos como hacemos las mujeres en todos lados donde el hambre de ganancia pone en riesgo la posibilidad de todo tipo de vida” (Ercolano, 2009).

Desde la agroecología

Este colectivo asocia la lucha de las mujeres con la agroecología, que define así:

[Es] un nuevo paradigma de vida y producción, [que] cuestiona los pilares del capitalismo patriarcal, que las mujeres, y el feminismo en particular, hemos desnudado en nuestras luchas: androcentrismo, etnocentrismo y antropocentrismo, o sea, el mundo concebido desde la centralidad de un ser humano varón, blanco, burgués, masculino y heterosexual.

No se trata de una propuesta técnica, sino de una “nueva (vieja) forma de concebir el mundo y las especies que habitamos en él y es la alternativa a los problemas del hambre, la pobreza, la degradación medioambiental, las desigualdades sociales, con énfasis en el cambio necesario en las relaciones de género” (Ziliprandi y Zuloaga, 2014).

Para este colectivo, la agroecología también es un movimiento antiglobalización ya que promueve “producciones cercanas a las comunidades, revaloriza todas las actividades de cuidado y se opone a las jerarquías de saberes, porque la única construcción posible es la colectiva”. Por estas razones “la agroecología, como movimiento, como ciencia, como nuevo paradigma, nos presenta un nuevo cauce donde encontrar las respuestas”.[4]

Otras formas de producir, transformar, comercializar y formarse

En cuanto a la producción, en la granja se establecen días de trabajo colectivo en los que se comparten las tareas productivas y de transformación de los alimentos, tales como la preparación del suelo, la siembra, la cosecha, la faena de animales y la elaboración de dulces y conservas. Se producen hortalizas, cereales y oleaginosas a pequeña escala; se crían animales menores como patos y gallinas; se producen miel, aceite y conservas. Todas estas actividades reflejan la mixtura entre saberes técnicos y prácticas campesinas, incluyendo la observación meticulosa de los cultivos, prácticas agroecológicas propias tales como la asociación y rotación de cultivos, barreras y cercos vivos, plantas trampa, aromáticas y cobertura de suelo, entre otras. Con estas prácticas, “transitan por un proceso de profundización y afianzamiento de la producción agroecológica”.[5]

La comercialización se realiza a través de encargos de particulares, ferias mensuales en la misma granja y una vez por semana en el mercado Progreso de la ciudad de Santa Fe, bajo la consigna “De la huerta a la cocina”. Además de vender alimentos y artesanías elaborados en la granja, comercializan artículos de otros y otras productores agroecológicos que forman parte del consorcio.

Imagen 2. “De la huerta a la cocina”. En el mercado Progreso, se venden alimentos y artesanías elaborados en la granja y productos de otros y otras productores agroecológicos. Fuente: santafeciudad.gov.ar.

Respecto a la formación, desde el año 2010 funciona en la granja la Escuela Vocacional Agroecológica (EVA),[6] una instancia no formal de capacitación nacida por iniciativa de las integrantes de la granja, a la que concurren los y las integrantes del consorcio y cualquier otro productor, mujer o varón, que quiera formarse. Impulsado por la EVA, se dicta un curso de promotores/as en agroecología a través de emisoras de radio de la provincia de Santa Fe.[7] La escuela tiene distintas instancias de formación: capacitación en prácticas agroecológicas, un espacio académico de investigación e intercambio y otro de asociativismo y gestión cooperativa.[8]

En articulación con otras organizaciones, La Verdecita ha colaborado en la organización de instancias formativas y de intercambio entre mujeres, como el encuentro Orgullosamente Dignas en 2007, que reunió a mujeres participantes en conflictos socioambientales de cuatro provincias de la Argentina con el fin de intercambiar experiencias y realidades, además de fortalecerse como mujeres productoras en su andar organizativo. La granja fue también sede de los Encuentros Latinoamericanos de Mujeres Rurales y Urbanas por la Soberanía Alimentaria de 2005 y 2008, así como de la Cátedra Abierta y Permanente: Mujeres y Economía en 2009.

Mujeres hacia la soberanía alimentaria

Muchas mujeres como las verdecitas construyen cotidianamente ese otro paradigma que defiende la vida en el planeta, la liberación de las mujeres y la desmercantilización de la naturaleza. Y es en ese paradigma donde nace la posibilidad de la soberanía alimentaria, que no puede prescindir de los aportes que pueden y deben hacer las mujeres, constructoras y guardianas de conocimientos sobre conservación de las semillas nativas, los suelos, la biodiversidad y tantos otros saberes que han sido transmitidos generacionalmente y que se proponen ni más ni menos que abrir caminos hacia la gestión de la vida. Las mujeres y la naturaleza se rebelan contra el sistema capitalista, patriarcal y colonial, y apuestan por la agroecología, el ecofeminismo y la soberanía alimentaria para derrotar el modelo agroindustrial que se empeña en uniformar nuestra vida. En esto creen las verdecitas, que defienden, con su práctica, la libertad de decidir sobre nuestro territorio y nuestro cuerpo. Para ellas, la soberanía alimentaria no es una utopía lejana, sino una práctica cotidiana y colectiva, y es la alternativa a las desigualdades sociales, la destrucción de la naturaleza y la opresión de las mujeres.

La nota fue publicada en Enero de 2018

Bibliografía

Ercolano, C, 2009. “La voz de la tierra”. Página 12, suplemento Las 12, 6 de marzo.

Ziliprandi, E., y G. P. Zuloaga (coords.), 2014. Género, agroecología y soberanía alimentaria. Perspectivas ecofeministas. Barcelona, Icaria.

[1] El ecofeminismo enfoca su mirada en los sistemas opresivos en relación con el sexo-género y en la dominación de la naturaleza por los seres humanos (Ziliprandi y Zuloaga, 2014).

[2] En uno de los documentales del Programa Argentina Sustentable y la Fundación Ecosur, de la serie “Mujeres en conflictos, sustentabilidad ambiental en Argentina desde la perspectiva de género”, ellas cuentan su historia. Véase:  https://www.youtube.com/watch?v=WC2j8kYeK4M#action=share

[3] Véase:  http://www.todasantafe.com.ar/

[4] Véase:  http://laverdecita.blogspot.com.ar

[5] Véase el documento “La Verdecita: haciendo camino hacia la agroecología”:  http://www.unosantafe.com.ar

[6] Sobre la inauguración de la EVA en 2010, véase:  https://www.pagina12.com.ar/

[7] Sobre los proyectos de la EVA de este año, véase la entrevista a Chabela Zanutigh:  https://www.youtube.com/watch?v=3_Ck539X_qQ

[8] Para profundizar en estas distintas instancias de formación, véase:  http://escuelaeva.blogspot.com.ar/

Patricia Agosto es integrante del Equipo de Educación Popular Pañuelos en Rebeldía, Buenos Aires, Argentina. E-mail:  moc.liamg@otsogaotap

Fuente: Ecología Política

Temas: Agricultura campesina y prácticas tradicionales, Feminismo y luchas de las Mujeres

Comentarios

08/02/2019
La Verdecita, por Tere Malalan
Gracias, muchas gracias por hacer presente a la querida Chabela, en una nota tan hermosa y tan clara