Nyéléni: apuesta por la esperanza
En un mundo marcado por el avance del autoritarismo, la crisis alimentaria, sanitaria y climática y el despojo de los bienes comunes, los movimientos que integran el proceso Nyéléni reafirman algo radical: la esperanza. Una esperanza organizada, colectiva, tejida desde los territorios y anclada en la convicción de que la soberanía alimentaria sigue siendo el camino hacia la justicia social, ecológica y digital.
El proceso Nyéléni, nacido hace casi dos décadas como una confluencia de movimientos campesinos, indígenas, feministas y urbanos, ha vuelto a encontrarse, esta vez en Kandy, Sri Lanka, para dar un paso más: acordar una Agenda Política Común que articule luchas diversas frente a las múltiples crisis del capitalismo global. Esa agenda, lejos de ser un listado de demandas, se constituye en un mapa político que expresa la madurez de un movimiento internacional que no se limita a resistir, sino que imagina y construye alternativas sistémicas.
Un momento histórico de confluencia
El encuentro de Kandy marcó un punto de inflexión. Tras años de fragmentación y aislamiento forzados por la pandemia, la reunión presencial permitió retomar el pulso colectivo de la articulación global por la soberanía alimentaria. Participaron representantes campesinos y campesinas, de pesquerías artesanales, pueblos indígenas, trabajadores rurales, ambientalistas, consumidores, pueblos pastores y recolectores, migrantes, activistas contra el racismo, por la justicia digital y por la medicina social, y el derecho a la salud para todos y todas; mujeres y jóvenes de todos los continentes.
En Kandy se vivió un ejercicio político de escucha, memoria y estrategia. Se recuperó la historia de Nyéléni como proceso y no como evento. Desde el histórico foro de Selingué, Mali, en 2007, donde se consolidó la definición de soberanía alimentaria, hasta las múltiples convergencias regionales y sectoriales que siguieron, el espíritu de Nyéléni ha sido siempre el de articular la diversidad sin perder el horizonte común.
En este nuevo ciclo, esa articulación se enfrenta a un contexto más complejo: la concentración corporativa sin precedentes, la financiarización de la naturaleza, la crisis alimentaria y sanitaria, la digitalización del campo, las nuevas formas de colonialismo verde, la deuda y las guerras. Frente a ello, el proceso Nyéléni reafirma que las soluciones reales al hambre, la crisis climática y el genocidio no vendrán de las corporaciones ni de los mercados de carbono, sino de los pueblos organizados.
La esperanza como práctica política
“Nyéléni apuesta por la esperanza” no es una consigna vacía. Es una decisión política que se traduce en acción. En los debates de Kandy, la esperanza se redefinió como una forma de resistencia activa, una fuerza que desafía la desesperanza inducida por los sistemas de dominación.
Esa esperanza se expresa en múltiples niveles: en las luchas locales por la tierra, el agua y las semillas; en las redes globales que enfrentan la privatización de la naturaleza; y en los procesos de formación política que fortalecen la conciencia colectiva. La esperanza, entendida así, no es un sentimiento individual, sino una herramienta para construir poder popular.
En la Agenda Política Común, este enfoque se plasma en tres grandes dimensiones: la acción colectiva, la convergencia de luchas y la transformación sistémica.
Acción colectiva: de lo local a lo global
El primer pilar de la Agenda es la acción colectiva. No se trata de coordinar de manera burocrática, sino de potenciar la capacidad de los pueblos para actuar simultáneamente en distintos niveles. La insistencia en que la acción global no debe desvincularse de las realidades locales, pues lo global es el reflejo de las luchas territoriales.
De ahí que la Agenda proponga una lectura multiescalar de la acción política: desde las asambleas comunitarias hasta los foros internacionales, pasando por los espacios nacionales y regionales donde se definen políticas agrarias, ambientales y digitales.
En este marco, los movimientos acordaron relanzar días internacionales de movilización y solidaridad, fortalecer las campañas contra el acaparamiento de tierras, la privatización de los servicios de salud, el control corporativo de las semillas y la mercantilización del agua, y desarrollar una formación política común que articule saberes feministas, antirracistas y agroecológicos.
La acción colectiva se concibe, así, como una práctica integral: sembrar, cuidar, resistir y comunicar desde los territorios, conectando cada lucha con una visión global de transformación.
Convergencia de luchas: tejer desde las diferencias
El segundo pilar es la convergencia. En tiempos donde la fragmentación y la competencia dividen incluso a quienes resisten, Nyéléni apuesta por tejer alianzas amplias sin diluir identidades. La convergencia implica el reconocimiento mutuo entre movimientos con trayectorias diversas pero objetivos compartidos.
En Kandy, este principio se tradujo en un compromiso explícito: reforzar los espacios de convergencia existentes, tanto dentro del proceso Nyéléni como en articulaciones hermanas, y respetar los acuerdos alcanzados colectivamente. Las organizaciones reafirmaron su apoyo a los espacios de convergencia global y regional, como los que impulsan la agroecología, la atención integral a la salud primaria, la justicia climática y la soberanía tecnológica.
Las nueve áreas de acción definidas en Kandy reflejan esa diversidad: desde la defensa de los territorios y las semillas, hasta la lucha contra el imperialismo, la guerra, el patriarcado y el racismo estructural. Cada una de ellas conecta con otras luchas: la digitalización de la agricultura con la justicia de datos; la mercantilización de la naturaleza con las falsas soluciones climáticas; la precarización laboral con las economías populares y feministas.
Nyéléni entiende que la esperanza no se construye en soledad, sino en la confluencia de quienes resisten en distintos frentes.
Transformación sistémica: cambiarlo todo
El tercer pilar de la Agenda es la transformación sistémica. La soberanía alimentaria no es una política sectorial ni un eslogan. Es una propuesta de reorganización profunda de las relaciones entre pueblos, naturaleza y economía.
Desde esta perspectiva, los movimientos que integran Nyéléni no se limitan a pedir reformas: buscan cambiar las reglas del juego. Proponen una economía centrada en la vida y no en el lucro, donde la alimentación deje de ser una mercancía y vuelva a ser un derecho y una práctica cultural.
Esto implica desmontar los pilares del sistema actual: el libre comercio, la agricultura industrial y la financiarización de la naturaleza. Pero también significa crear alternativas concretas: redes de producción y consumo local, mercados solidarios, sistemas de conocimiento comunitario y tecnologías apropiadas.
Los movimientos alertan sobre el avance de las grandes corporaciones digitales (Bayer, Microsoft, Amazon, Alphabet) en la captura de datos agrícolas y la reconfiguración del campo bajo lógicas de vigilancia y control. Frente a ello, se plantea la necesidad de una gobernanza de los datos basada en la justicia, la transparencia y la autodeterminación de los pueblos.
Así, la Agenda Política Común vincula la soberanía alimentaria con la justicia digital, reconociendo que la lucha por la tierra y las semillas hoy incluye también la defensa de la información digitalizada y de los espacios digitales.
Feminismo, juventud y memoria
La fuerza del proceso Nyéléni reside en su diversidad. Las mujeres, las diversidades y los jóvenes ocupan un lugar central no sólo como sujetos de derechos, sino como portadores de saberes, liderazgos y nuevas narrativas.
El feminismo popular atraviesa toda la Agenda. No se trata de añadir una “perspectiva de género”, sino de reconocer que sin feminismo no hay transformación posible. Las luchas contra la violencia patriarcal, la división sexual del trabajo y la mercantilización de los cuerpos están intrínsecamente ligadas a la defensa de la vida y los territorios.
Del mismo modo, la juventud es vista como una fuerza política transformadora. No sólo como relevo generacional, sino como protagonista de las nuevas formas de organización, comunicación y resistencia. En Kandy, las y los jóvenes plantearon la urgencia de repolitizar la esperanza, de imaginar futuros que no repitan los errores del pasado.
La memoria también juega un papel vital. Recordar a quienes sembraron antes, a las luchas campesinas, a los pueblos originarios, a las mujeres que resistieron el hambre y la guerra, es una forma de reafirmar la continuidad de un proyecto histórico. En palabras de una participante africana: “No empezamos de cero; somos la continuación de una larga historia de dignidad”.
Comunicación y formación: construir relato y conciencia
La Agenda reconoce que la comunicación popular y la formación política son estrategias fundamentales.
En un contexto de saturación informativa y manipulación mediática, contar nuestras propias historias se vuelve una tarea política. Las radios comunitarias, los medios alternativos, las redes feministas y campesinas son herramientas para contrarrestar el relato hegemónico del agronegocio y el tecnosolucionismo.
Paralelamente, la formación política busca fortalecer la conciencia colectiva. Un proceso de aprendizaje mutuo donde se combinan saberes académicos, ancestrales y de lucha. La propuesta de crear escuelas políticas de Nyéléni busca precisamente eso: un espacio donde las nuevas generaciones puedan formarse en los principios de soberanía alimentaria, feminismo popular y justicia ecológica.
Internacionalismo y solidaridad: un horizonte común
El espíritu internacionalista sigue siendo el alma del proceso Nyéléni. En un contexto de guerras, genocidios y muros, los movimientos reafirman que la solidaridad entre los pueblos es la única salida posible. Palestina estuvo en el corazón del encuentro cada día.
Por eso, la Agenda propone una Jornada Mundial de Movilización contra el imperialismo, la guerra y el uso del hambre y la destrucción de los sistemas de salud como armas, así como un Día Nyéléni anual que celebre la vida y la resistencia desde los territorios. Actos de construcción de poder colectivo, de afirmación de que los pueblos del mundo pueden coordinarse para defender la vida frente a la devastación.
Apuesta por el futuro
Nyéléni apuesta por la esperanza porque cree en la posibilidad real de un cambio sistémico. Esa esperanza se siembra en cada huerta comunitaria, en cada escuela campesina, en cada centro de salud comunitaria, en cada alianza internacional. Es una esperanza que actúa, transforma y se multiplica.
Como dijo una de las participantes en Kandy, “la esperanza es el acto más revolucionario cuando todo nos empuja a rendirnos”.
Hoy, Nyéléni nos recuerda que la soberanía alimentaria no es solo un derecho o una política: es una forma de vida, una ética y una promesa colectiva de futuro.
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