Biodiversidad, sustento y culturas #126
"Nuestra revista seguirá esforzándose por apoyar lo que hoy es el trabajo común más urgente. Seguiremos entregando información veraz, resaltando los miles de ejemplos de lucha valiente que los pueblos y sus organizaciones continúan desplegando, desenmascarando las formas de acción del capital transnacional y la violencia criminal, apoyando las muchas formas de resistencia que hoy se construyen. Los tiempos son oscuros, pero el futuro sigue siendo nuestro".
 
        
        
    
    
    
Los pueblos del mundo vivimos tiempos oscuros. Se desata contra nosotros la violencia sin límites, sin reglas, sin pudor ni vergüenza. A las guerras de exterminio de Palestina, Sudán, Congo, se suma el despliegue abierto de la violencia del crimen organizado en Haití, en Centroamérica y en la Amazonía. Las dictaduras de facto de El Salvador y Ecuador continúan reprimiendo y asesinando con la complicidad del narco, mientras se acusa de narcos a otros gobiernos, los parlamentos controlados por la extrema derecha impiden los cambios que los movimientos sociales exigen en Bolivia, Brasil y Colombia, la violencia militar y paramilitar se despliega sin tapujos contra comunidades campesinas e indígenas en Brasil, Colombia, México, Ecuador, Perú y Paraguay.
Ser parte de iniciativas golpistas es premiado con el Premio Nobel de la Paz, Estados Unidos reprime y viola los derechos de los migrantes, asesina pescadores en el Caribe, mientras acaba con cualquier vestigio de una prensa libre. Los derechos laborales retroceden un siglo en Grecia y los dueños de las grandes empresas exigen que el retroceso se haga general. La Unión Europea busca eliminar las mínimas precauciones al avance de los pesticidas, el discurso del libre comercio ya no se sostiene y se utiliza el comercio
internacional abiertamente como arma de opresión y guerra. La destrucción ambiental sigue, el agua se concentra en manos de la minería y los centros de datos. Mientras, comunidades enteras no pueden seguir cultivando por falta de agua, la crisis climática  se acerca a un punto de no retorno, la pobreza sigue creciendo y la concentración del capital y la riqueza se acelera de manera agresiva y grosera.
Frente al horror y el crimen, los gobiernos del mundo y la inmensa mayoría de los organismos internacionales, especialmente quienes se supone sustentan la ley, el orden y la democracia, nada hacen. Literalmente hemos visto el asesinato de cientos de miles de personas, sabemos que el crimen organizado se ha apoderado de territorios extensos y de muchos gobiernos, pero el silencio es ensordecedor y la inacción es aterradora. El mensaje parece claro: se acabó la era del capitalismo de las buenas maneras. Ya no hay derechos consagrados, ya no hay reglas que respetar, los poderosos ya nada prometen, sólo ofrecen violencia, miseria y represión, porque el capital necesita acceder sin restricciones a los minerales, al agua, a la tierra, a la mano de obra subyugada.
¿Qué podemos hacer los pueblos frente a esto? Hoy más que nunca debemos juntar fuerzas y protegernos. Unirnos, organizarnos, movilizarnos, defender las iniciativas locales y desde las bases, al tiempo de juntar fuerzas con otros a nivel nacional e internacional, proteger y mantener la producción de alimentos, proteger las aguas y los territorios, defender los bienes y patrimonios comunes y colectivos, exigir nuestros derechos hasta que sea imposible pisotearlos o ignorarlos, trabajar para que los jóvenes desenmascaren el neofascismo y finalmente reconstruyamos y afiancemos la esperanza, la dignidad, la solidaridad. Y que fortalezcamos las resistencias.
Todos los días, las comunidades y organizaciones del campo, que construimos y defendemos continuamente el territorio, ponemos esa esperanza en la tierra a través de las semillas que han florecido nuestra identidad histórica y cultural durante milenios. Nuestros ancestros y abuelos nos enseñan, desde la constancia, a mantener los pies y las manos en la tierra, “porque la cabeza piensa donde los pies pisan”.
Eso nos ha generado un vínculo inquebrantable con la tierra, que a su vez nos orienta la forma de luchar y resistir desde el ritual constante de la siembra y la cosecha, en todas las dimensiones posibles. Entendemos que en cada terruño, en cada país y en cada continente las siembras que hacemos tienen procesos y desafíos. Pero están echando raíces en la formación popular de todo tipo. Cada vez tenemos más escuelas campesinas con pertinencia territorial.
Crece nuestra siembra colectiva con la cultura y las artes en manifestaciones que hacen florecer la reforma agraria integral y popular en los territorios agroecológicos que aparecen en todas partes y que intentan impulsar transformaciones estructurales de varios países.
Ante las crisis globales, pretendemos la cosecha de la soberanía alimentaria, de la mano de todas las luchas de los pueblos, con el anhelo de logros constantes: seguir recuperando la tierra y repartirla entre las comunidades del campo, seguir sembrando y enfriando el planeta desde la organización popular y el trabajo colectivo. Y que con la esperanza viva aseguremos un futuro a la humanidad.
Nuestra revista seguirá esforzándose por apoyar lo que hoy es el trabajo común más urgente. Seguiremos entregando información veraz, resaltando los miles de ejemplos de lucha valiente que los pueblos y sus organizaciones continúan desplegando, desenmascarando las formas de acción del capital transnacional y la violencia criminal, apoyando las muchas formas de resistencia que hoy se construyen. Los tiempos son oscuros, pero el futuro sigue siendo nuestro.
CONTENIDOS
En los próximos días se subirán los artículos de manera independiente.
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