Soja y agronegocios en la Argentina: la crisis del modelo

Idioma Español
País Argentina

"El boom de la soja transgénica ha causado la especialización del país en la producción y exportación de unos pocos productos primarios sujetándolo, como en ningún período anterior, a los vaivenes de la economía mundial. De haber sido un importante proveedor de carnes y cereales a la economía mundial durante gran parte del siglo XX, y siendo autosuficiente de los alimentos que consumía su población, en la actualidad la Argentina, al propender hacia el monocultivo de la soja, tiende a perder esa calidad. La doble cosecha trigo-soja, ha desplazado a la ganadería como actividad de rotación incluyendo a los tambos y a gran parte de los cultivos industriales del interior.. Todo ello contribuye a deteriorar la seguridad alimentaria."

Introducción

Tuvo que producirse el conflicto agrario del 2008 para que la “cuestión agraria” y el “modelo sojero” que la involucra fueran puestos sobre la mesa del debate. En efecto, así como la crisis del 2001/2002, en especial la rebelión del 19/20 de diciembre del 2001 y la consiguiente devaluación y el default sobre la deuda externa pusieron en jaque la aplicación del modelo neoliberal en el país, el paro agrario de estos últimos meses trajo a la luz aspectos esenciales del modelo agrario actualmente en vigencia, aspectos que durante muchos años fueron invisibilizados para gran parte de la opinión pública.

Sin embargo, el conflicto en sí entre el “campo” (en realidad una parte del campo) y el gobierno por las retenciones no es necesariamente un conflicto en torno del “modelo agrario”: ni la “mesa de enlace”, ni el gobierno cuestionan seriamente el modelo sojero o del agronegocio actualmente en vigencia. El conflicto tuvo que ver con la lucha por las retenciones, con cómo se reparten las rentas generadas por el alza de los precios internacionales de los commodities entre cada una de las partes. Y si bien se planteó la necesidad de tomar en consideración a medianos y pequeños productores (fundamentalmente sojeros) y de considerar el problema de la leche, la carne y las economías regionales, ninguno de estos aspectos involucran una consideración crítica sobre aspectos esenciales del modelo. Ello es grave porque es difícil vislumbrar una política de redistribución de los ingresos en el nivel nacional como la que, por lo menos en la retórica. propicia el gobierno sin que se consideren cambios esenciales en la conformación del modelo agrario.

En este trabajo nos proponemos presentar algunos de los elementos que describen al modelo del agronegocio en cuestión. No cabe duda que tiene que ver con la extrema sojización que se produjo desde los años ´70 a esta parte, y especialmente desde mediados de los años ´90 cuando se aprueba la difusión de la soja transgénica en el país. El modelo, como señalamos en diversos trabajos, tiene que ver con políticas neoliberales aplicadas al sector agropecuario y al sistema agroalimentario en su conjunto. Tras presentar algunos datos que describen la importancia de la sojización que se manifiesta en el país nos proponemos mostrar cómo este proceso se relaciona con el sistema de agronegocios que se fue conformando en estos años, y cuáles son algunos de los principales actores económicos que lo integran. Por último planteamos algunos de los efectos de este modelo que consideramos no han sido lo suficientemente explicitados en el debate que se ha presentado en meses recientes.

Neoliberalismo y sector agrario

Desde los años ´70 a esta parte se produce un intenso proceso de sojización en el país, basado en la preeminencia de la producción de soja en detrimento de otros productos agropecuarios. Se trata de un modelo que adquiere un cariz muy especial a mediados de los ´90 cuando se libera al mercado la soja transgénica. A partir de entonces la Argentina se transforma en uno de los principales países del Tercer Mundo en el que se cultivan transgénicos.

La soja en nuestro país crece en forma espectacular. La producción de esta oleaginosa pasa de 3,7 millones de toneladas en 1980, a 11 millones en 1996/97 y a 47,5 millones en 2006/2007. Fue así como pasó de representar el 10,6% de la producción granaria total en 1980/81 a mas del 50 % en 2006/2007. Entre 1996/97 y 2006/2007 91,7% del aumento de la producción de granos en el país correspondió a la soja. El auge de la soja se manifiesta también en la superficie destinada a este cultivo. Si bien cuando se libera al mercado la semilla transgénica en el año 1996 se destinaba 20% de la superficie granaria total a este cultivo, en la actualidad más del 53% del territorio destinado a los granos se destina al mismo. Asimismo, el cultivo de la soja es en su casi totalidad transgénica, y más del 90% de su producción se exporta.

Tras la devaluación del 2002 y el alza de los precios internacionales de la soja y de otros commodities se produce un aumento continuo del valor total de las exportaciones de éstos items. En este último año se exportó aceite de soja por 4.275 millones de dólares, harina y pellets por 5.762 millones y poroto de soja por 3.428 millones; todos estos productos sumaron en total 13.602 millones de dólares representando el 24,4% del valor total de las exportaciones de la Argentina. El valor de las las exportaciones de soja en 2007 aumentó con relación a 2006 en un 52.3%; este aumento se debió no sólo a mayores volúmenes exportados sinó fundamentalmente al alza significativo de sus precios. Otros commodities también se orientaron en forma creciente a la exportación. En el año 2007 el trigo representó 4,3% de las exportaciones totales (en el 2002 representaba el 3,6%), el maíz el 4,1%, la carne el 2,7% y los productos láceos el 1,2%.

Dichos procesos operan en el marco de arreglos institucionales que facilitaron la consolidación de un sistema de agronegocios en el país. Se trata de un sistema que propicia el control por parte de grandes empresas transnacionales de sectores clave del sistema agroalimentario argentino: la provisión de semillas e insumos, la compra de tierras en algunas regiones, el control del procesamiento industrial (la industria alimenticia) y la comercialización de la producción, tanto para el mercado interno (super e hipermercados) como para la exportación.

Estas empresas asumen una lógica muy distinta a la lógica agroindustrial de antaño. Como señala Giarracca, “este era un país de chacareros, de cooperativas, de industrias nacionales, de cadenas agroindustriales, tanto en los frigoríficos como en las harinas: Terrabusi o Bagley, por ejemplo eran algunas de las viejas empresas nacionales que estaban en la cadena agroindustrial y les iba bien”. Había una lógica orientada a exportar pero también de producir alimentos orientados al consumo popular masivo.

Todo ello comenzó a cambiar durante la dictadura militar, y se enmarca en la globalización y el predominio del capital financiero: surge un nuevo régimen de acumulación para el agro y el sistema agroalimentario en su conjunto en el que opera la lógica de los agronegocios. Estas grandes empresas transnacionales o transnacionalizadas a que hacemos referencia van definiendo cada vez mas aspectos esenciales de la política agropecuaria. Un hito importante es el decreto de desregulación del año 1991 que eliminó de cuajo todas las juntas reguladoras de la actividad agropecuaria – la Junta Nacional de Granos, la Junta Nacional de Carnes, entre otras – que operaban desde los años ´30 a esta parte. De golpe el agro argentino se transformó en uno de los más desregulados del mundo sujeto como ningún otro a los vaivenes de la economía mundial. Se trata de producir commodities orientados a la exportación, basándose en “tecnología de punta” y en grandes unidades productivas. Debían desaparecer 200.000 explotaciones agropecuarias consideradas ineficientes.

Durante la dictadura el banco de semillas del INTA se desmontó, y ese conocimiento pasó a las corporaciones que llegaban al país. Se abrió el banco genético de la biodiversidad y se empezó a compartir con las multinacionales. Se manifiestan nuevas revoluciones tecnológicas, primero los híbridos, luego los transgénicos, ambos dominadas por grandes empresas. El productor agropecuario que siempre reprodujo su propia semilla ahora se ve inducido a comprarla año tras año a las transnacionales. Además, son semillas que van acompañadas por paquetes tecnológicos, por ejemplo, la siembra directa, que requieren grandes cantidades de agrotóxicos para matar la maleza, y maquinaria y equipo no siempre accesibles para medianos y pequeños productores.

Se flexibilizan las leyes de arrendamiento mediante el nuevo contrato por una cosecha, y surge la figura del contratista, con o sin tierra propia. Se privatizan los silos y los puertos y se va configurando un nuevo complejo agroexportador dominado por las grandes exportadoras, que tallan cada vez más fuerte en el panorama agrario nacional. Luego están los grandes productores agropecuarios, y surgen los pool de siembra, fideicomisos que arriendan y contratan a contratistas para llevar a cabo el proceso productivo.

En el resto del sistema agroalimentario la industria alimentaria se extranjeriza en su casi totalidad y crecen significativamente los supermercados e hipermercados, en donde el capital extranjero talla fuerte.

Actores económicos y sociales del agronegocio

Tras la crisis y devaluación del 2002 y el boom de los precios de los commodities en los mercados internacionales se intensifica el modelo del agronegocio y la crecente sojización del país. Se intensifica el accionar de los pooles de siembra, de los grandes sojeros, y cobra mayor fuerza aun el modelo agroexportador liderado por grandes exportadoras aceiteras y cerealeras.

Quizás uno de los actores económicos más importantes del modelo lo constituyen éstas grandes exportadoras lideradas por Cargill, Bunge Argentina, LCD Argentina (Dreyfus); Aceitera General Deheza, y Nidera, entre otras. Paulatinamente aumentan su posición en la escala de empresas exportadoras. En la actualidad son empresas que se encuentran entre las 10 principales exportadoras del país (acompañadas por YPF-Repsol, Minera Alumbrera y Teneris Siderca). En el 2007 exportaron por un total de 14 mil millones de dólares 26,6 por ciento de las exportaciones totales. Las aceiteras y cerealeras son demandadas por el fisco por una presunta evasión de 1783 millones de dólares por retenciones no pagadas.

Uno de los nuevos actores económicos que aparecen en el panorama agrario del país y que se vinculan con el sector financiero son los pooles de siembra. Estas arrancan a principios de los noventa. Al comienzo sólo integran a productores agropecuarios que necesitaban “ganar escala para sobrevivir”. Según informantes del sector, con el boom del campo (y el alza en las cotizaciones internacionales de los granos) los pooles de siembra “se transformaron en una alternativa cada vez más atrayente para una serie de inversores,” inclusive extra agropecuarios. En los últimos años, se refinó el marco legal y su seguridad jurídica a través de la figura del fideicomiso. Es difícil saber la cantidad de hectáreas que se trabajan bajo esta forma de organización agroempresaria. En un informe realizado por Aacrea hace algunos años, se estimaba que la superficie controlada por los pooles de siembra se había quintuplicado (de 400.000 hectáreas en 1997, a 2 millones en el 2002). Sin embargo no existen datos fehacientes al respecto, aunque puede presumirse que a raiz del boom de la soja estos fideicomisos se habrían multiplicado substancialmente.

Por otra parte, hay pooles de siembra y hay fondos de inversión que son más grandes que los pool se siembra. Los grandes productores, como Grobocopatel, también tienen sus pooles de siembra. Hay mucho operadores financieros que reunen fondos de diversas fuentes para invertir en el campo y que actúan anónimamente. “El que antes apostaba a la renta financiera, ahora lo hace en el campo” (Giarracca, 2008).

Los pools de siembra se combinan con el nuevo contratismo (los contratos por una cosecha) que cobra intensidad en años recientes. En este contexto un nuevo actor social y económico es el rentista. Muchas veces tiene pocas hectáreas, y poco capital para tecnología o para comprar el equipo necesario para plantar soja. Como consecuencia arrienda su tierra y se va a la ciudad. O sea, no sólo son los grandes los que arriendan parte de su tierra para plantar soja, también están los pequeños que se transforman en rentistas, contribuyendo de este modo a que nuestro agro se transforme en una “agricultura sin agricultores”.Tanto los pooles de siembra como las grandes empresas agropecuarias que se dedican de lleno a este negocio, son también algunos de los principales beneficiarios del boom de la soja de los últimos tiempos.

Tomemos el caso de Los Grobo. Según información periodística esta empresa posee 17.700 ha propias, pero cultiva en total mas de 150 mil.Acopia un millon y medio de toneladas y comercializa 112 mil de harina. En su conjunto las empresas del holding facturan cerca de 200 millones de dólares anuales. Asimismo, los Grobo está presente en Uruguay, Paraguay y Brasil. El objetivo es sembrar cerca de 400 mil ha en el Mercosur (Página12, 29/3/08). Gustavo Grobocopatel afirmó que en Argentina hay muchos productores agropecuarios más grandes que él: “los cinco o seis productores más grandes de la Argentina producen en 500.000 hectáreas” (Clarín, 08/07/08) . Otras grandes empresas son: Adecoagro (es la empresa del magnate George Soros que tiene 225.000 hectáreas en Argentina, Uruguay y Brasil), o El Tejar (trabaja más de 150.000 hectáreas en estos países). . A continuación se presenta un listado algunas grandes empresas o pooles de siembra (no todos grandes) recopilados por Neil P. Richardson de la Universidad de California en base a un listado de La Nación. Richarson también entrevistó a muchos de los directivos de estas empresas.(1)

Los Grobo;
Cresud (IRSA, Elsztain);
Adecoagro; Adeco Agropecuaria SRL (Soros);
Calyx Agro (Dreyfus);
El Tejar (Oscar Alvarado);
MSU: Manuel Santos de Uribelarrea;
Olmedo Agropecuaria (Alfredo Olmedo);
Estudio Cazenave: Santiago Casares y Eduardo Serantes, responsables del Fondo Agrícola de Inversión Directa (FAID);
Nidera;
AGD;
Rodrigué-Fogante, La Redención-Sofro: (Marcos Rodrigué, Rogelio Fogante, Germán Fogante);
Liag Argentina, de la familia australiana Kahlbetzer;
Compañía Argentina de Granos, de Adelaida María;
Luis Riopedre, de 9 de Julio;
Alfonso Cañón, de Venado Tuerto;
Roberto Peiretti, de Monte Buey ;
Mario Nardone, de Santa Fe;
Víctor Trucco, de Santa Fe;
Gastón Fernández Palma, del sudeste de la provincia de Buenos Aires;
Administración Duhau;
Fernando Rojas Panelo;
José Borleto, del centro de Córdoba
Omar Grazzioli, productor y contratista de Inriville;
Ignacio Lartirigoyen;
La Viznaga. Juan Avellaneda, sur de Santa Fe;
Oscar Faccioli, Espiga SRL;
SA(fideicomiso) Openagro Darío Genua, director;
El Grupo Ceres Tolvas. Fondo: Siembras Asociadas
Familia Lacau;
Agrarius.

Por último, otro de los actores económicos del modelo lo constituye la Monsanto y la semilleras asociadas a esta empresa. En el conflicto actual del campo no participó. Pero tiene pendiente fuertes intereses en torno al cobro de los royalties de la semilla transgénica.

Efectos del modelo, los excluídos.

A lo largo del conflicto agrario, y en los debates que hubo tanto en el Congreso como en los medios, muchos aspectos vinculados al modelo sojero salieron a la luz. Pero no siempre se consideró en el debate los efectos nocivos del mismo. Se siguió haciendo proyecciones a futuro respecto de la oportunidad que podría significar para nuestro país, el responder en el futuro a una creciente demanda internacional de commodities de exportación, incluyendo la soja. Pero salvo algunas presentaciones, persiste la sensación de que fueron pocas las intervenciones que persentaron un análisis crítico del modelo. Y que los efectos negativos, tanto económicos, sociales, culturales, medioambientales y sanitarios, del mismo no fueron considerados como los suficientemente importantes como para impulsar una modificación radical del mismo.

A continuación presentamos algunas acotaciones referidas al modelo.

En primer lugar, el boom de la soja transgénica ha causado la especialización del país en la producción y exportación de unos pocos productos primarios sujetándolo, como en ningún período anterior, a los vaivenes de la economía mundial. De haber sido un importante proveedor de carnes y cereales a la economía mundial durante gran parte del siglo XX, y siendo autosuficiente de los alimentos que consumía su población, en la actualidad la Argentina, al propender hacia el monocultivo de la soja, tiende a perder esa calidad. La doble cosecha trigo-soja, ha desplazado a la ganadería como actividad de rotación incluyendo a los tambos y a gran parte de los cultivos industriales del interior.. Todo ello contribuye a deteriorar la seguridad alimentaria. En efecto, la superficie destinada a la producción sojera aumenta sistemáticamente año tras año, la de otros cultivos no tanto, o cae o se estanca. Esto ocurre con la producción de frutales y el algodón mientras que la cantidad de tambos existentes en el país en pocos años cayó de 30.000 a la mitad.

En segundo lugar, el crecimiento de la soja transgénica ha originado un fenómeno de dependencia del país respecto de las grandes empresas multinacionales. Esto se evidencia en el dominio que ejercen Monsanto y Novartis, que no sólo proveen la semilla, sino también el paquete tecnológico y los agroquímicos para el cultivo de la soja transgénica. En 2003 el glifosato (herbicida fundamental de la tecnología utilizada) facturó en Argentina ventas por 350 millones de dólares, 33% más que en el 2000. Asimismo, Monsanto viene adoptando una serie de acciones para hacer cumplir supuestos derechos de propiedad sobre la patente de la semilla de soja transgénica, que van más allá de lo que cobra por la venta de la semilla. Exige en la actualidad el cobro a los agricultores de las “regalías extendidas” (2 dólares por cada bolsa de 50 Kg sobre las semillas que guardan para uso propio). En otras áreas del sistema agroalimentario, las corporaciones transnacionales controlan gran parte del procesamiento industrial y la comercialización de alimentos.

En tercer lugar, el “modelo” argentino ha contribuído a la desaparición de gran parte de la agricultura familiar y de los trabajadores rurales. Entre los censos de 1988 y 2002 desaparecieron 25% de las explotaciones agropecuarias existentes en el país, o sea, 87 mil explotaciones (86% de las cuáles tenían menos de 200 has y 9% entre 200 a 500 has). En cambio, aumentaron las de más de 500 has (particularmente las de entre 1000 a 2500 has). Este fenómeno, ha convertido al agro argentino en una especie de agricultura sin agricultores. El avance de la soja en el interior del país tiende a desplazar con violencia a campesinos que ocupan tierras amparados en las leyes veinteañales, y a comunidades indígenas que tienen derechos ancestrales sobre sus tierras.

En cuarto lugar, el boom de la soja en Argentina ha estado íntimamente asociado al deterioro ambiental. Además de la irresuelta cuestión acerca de los riesgos del cultivo en gran escala de la soja transgénica en el largo plazo, su auge se ha dado en detrimento de la yunga y de la flora y fauna en extensos territorios del país. Esta expansión también está ocasionando la deforestación de extensas áreas en particular en las provincias del norte, que, al mismo tiempo, está desplazando a campesinos y comunidades indígenas y comprometiendo la biodiversidad del país.

También deben considerarse los efectos perniciosos que ejerce la utilización masiva del glifosato, su rocío masivo por aire sobre comunidades campesinas e indígenas, para la salud humana, así como para las producciones locales de campesinados y poblaciones indígenas.

Por ultimo, dos elementos que pueden contribuir a incrementar la expansión continua del “modelo”: a) los bío-combustibles debido al interés de los Estados Unidos y otras potencias por sustituir el petróleo por otras fuentes energéticas; y b) el papel que comienza a ejercer China en el panorama mundial, una de cuyas expresiones es su gran y creciente demanda de soja. Estas perspectivas pueden impulsar la noción de que Argentina debe continuar siendo un gran productor de soja, los cual también acrecentaría la peligrosa dependencia del país del monocultivo de soja transgénica, y demás consecuencias económicas, sociales, ambientales y sobre la salud del cultivo masivo de este cultivo.

Bibliografía
Giarracca, Norma (2008), “Del agronegocio a las retenciones. Otra gramática sobre el conflicto”. Entrevista publicada en la revista Mu, La vaca. 17/06/2008.
Giarracca, Norma y Teubal, Miguel (Coordinadores) (2005), El campo argentino en la encrucijada. Estrategias y resistencias sociales, ecos en la ciudad. Buenos Aires, Alianza Editorial.
Teubal, Miguel (2006), “Expansión del modelo sojero en la Argentina. De la producción de alimentos a los commodities. Realidad Económica, Nº 220, mayo-junio.

Notas
(1) Neal Richardson, Department of Political Science;University of California, Berkeley ude.yelekreb@rpn / http://npr.berkeley.edu

Fuente: Lavboratorio

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