El agronegocio prepara su asalto a la COP sobre el clima en Brasil
"El pueblo brasileño quizá no lo sepa, pero es quien pagará la mayor parte de este espectáculo corporativo. El evento está organizado por la agencia nacional de investigación agropecuaria, Embrapa, que ya colabora con corporaciones en programas de lavado verde como “ganadería láctea net zero” con Nestlé o “soja baja en carbono” con Bayer".
Durante las últimas décadas, el agronegocio ha abierto camino a golpe de motosierra para convertir a Brasil en el principal exportador mundial de carnes y alimentos para animales. Todas las grandes corporaciones globales de alimentos y agroindustria han cosechado enormes ganancias gracias a este auge, incluidas algunas locales como el gigante cárnico JBS, cuya huella climática rivaliza con la de Bangladesh o España. La combinación de deforestación, acaparamiento de tierras, ganadería extensiva y campos empapados de pesticidas y fertilizantes ha hecho de Brasil un símbolo mundial de destrucción climática. Sin embargo, aunque esta industria representa tres cuartas partes de las emisiones de gases de efecto invernadero del país, el sector está excluido de la ley nacional de carbono.
El agronegocio mantiene un férreo control sobre el Estado brasileño, sea bajo gobiernos de izquierda o de derecha, con Lula o con Bolsonaro. Por eso no sorprende que la COP de este año se esté perfilando como un monumental ejercicio de agrogreenwashing.
El centro de esta operación es una “Zona Agrícola” cercana a las sesiones oficiales de la COP. Mientras el resto lucha por espacio en la abarrotada “Zona Verde”, gigantes de la comida ultraprocesada como Nestlé y PepsiCo y grandes químicas agrícolas como Bayer y Yara tendrán su propio espacio para deslumbrar a las y los delegados. Importantes grupos de lobby, como CropLife y el Consejo de Exportación Láctea de Estados Unidos, también organizarán sesiones, al igual que Bill Gates, cuya fundación —patrocinadora principal de la Zona Agrícola— mostrará a África como la próxima frontera del agronegocio. Netafim, una empresa israelí de irrigación señalada por el Relator Especial de la ONU por su implicación en la ocupación ilegal de tierras palestinas, también participará con una sesión.
El pueblo brasileño quizá no lo sepa, pero es quien pagará la mayor parte de este espectáculo corporativo. El evento está organizado por la agencia nacional de investigación agropecuaria, Embrapa, que ya colabora con corporaciones en programas de lavado verde como “ganadería láctea net zero” con Nestlé o “soja baja en carbono” con Bayer. Incluso el ministerio responsable de la agricultura familiar —que no aplica la reforma agraria por supuesta falta de fondos— figura entre los patrocinadores. Otros gobiernos participantes incluyen Australia, Canadá, Francia, Alemania, Japón, Países Bajos y Reino Unido.
El objetivo no es solo maquillar de verde al agronegocio. Las COP climáticas se han convertido en espacios de negociación de alto nivel, comparables a Davos, y este año el poderoso agronegocio brasileño llega con un enorme acuerdo bajo el brazo.
En la COP28 de Dubái, ya con Brasil elegido como sede de la COP30, el gobierno brasileño anunció un megaproyecto de asociación público-privada de 100 mil millones de dólares para convertir 40 millones de hectáreas de pasturas degradadas en monocultivos de soja y otros cultivos de exportación. El gobierno afirma que estas plantaciones restaurarán el carbono del suelo y que las corporaciones podrán invertir en ellas para compensar sus emisiones fósiles.
Desde entonces, el gobierno y el lobby del agronegocio han enviado misiones a Riad, Pekín y Nueva York para captar inversionistas internacionales para el proyecto, ahora rebautizado como Caminho Verde Brasil. El fondo soberano saudí —propietario de una participación mayoritaria en la cárnica brasileña Minerva— ya ha expresado su interés y está comprando créditos de carbono. También el fondo soberano de los Emiratos Árabes Unidos, Mubadala, a través de una filial brasileña que planta 180.000 hectáreas de macaúba en el Cerrado para producir biocombustibles de aviación dentro del programa. Bancos agrícolas internacionales como Rabobank (Países Bajos) y BTG (Brasil) también se han sumado, comprando tierras para plantar árboles y generar créditos de carbono que luego venderán a Microsoft.
El gobierno busca ahora atraer más inversiones extranjeras ofreciendo participaciones directas en fincas mediante un nuevo instrumento financiero, los Fiagros, que permitiría eludir las restricciones a la propiedad extranjera de la tierra. También están negociando “acuerdos de compra anticipada” con empresas chinas, donde los pagos iniciales se devolverían en soja, azúcar y carne.
Esta nueva “vía verde” no es más que una expansión del viejo modelo del agronegocio brasileño. La venta de tierras deforestadas para convertirlas en cultivos intensivos de soja, caña, eucalipto o ganado incentivará más deforestación, acaparamiento de tierras y desplazamiento ganadero, además de aumentar el uso de agrotóxicos y fertilizantes, con impactos devastadores sobre la salud pública, especialmente en comunidades campesinas e indígenas. Toda la producción será para exportación, y todas las ganancias seguirán en manos de banqueros, terratenientes y accionistas de corporaciones multinacionales. Las emisiones reales seguirán aumentando mucho más y por más tiempo que cualquier carbono que se logre almacenar temporalmente en el suelo.
Si hay esperanza de que esta COP sea diferente, se encontrará a pocos kilómetros de la “Zona Agrícola”, en la Cumbre de los Pueblos, donde las comunidades que han sufrido durante años el auge del agronegocio brasileño se organizan para construir sistemas alimentarios capaces de responder verdaderamente a la emergencia climática y a las demás crisis ambientales, sociales y sanitarias alimentadas por el agronegocio.
Compartimos el siguiente artículo, publicado por el MST, nuestra organización miembro en Brasil, y escrito por GRAIN.
GRAIN es una pequeña organización internacional sin fines de lucro que apoya a lxs pequeñxs agricultorxs y a los movimientos sociales en sus luchas por sistemas alimentarios basados en la biodiversidad y controlados por las comunidades.
Fuente: La Vía Campesina

