Ambientalismo en la mira

Idioma Español
País Argentina

Las corporaciones y sus socios siempre han demonizado las luchas populares en defensa de la salud y el ambiente. Lo que hoy es una novedad es que empiezan a aparecer voces contra el ambientalismo desde otros sectores que se definen progresistas.

En las últimas décadas, ha crecido en la población mundial la conciencia sobre los efectos negativos que ciertos modos de producción generan en el ambiente y en la salud. Nuestro país no escapa a ello y hay muchos ejemplos de lucha que pueden mencionarse: contra las pasteras, contra la megaminería, por los pueblos fumigados, en defensa del agua y de los humedales, etc. En todas ellas, si bien participan organizaciones ambientalistas, ha sido y es central la organización popular. 

Todas estas luchas, por enfrentarse con los intereses de las grandes corporaciones han sido siempre descalificadas y demonizadas por los responsables de los negocios y su socios. Lo que es una novedad en los últimos días es que empiezan a aparece voces contra el ambientalismo desde sectores progresistas. Ello coincide con los anuncios por parte del gobierno sobre avances en proyectos sobre biocombustibles y megagranjas porcinas.

Las repercusiones que ha tenido la reciente sanción de la ley contra la producción de salmones en la provincia de Tierra del Fuego, es un ejemplo de ello. El propio ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, afirmó que la prohibición de la cría de salmones en Tierra del Fuego fue “una decisión equivocada”.

En una nota de Le Monde Diplomatic ( https://www.eldiplo.org/notas-web/hay-que-regular-no-prohibir/), Martín Schapiro dice que “desde el punto de vista económico, la salmonicultura podría haber contribuido a diversificar la matriz productiva de una provincia deficitaria como Tierra del Fuego” y que “hay que regular no prohibir”. Pone como ejemplo a Chile, en donde la exportación de salmones criados intensivamente ha superado a la de cobre, pero no dice nada de los problemas ambientales que ha tenido que enfrentar ese país. Expresa además, que en el caso de Tierra del Fuego “se omiten caminos como la realización de estudios de impacto ambiental, la exploración de la posibilidad de establecer zonas de permisión y de prohibición, de cupos y de controles de escala, o de estudios sobre las medidas de mitigación de riesgos de la actividad”. Pero con ello da cuentas de que esa producción no es muy saludable.

Además, dice: “Recordemos que el impacto ambiental de la producción de alimentos no se reduce al sector ictícola, sino que incluye actividades que hoy se permiten en todo el territorio nacional y, con diferentes regímenes, en todo el mundo”. Sugiere que si tenemos problemas con la producción de alimentos (entendemos que se refiere a la agricultura principalmente), no habría inconveniente en sumar otro problemita más. Además, se olvida o niega la existencia de la agroecología como una alternativa para la producción saludable de alimentos en el campo.

El economista y periodista Claudio Scaletta, en un reportaje de la revista Al Margen ( https://almargen.org.ar/2021/07/10/politico-y-polemico/ Claudio Scaletta) estigmatiza a lo que califica como “el falso ambientalismo prohibicionista”. Según ese autor, “se trata de una corriente de pensamiento que, con la excusa del daño ambiental, busca prohibir todas las actividades que en el mediano plazo podrían aumentar la provisión de divisas o ahorrarlas, atacan la productividad del agro, la producción porcina, la minería, la producción de hidrocarburos, la energía nuclear y ahora hasta la producción de salmones. Siempre amenazan con cáncer y contaminación de las aguas, cualquiera sea la actividad, y en el camino se disfrazan de un falso progresismo, cuando en realidad sus triunfos sólo provocan el freno de la economía y que las inversiones se vayan a los países vecinos”. Descalifica las luchas por modelos productivos más saludables al decir que ponen como excusa el daño ambiental, por lo contrario, esas luchas ponen en el centro la vida y la salud, y tratan de frenar la generación de esos daños que ya están más que comprobados.

Cuando se refiere al agro afirma que “en el balance completo, no hay nada más ecológico que el uso de agroquímicos, porque son los que permiten, además de la reducción de los costos, una mayor producción por unidad de suelo. Si intensifico el uso del suelo, eso quiere decir que libero suelo para otros usos o que necesito hacer menos desmontes o que la frontera agrícola se corre más despacio”. Afirmar que una actividad es más ecológica porque baja costos y produce más es un gran error conceptual. Además, no es cierto que el uso de agroquímicos se asocie a reducir las áreas sembradas, esto desconoce el proceso por el cual el modelo de agricultura industrial se ha consolidado en nuestro país.  Asociada a los agroquímicos, la agricultura fue desplazando otras producciones y avanzando sobre los montes naturales, lo que ha generado daños ambientales enormes. Por otro lado, a pesar de que es indiscutible el daño ambiental del uso de los agrotóxicos (contaminación, daños en la salud, pérdida de biodiversidad, etc.) el autor lo niega y afirma “los agroquímicos y los transgénicos son una bendición, no una desgracia”. Prefiere atribuir todos estos problemas a la mala praxis. 

Cuando se refiere a la agroecología dice que “también es un gran invento de marketing cuyo objetivo indirecto es decir que la agricultura moderna es antiecológica”. Negar y descalificar a la agroecologia no es novedad, los promotores de la agricultura industrial, siempre lo han hecho, basándose en mentiras y afirmando que sólo puede desarrollarse en pequeña escala como la campesina. La agroecología es una ciencia y plantea una alternativa de producción saludable de alimentos en todas las escalas, por eso el INTA viene trabajando desde hace muchos años en ello, hay una flamante Dirección de Agroecología, dependiente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca y llegó al parlamento un proyecto de Ley para su promoción, presentado por el oficialismo. En este estado de cosas, las afirmaciones que hace este autor son anacrónicas y provocadoras.

Roy Hora en  eldiario.ar ( https://www.eldiarioar.com/opinion/salmones-riachuelo_129_8118872.html) afirma que “La mayor deuda ambiental nacional no está en Tierra del Fuego o San Juan sino en el conurbano: es la contaminación de nuestros grandes ríos urbanos, entre los que se destaca la cuenca del Matanza-Riachuelo” y que “Nuestro ambientalismo, sin embargo, no le presta suficiente atención al problema”. 

Este autor plantea que es necesario promover actividades productivas para generar divisas y con ellas resolver los problemas del conurbano. Pero esa contaminación que refiere, no fue generada mágicamente, por lo contrario es consecuencia del modelo de desarrollo que ha avanzado de la mano de tecnologías que nunca se pusieron en cuestión. La migración hacia las grandes ciudades tambien es resultado del modelo productivo, el agronegocio (que genera concentración y desaparición de pequeños productores) y el negocio inmobiliario. De nada sirve generar divisas a costa de provocar mayores daños. 

Es hipócrita plantear que porque existe un problema ambiental mayor, o que afecta a más cantidad de personas, no debemos enfrentar a otras actividades contaminantes y destructivas. Además, desconoce que los daños ambientales del extractivismo se extienden mucho más allá de sus cuencas o regiones, por ejemplo los agrotóxicos llegan a las aguas (se han encontrado restos de glifosato en el rio Paraná y en el agua de lluvia) y quedan en los alimentos que viajan muchas veces miles de kilómetros. 

 Discutir sobre cada una de las afirmaciones de estos artículos, excede la intensión de esta nota. Con los datos presentados alcanza para observar en ellos el esfuerzo en demonizar al ambientalismo y acusarlo de impedir la producción y la recuperación económica. En el entusiasmo, olvidan y desvalorizan el rol protagónico de las poblaciones y las comunidades en las luchas contra las actividades que dañan la salud y el ambiente. Tambien niegan que existan alternativas de producción saludable.

Ponen fácilmente al ambientalismo en la mira, para favorecer el avance de actividades extractivistas, priorizando únicamente el aumento de las exportaciones para generar divisas. Es evidente que estas posiciones no aportan al debate urgente y necesario sobre el modelo productivo. No está claro si expresan tensiones dentro del oficialismo. Lo que sí está claro es que las corporaciones festejan. 

Fuente: Tramas

Temas: Criminalización de la protesta social / Derechos humanos, Crisis climática

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