Argentina: ingeniería genética causa deforestación

Por WRM

La Ingeniería genética (IG) es la última actualización de la Revolución Verde. Representa la profundización de un modelo en el que el monocultivo, la concentración de la tierra y la dependencia --de la tecnología, de la semilla-- se han vuelto la norma.

 

La IG ha sido presentada bajo los mismos auspicios de la Revolución Verde: un instrumento para acabar con el hambre en el mundo. Sus defensores han intentado hacer sentir culpables a los críticos: " El día que miren a los ojos de una persona con hambre, su opinión sobre los cultivos transgénicos cambiará. ... Hay actualmente 24.000 personas que mueren cada día por desnutrición. Por esto, cuando el Norte, Europa, deciden no utilizar esta tecnología, es moralmente inaceptable"; palabras del Dr. Clive James, especialista en biotecnología del Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agro-biotecnológicas (International Service for the Acquisition of Agri-Biotech Applications - ISAAA).

 

En 1996, el gobierno argentino aprobó entusiastamente la introducción de soja transgénica y el país se transformó en un productor mundial de primera línea de soja Roundup Ready (RR) de la corporación Monsanto, fundamentalmente para la exportación. Entre tanto, el hambre continúa en aumento. A pesar de las cosechas récord, casi la mitad de l@s argentin@s viven en la pobreza. Desde mayo de 2002, 18 millones de personas, casi el 50% de una población de aproximadamente 37 millones, no pueden acceder a satisfacer sus necesidades básicas.

 

Hace más de veinte años, el economista Premio Nobel Amartya Sen demostró que el hambre y la hambruna pueden ocurrir, y a menudo ocurren, en situaciones en las que no existe escasez de alimentos. Sen explica que, aun en situaciones de abundancia general de alimentos, la capacidad de los hogares de adquirir alimentos a través de medios legales resulta disminuida por la caída en la propiedad de bienes (cosechas, ganado, propiedad, empleo y demás), por lo que los hogares se ven enfrentados al hambre, a menos que exista algún tipo de seguridad social que los proteja.

 

Los biotecnólogos también han argumentado que los cultivos transgénicos ayudan a proteger el medio ambiente, al aumentar el rendimiento en la producción de las tierras ya cultivadas y reducir de esta forma la tala de bosques o la destrucción de otros hábitat importantes a manos de la agricultura. Sin embargo, el enorme aumento en la producción de soja en Argentina es resultado de un incremento en la superficie plantada y no del rendimiento. Este incremento se produce a partir de la sustitución de otros cultivos, en buena parte a costa de tierras que pertenecían a establecimientos de mediano y pequeño tamaño de carácter familiar dedicados al consumo local y nacional, y a partir de la deforestación.

 

Un estudio de Greenpeace revela cómo la soja transgénica ha contribuido a acelerar la destrucción de la selva de Yungas, en la provincia norteña de Salta, una de las más pobres de Argentina desde el punto de vista económico pero de las biológicamente más ricas del país. La selva de Yungas, bosque húmedo montañoso o bosque de nubes, es probablemente el área de mayor diversidad biológica de la Argentina. Se puede dividir en cuatro zonas de acuerdo a la altitud, que va desde los 300 metros a más de 4000 metros. La primera zona, denominada Selva Pedemontana (selva al pie de la montaña), es la más amenazada. Esta zona alberga el 30 % de toda la biodiversidad de este valioso ecosistema. Sin embargo, menos del 20% de Yungas está todavía en buenas condiciones para su conservación o su uso mediante actividades de desarrollo sustentable.

 

La población rural pobre pierde un ecosistema que puede proporcionarle numerosos bienes como alimentos, medicinas, materia prima para artesanías, o productos que pueden ingresar al comercio. Como con la Revolución Verde, la Ingeniería Genética ha fracasado en su intento de alimentar al mundo. La cuestión para la industria de la biotecnología siempre ha sido un simple asunto de dinero.

Boletín Nº 60 del WRM, julio de 2002

 

Fuente: WRM

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