La agroecología en su salsa: tomates sin agrotóxicos desde Mendoza y Corrientes

Idioma Español
País Argentina
Foto: Nicolás Heredia

El tomate es la segunda hortaliza más consumida en las mesas argentinas y la quinta fruta más contaminada bajo el modelo de producción con agrotóxicos. Dos experiencias campesinas muestran que es posible y rentable producir tomates sanos, agregar valor y cortar la dependencia con los insumos externos, pero denuncian el abandono de las políticas para la agricultura familiar y la agroecología.

Cuando a Celia Mayorga se le pregunta por el sabor de sus tomates agroecológicos, no duda: “Lleva realmente el sabor natural que tiene un tomate”. La mujer, que integra el Movimiento Nacional Campesino Somos Tierra (MNCI-ST), cultiva en Mendoza, una de las provincias con mayor producción de este alimento. El tomate es la segunda hortaliza más consumida en Argentina y la quinta más contaminada por el uso de agrotóxicos, de ahí la importancia de las nuevas alternativas productivas que brotan para enfrentar un esquema de dependencia económica y de enfermedad en los platos.

La producción de alimentos sanos resiste a pesar del  ataque del gobierno nacional a las políticas destinadas a las familias campesinas e indígenas que los cultivan. "La producción agroecológica me cambió la vida. Ya no me preocupo por si estoy contaminando el medio ambiente ni gasto más plata comprando agroquímicos", dice Roy Cruz, productor tomatero de Lavalle, Corrientes, nucleado en la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT). En 2022, la organización campesina buscó ampliar la producción creando una colonia agroecológica. Pero no se pudo avanzar en el proyecto por la falta de respuestas estatales.

Quienes producen tomates agroecológicos deben enfrentar la crisis económica actual con un INTA desfinanciado y sin  Instituto Nacional de Agricultura Familiar, Campesino e Indígena (Inafci). "El desguace del INTA es un golpe para los productores, porque desde ahí recibíamos capacitaciones para producir mejor. Es un vaciamiento muy cruel para los que menos tienen", denuncia Mayorga.

Radiografía del tomate

Un  informe de 2023 de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación explica que el mercado del tomate se divide en dos, de acuerdo a su destino: fresco y para industria. La producción promedio anual de tomate argentino se ubicaba en torno a las 1.100.000 toneladas, en 17.000 hectáreas productivas. Del total, un 60 y 70 por ciento se destina al consumo interno en fresco y el resto de la producción es para la industria.

Las principales zonas productoras de tomate son Mendoza y San Juan (Cuyo) Salta y Jujuy (Nororeste), Corrientes y Formosa (Noreste), Rio Negro y Buenos Aires. En esta última provincia se destacan los cinturones hortícolas de La Plata, Mar del Plata y del sur bonaerense. Los cinturones hortícolas que se ubican alrededor de las principales ciudades del país también contribuyen al abastecimiento de los centros urbanos.

El consumo per cápita anual de tomate fresco en Argentina ronda los 16 kilos por año por habitante, según un  informe del INTA y del Mercado Central de Buenos Aires, siendo la segunda hortaliza más consumida, después de la papa. Este alimento se destaca por su alto contenido de licopeno, un nutriente con un elevado poder antioxidante, y por sus altos índices de vitamina A y C. También se ha comprobado que ayuda a prevenir enfermedades cancerígenas.

Foto: Matías Sarlo

Sin embargo, el reporte  “El plato fumigado” —publicado en 2024 por la organización Naturaleza de Derechos y la Fundación Cauce— denuncia que el tomate es el quinto alimento con más presencia de agrotóxicos a nivel nacional (después de la pera, la manzana, la naranja y la banana). En él se encontraron 29 herbicidas. Entre ellos, clorpirifós etil y metamidofos (sustancias prohibidas en Argentina) y acefato, bifentrín, clorotalonil y metil tiofotano, que son cancerígenos y alteradores endocrinos. De las 29 sustancias halladas, 14 deberían prohibirse por contener estas características. Los datos se sistematizaron a partir de 129 controles realizados por el Servicio Nacional de Sanidad Alimentaria (Senasa).

Según datos del World Processing Tomato Council, el tomate es la hortaliza más procesada del mundo. Argentina consume 650 millones de kilos para industria al año, pero solo produce el 60 por ciento de esa demanda, completada por importaciones desde Chile e Italia. De los 650 millones de kilos con destino a la industria, las empresas que concentran el mercado son —entre otras— Arcor, Baggio (RPB S.A.), Alimentos Vegetales Argentinos y Solvencia, todas productoras y exportadoras.

En cuanto a la exportación, Argentina vende a otros países pequeñas cantidades de tomate para consumo en fresco, siendo Paraguay el principal destino. Entre 2010 y 2020, Argentina exportó más de lo que importó, salvo en algunos años particulares que fue a la inversa, en general por situaciones climáticas atípicas. Mendoza es la provincia que más tomates produce para la exportación, pero en los últimos 20 años desaparecieron 10.000 productores familiares.

Foto: Victoria Gesualdi

Tomates agroecológicos desde la Cordillera

Hace 20 años que Mayorga trabaja la tierra. Y hacer diez que, en el departamento Lavalle, trabaja junto a otras seis familias diez hectáreas de la finca Grito Rebelde. Son tierras de uso comunitario en las que, como cooperativa Campesinos del Norte Lavallino, producen también maíz, zapallo, sandía, melón, pimiento y ajo. Lavalle es una zona de secano, ubicada en el extremo norte provincial y conocida como “el desierto mendocino“. Pero ellos producen allí de forma agroecológica.

La productora explica que los conocimientos que fundamentan esta forma de trabajo son ancestrales y que no usan agrotóxicos, por lo que el producto que ofrecen es saludable. “No pasa lo mismo con el tomate convencional, que lo cosechan el día después de haberle echado esos productos químicos y así lo venden en las verdulerías”, compara.

Desde Casafe, una entidad del agronegocio vinculada a los agrotóxicos,  se afirma que no se puede producir tomate sin lo que llaman “fitosanitarios“. Desde la práctica y con las manos en la tierra, Mayorga responde: “Nosotros trabajamos mucho con el tema de enemigos naturales, con tener un suelo vivo, con prácticas que hacen que no sea necesario ese paquete tecnológico, sino saber usar los recursos naturales que tenemos. Yo no tengo que agregar ningún tipo de químicos a mi producción, sino que incorporo materia orgánica y microbiología del suelo”.

Foto: Nicolás Heredia

La transición a la agroecología, relata, puede ser complicada y llevar años. ”Para alguien que está acostumbrado, es más fácil decir ‘voy y le coloco un químico que me mata el yuyo y no tengo que estar carpiendo’. Pero hay que repensar profundamente y explicar cuáles son los beneficios, que no solo son personales, sino comunitarios. Es más de conciencia, de trabajar con el medio ambiente, de poder comercializar un producto sano que sabemos que no hace daño”, reflexiona.

Lo que se cosecha en Lavalle se vende en fresco y también se destina a la fábrica de triturado de tomate del MNCI-ST, también ubicada en Mendoza. Los tomates frescos o procesados se consiguen en el Almacén Campesino de Mendoza y en redes de comercio justo que llegan hasta Buenos Aires.

Para poner en valor ese circuito de comercialización y la calidad de los alimentos, desde la Mesa Agroalimentaria Argentina están trabajando en un  sistema participativo de garantías (SPG) para identificar los productos agroecológicos en las ferias, y diferenciarse de la producción convencional. “Poder decidir qué comer es tener soberanía alimentaria también en el pensamiento”, argumenta.

Diego Montón, integrante del MNCI-ST y referente de la Mesa Agroalimentaria Argentina señala cómo las políticas públicas de los gobiernos nacional y provincial están perjudicando la producción agroecológica. Por ejemplo: en enero de 2023, un productor mendocino de tomate redondo debía vender 4,07 kilos para comprar un kilo de pan; un año después debió vender 11,29 kilos para garantizar igual consumo. Para comprar un litro de gasoil, el mismo productor necesitó vender 2,08 kilos de tomate en 2023, pero durante el primer mes de 2024, 5,54 kilos. En ambos casos, debió producir y vender tres veces más.

Los datos fueron relevados por el Instituto de Desarrollo Rural de Mendoza que, al igual que el programa de lucha antigranizo, fue eliminado por la actual gestión del gobernador Alfredo Cornejo. El análisis fue previo a la eliminación de subsidios a las tarifas, que se incrementaron más del 600 por ciento.

Foto: Greenpeace

"Si bien Argentina tiene condiciones para autoabastecerse de tomate y sus derivados, los vaivenes en las políticas agropecuarias provocan que la diferencia entre los productos derivados del tomate importados y los exportados sea deficitaria en 20 a 30 millones de dólares según el año. La balanza comercial también es negativa en torno a la importación de semillas de tomate por 25 millones de dólares anuales", señala.

Las variedades de tomate más sembradas en Argentina son de semillas híbridas. Los principales tipos comerciales para el consumo fresco son los Redondos (que incluyen a los larga vida: dan fruto todo el año), los Perita y los Cereza (o Cherry). También se trabaja con el “tomate platense”, originariamente denominado “tomate raya negra” y cultivado típicamente en el Cinturón Verde Platense desde los años 1920 y los 1930. Hacia la década del 80, cuando aparecieron materiales más modernos y adaptados al uso de paquetes tecnológicos y a la comercialización más masiva —grandes volúmenes y mayores distancias—, se popularizó en gran parte de las quintas.

Mayorga trabaja con las variedades Platense y Uco 14, esta última desarrollada por el INTA. “Usamos esa semilla, la reproducimos, la cuidamos, vamos mejorándola y adaptándola a nuestras necesidades”, afirma. Otra comparación: “La producción convencional usa mucho las semillas transgénicas o híbridas y no nos gusta porque vuelve a entramparnos en el paquete tecnológico. No es lo mismo tener una semilla criolla, guardarla y poder volver a reproducirla que tener que ir a una empresa a comprar las semillas“.

Foto: Celia Mayorga

Tomates agroecológicos y correntinos

Otro departamento llamado Lavalle, pero en la provincia de Corrientes, fue noticia en 2012 por  el asesinato de José “Kily” Rivero, de cuatro años de edad. El niño murió en el hospital Garrahan, como consecuencia de los agrotóxicos. Oscar Antonio Candussi, dueño de la empresa tomatera lindante con la casa donde vivía la familia de Kily, fue condenado en 2024. En 2021, había fallecido de cáncer Antonela Sánchez, la hermana de Kily, de 16 años.

En ese mismo Lavalle, que se ubica en las costas del Paraná, productores nucleados en la UTT apostaron, en 2022, a generar una colonia agroecológica como la de  Luján o  Tapalqué. El objetivo era producir tomates y pimientos de forma sana y en mejores condiciones de trabajo para los agricultores. Pero el sueño quedó en la nada: solo llegaron a comprar las tierras. El Estado no les proveyó servicios básicos como la luz eléctrica y el agua corriente para que las familias pudieran instalarse y trabajar. "Desde el gobierno provincial nos confirmaron que no va a haber más fondos y que no hay más nada. Entró el cambio de gobierno nacional y todo se vino para atrás", cuenta Roy Cruz. Desde la provincia les aconsejaron que lo hagan “a pulmón”.

La mayoría de los pequeños productores tomateros nucleados en el grupo que intentó avanzar en la colonia agroecológica trabajan en las tierras que pueden alquilar y solo dos de ellos producen sin agroquímicos. La transición a esa forma de trabajo les resulta riesgosa y la falta de tierra propia empeora el panorama. "Pero una vez que producís agroecológicamente no es riesgoso, es mucho más ventajoso en todos los sentidos", asegura Cruz y agrega en referencia al costo de estar atado al paquete de agroquímicos: "Ya no trabajás para corporaciones como Monsanto".

Las tierras de esa región tomatera están muy desgastadas, contaminadas, llenas de químicos. Volver a regenerarlas lleva por lo menos dos o tres años, explica Cruz, y señala que sin tierra propia se mantiene la dependencia para solventar los alquileres. "Están trabajando para estas empresas porque te venden la semilla con todo el paquete. Si la fruta está en una temporada con buen valor y juntás plata, pagás todo y te quedás con lo que queda por fuera de los costos".

Permanecer atado al paquete químico implica seguir contaminando las tierras. “Estás echando veneno todo el tiempo porque si no te atacan los bichos y eso es un peligro para quienes producen, para los hijos de los productores y para los consumidores. Con la agroecología, toda la plata que tenías que gastar te queda en el bolsillo y las criaturas van, agarran una fruta y la comen. No tenés que preocuparte de que tenga venenos", asegura.

Cruz habla convencido de la transición a la agroecología y busca erradicar mitos como aquellos que creen que dejar de usar los agroquímicos implica “no echarle nada” a la planta. El productor explica que trabaja con biopreparados, "con remedios caseros". Por ejemplo, para la mosca blanca o la polilla —que son las plagas más comunes en el tomate— usa preparados de ají, ajo, purines de ortiga o sulfocálcico. La temporada del tomate, en Corrientes, empieza en diciembre, cuando comienza a prepararse la tierra, se planta en febrero y el cultivo se extiende casi todo el año. Cruz trabaja con un híbrido que se llama Elpida, y que ofrece tomates grandes y redondos.

Foto: Natalia Roca

“Con la agroecología tenés el mismo rinde, tenés un tomate de buena calidad que te puede durar una semana tranquilamente. No revienta, porque eso pasa con los agroquímicos: que el tomate no está aguantando y se revienta, se pudre. Los clientes saben el tipo de tomate que llevan y lo pagan un poco más, les conviene porque les dura más”, explica sobre la calidad del alimento que produce. Para comercializarlo, además de destinarlo al consumo regional, articula con redes de comercialización justa como Más cerca es más justo, Alta Red y las redes de comercialización de la UTT.

Cruz llegó hace 25 años de La Paz, Bolivia. Siempre trabajó con los tomates, al principio, como peón y changarín. Y la única forma receta para que le fruta roja brote y dé ganancias era la convencional, la de los químicos y los venenos. “Pero la producción agroecológica me cambió la vida. Ahora produzco un alimento sano, ya no me preocupo de que estoy contaminando el medio ambiente ni gasto más plata comprando agroquímicos”, celebra.

Fuente: Agencia Tierra Viva

Temas: Agricultura campesina y prácticas tradicionales, Agroecología

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