La crisis del producir sano y comercializar justo en la Argentina de Milei

Fotos por Leo Gonzalez y Malena Tello

La cooperativa Caracoles y Hormigas nace hace más de 15 años con la intención de ser el nexo directo entre quienes producen y quienes consumen esa producción de la economía social, construyendo una alternativa de consumo responsable y comercio justo, comercializando productos de la Economía Social Popular y Solidaria, provenientes de experiencias de la agricultura familiar, cooperativas, fábricas recuperadas, emprendedores y organizaciones populares.

Como otros emprendimientos de su tipo, construyeron durante estos años un vínculo distinto entre productores y consumidores, abriendo junto al abastecimiento de lo esencial una reflexión sobre los procesos productivos, el trabajo involucrado y las lógicas que (las veamos o no) envuelven y valorizan cada producto que ponemos en nuestras mesas y alacenas.

A principios de octubre de este año, Caracoles publicó en redes un comunicado titulado “Un hasta luego” que puso en alerta a sus consumidores sobre una crisis en el sector: “Ya no somos tan sostenibles. No logramos cubrir nuestros costos y remunerar nuestros esfuerzos”.

Hay un triángulo (que no es de hierro) entre la apertura de importaciones en alimentos que solían llegar desde la producción cercana, un ritmo de vida jaqueado por la crisis de los ingresos de las familias trabajadoras, jubilados y sectores medios con ingresos fijos, y también la precariedad en el trabajo que se entrecruzan dramáticamente en la baja de ventas y un derrumbe en los comercios que promueven la producción agroecológica y cooperativa. Vamos por partes.

Agroecología, entramados y desafíos

Para muchos/as de quienes vivimos en las ciudades y no tenemos vínculo directo con la producción agroalimentaria, la palabra agroecología se nos fue haciendo felizmente cercana al punto de volverse (en algunos casos) familiar. Eso fue gracias a la irrupción en el debate público de las organizaciones de la agricultura familiar con sus “verdurazos” que, mientras visibilizaban las condiciones de producción y comercialización a los que los somete el modelo dominante, la levantaban como bandera y evidencia de que “otra producción agroalimentaria es posible”. Pero encarar procesos de “transición agroecológica” está lejos de la idea romántica que (a veces) podemos hacernos a simple vista por las dimensiones que involucra y la complejidad de la situación que viven la gran mayoría de las y los productores.

Hacia el 2014, Caracoles y Hormigas que a esa altura tenía consolidado un vínculo con cooperativas productoras de alimentos de distintos puntos del país, va al encuentro de la producción hortícola periurbana principalmente de la zona norte del conurbano. De ese encuentro, fundamentalmente con las familias productoras organizadas en la Rama Rural del MTE y distintos nodos de consumo, nace la Red del Productor al Consumidor (PAC), donde quedan articuladas familias productoras, trabajadores/as de la comercialización y consumidores/as organizados.

Simón Mamani integra una de las 3 familias productoras de la Red PAC. Llegó en diciembre del 2005 a la Argentina y, tras pasar su primera Navidad solo en un país desconocido para él, se puso a trabajar en el campo como peón. Actualmente alquila, desde hace 2 años, un terreno de una hectárea y media en Escobar, donde vive con su familia dentro de un micro, ya que por contrato de arrendamiento no lo dejan edificar su vivienda. Hace pocas semanas se vio obligado a realizar el trámite de unión convivencial con su pareja ante una amenaza de deportación. Ese es el nivel de precariedad y desprotección al que están sometidas miles de familias del sector que abastece de alimentos a los centros urbanos.

Tanto en las familias que integran la Red PAC, como en la mayoría de la agricultura familiar campesina de los cordones hortícolas bonaerenses, la mano de obra campesina la ponen familias migrantes, quienes están sometidas a las condiciones de precariedad que les impone el arrendatario: “o alquilas el terreno para producir a coste de no poder construir una vivienda ahí, o te trasladas varios kilómetros diarios para cuidar la cosecha”. Trabajar la tierra alquilada, pero no edificar tu vivienda, lo que lleva a que suelen armar chozas improvisadas, carpas de nylon, casillas de madera muy precarias y peligrosas o hasta vivir en micros como Simón.

Hay un déficit estructural de políticas públicas hacia el trabajo campesino que deriva en problemáticas que van desde la falta de acceso a la tierra a lógicas punitivistas como deportar al productor migrante. Y no es todo: según el informe “Rascar la Olla”, elaborado por el CELS, la Fundación Rosa Luxemburgo y el Programa de Estudios Regionales y Territoriales (IGEO-UBA), solo en los primeros 6 meses de gobierno de Javier Milei, se desmantelaron 111 políticas públicas relacionadas con la producción, consumo y acceso a los alimentos, desde el cierre del INAFCI hasta la discontinuidad del programa Pro Huerta con varias décadas de funcionamiento.

La Red PAC cuenta actualmente con entre 35 y 40 nodos de consumo de los que se abastecen cerca de 500 familias, principalmente del conurbano norte y CABA, y la producción hortícola agroecológica la sostienen familias productoras migrantes de origen boliviano.

Recomponer la trama agroalimentaria vs la concentración corporativa

En la Argentina que se vanagloria de ser “el granero del mundo”, y donde vivimos la ficción de “producir alimentos para 400 millones de personas”, la realidad demuestra que el alimento sano se nos aleja mientras, censo tras censo, los establecimientos agropecuarios se reducen en número (menos 41,5% desde 1988), lo que implica una reducción de la cantidad de personas (físicas o jurídicas) que trabajan la tierra. Tierra que a su vez tiende a concentrarse en menos manos, en una Reforma Agraria al revés. Sobre este panorama,, un puñado de corporaciones controlan eslabones enteros del modelo agroalimentario y agroindustrial desde el abastecimiento de insumos, las exportaciones, la elaboración de productos y su comercialización. Este sistema concentrado y corporativo exprime a productores de un lado y a consumidores por el otro, embolsando enormes ganancias en el medio.

Frente a esto existe un enorme entramado de esfuerzos cooperativos, familiares, agroecológicos, como el que expresa la Red PAC, junto a miles de ciudadanos y ciudadanas que bregamos por otro sistema agroalimentario que ponga al alimento sano en el centro. Como lo que es: un derecho.

Vivimos un tiempo donde sostener ese entramado (y sostenernos en él) es difícil por las múltiples formas donde una política de des-soberanía (nacional, alimentaria, productiva, territorial, etc.) nos jaquea la vida cotidiana; pero también donde la reflexión de lo que llega a nuestras mesas familiares es más urgente que nunca. Se suele hablar de la parte de oportunidad que entraña cada crisis, pero, sin grandilocuencia, la posibilidad de atravesar este tiempo oscuro apostando a abastecernos de lo necesario y al mismo tiempo bancar con nuestros ingresos el laburo cooperativo y el esfuerzo de la producción agroecológica, es un montón. Seamos parte de esta alegre, soberana, agroecológica y justa resistencia.

Fuente: Huerquen

Temas: Agroecología, Comercio justo / Economía solidaria, Soberanía alimentaria

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