«Las semillas son un elemento esencial de la alimentación y de la vida»

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Imposible hablar de alimentos y no referirse a las semillas. Ramón Vera Herrera es un estudioso y activista en la defensa de la vida y cultura campesina en México. Investigador y editor, explica la importancia de las semillas, el rol de las grandes empresas, las consecuencias de la agroindustria y el papel imprescindible de los pueblos indígenas y campesinos para mantener la diversidad en el agro y en la alimentación.

Ramón Vera Herrera es investigador, editor y narrador mexicano dedicado desde hace más de tres décadas al acontecer de las culturas campesinas, indígenas y los derechos colectivos en América Latina. No se considera un «especialista», pero es sin dudas un gran conocer de ese elemento tan pequeño y al mismo tiempo imprescindible para la vida: la semilla, inicio de cadena en la producción de alimentos. Vera Herrera Integra la Red en Defensa del Maíz y es editor de las revistas Ojarasca (México) y de la publicación latinoamericana  «Biodiversidad, sustento y culturas».

Visitó Argentina en el marco del  VIII Congreso de Salud Socioambiental, participó de una mesa debate titulada «Ciencias, semillas y propiedad intelectual» y se prestó a una entrevista con Saludable Saberlo.

Semillas y alimentación, campesinos e indígenas

—¿Por qué son importantes las semillas?

— Las semillas son el primer eslabón de la cadena alimentaria. Y las semillas no son una «cosa», son un símbolo de un entramado de relaciones que está ahí, encarnado, encapsulado y listo para volver a florecer. Es un elemento esencial de la alimentación y de la vida misma. Para tener un marco de referencia: todo lo que somos siempre es incompleto, pero se completa con los demás. Y con las semillas paso lo mismo. A través de la historia, y del entrecruzamiento que hicieron durante siglos los campesinos y campesinas, se configuró un entramado de cultivos, que posibilitó lo que es la chacra, lo que es la milpa (sistema agrícola tradicional y de varios cultivos), lo que es comunidad. Así se entiende que existe una crianza milenaria de las semillas, por vía de las comunidades indígenas y campesinas. Y eso explica una forma fundamental de relacionarse con el mundo, de vivir en comunidad, de subsistencia y respeto por la vida

—¿Cuál es el rol de campesinos y pueblos indígenas?

— Justamente los campesinos y los indígenas son quienes más se han dedicado a defender tanto los territorios como las semillas, son quienes tienen esa memoria viva del cuidado y la importancia de preservar a ambos. Pasan los años, pasan los siglos y siguen cuidando el territorio y las semillas. Y una forma de cuidarlas es intercambiando, para resembrar y volver a producir. Así también surge la figura de «custodios y custodias» de semillas, pueden ser soñaras o jóvenes, que por ejemplo son quienes protegen al maíz campesino. Es un elemento central de la vida, como el agua, y que hermana a las familias, comunidades y pueblos, y les permite tener una mirada muy consciente, muy alerta y muy reivindicadora de su historia, de sus tradiciones. Eso lo he visto, además de México, en Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Guatemala, Honduras y Costa Rica, entre tantos otros países. 

La disputa por las semillas

—¿Cuáles son los riesgos que enfrentan las semillas campesinas?

— Las grandes empresas están empeñadas en apoderarse de las semillas. No solo en apoderarse para tenerlas y poder tener las claves de la vida y a partir de ahí hacer sus manipulaciones genéticas, sino también porque no quieren que los pueblos las usen. Entonces es como un despojo doble. Te lo saco porque yo lo quiero, pero también te lo despojo porque no quiero que tu lo uses. Es un robo, es la privatización del primer eslabón de los alimentos. Por eso es tan grave.

— Y al mismo tiempo es un ataque a la vida campesina-indígena.

—Hay una guerra contra el campesinado, una guerra contra lo que es la vida rural, contra lo que es la forma natural de relación entre la naturaleza y los pueblos. Las corporaciones, los gobiernos, incluso los organismos internacionales están empeñados en romper esa relación. Esto comenzó con la llamada  «revolución verde» (mediado del siglo XX) y su empeño por deshabitar los territorios.

—¿Deshabitar?

— Usamos la palabra deshabilitar porque lo que implica es como una devastación, un despojo, que implica por un lado arrancar a la gente de su entorno de subsistencia, les expulsan de la tierra, les sacan su ámbito de comunidad. Entonces le arrancan parte de su vida, de su historia, de sus relaciones más fundamentales. Por eso le llamamos, al robo de tierras y semillas, el crimen de quitarles su entorno vital. Y, por otro lado, muy central de esa deshabitar, es que, al privatizar las semillas, te prohíben y te criminalizan tus medios de subsistencia, tus saberes más concretos, más antiguos, tus estrategias de supervivencia. Por eso cuando se sancionan leyes que prohíben o limitan el uso de semillas campesinas decimos que es un crimen contra la humanidad.

—¿Nombres propios de quiénes se quieren quedar con las semillas?

— Hay muchas informaciones, por ejemplo de organizaciones independientes como  GRAIN, que confirman que un puñado de corporaciones  controlan las semillas. Y esas empresas, como Corteva, Bayer-Monsanto, Basf y Syngenta, son las que quieren apoderar cada vez más y más. Ante eso, nosotros reivindicamos que las semillas estén en manos de los campesinos, en manos de los pueblos.

—¿De qué forma las grandes empresas se apropian de las semillas?

— Hay muchas formas. Desde la compra y absorción de otras empresas, algo que ya sucedió en décadas pasadas, hasta los derechos de propiedad intelectual, los derechos de obtentor (regulados por la  Unión Internacional para la Protección de Obtenciones Vegetales –UPOV–), certificaciones, registros, estándares de inocuidad, mayor instalación de transgénicos y, desde hace un tiempo, la  edición génica y otras manipulaciones genéticas que quieren sustituir procesos de la vida. Son todas maneras de inmovilizar, restringir, privatizar las semillas. Las secuestran de su ámbito real, ancestral, y rompen la relación que tiene con los pueblos.

—¿Qué relación hay entre las semillas en manos de unas pocas corporaciones y la uniformidad cada vez mayor de los alimentos que llegan a las mesas?

— Si hay algo característico en nuestros países latinoamericanos es la biodiversidad. Pero sucede que están dejando de sembrarse muchísimas variedades porque a las grandes empresas no les interesan los alimentos ni la diversidad, su negocio es la uniformidad, el producir materias primas, ni siquiera se los puede llamar alimentos, son comestibles ultraprocesados, que los venden en las grandes cadenas de distribución. Así como son muy pocas empresas las que se quedan con las semillas, son muy pocas empresas de las cadenas de comercialización de esos comestibles ultraprocesados. Destruyen la alimentación real y nos enferman con sus productos que tienen todos los mismos ingredientes: harina de maíz transgénico, jarabe de alta fructosa, soya, aceite de canola. Esa es una batalla que no podemos dejar de dar, decir no a esos productos y luchar para que en nuestras mesas sigue habiendo alimentos reales, frescos, que producen los campesinos.

Logros y batallas ganadas

— Hace décadas que acompaña luchas en Latinoamérica. ¿Qué cuestiones hay en común en los países de la región y qué particularidades?

— Las luchas en toda América Latina son bastante semejantes, tienen muchos parecidos. Está presente la lucha por los ámbitos comunes o ámbitos de comunidad (no utiliza término como «bienes comunes» ni de «recursos naturales»). Lugares que desde las corporaciones quieren apropiarse. Y hay también en común que los pueblos indígenas, los afrodescendientes y la mayoría de los pueblos campesinos están siendo asediados, hostigados por las empresas de los distintos extractivismos (agroindustria, petróleo, megaminería y forestales, entre otros).

—¿Hay lugar para pasos adelante y logros en estas luchas? Por ejemplo, en el caso del maíz en México.

— Siempre hay pasos adelante y pasos atrás. Por ejemplo, la gente ha dicho, sobre todo fuera de México, que la  prohibición de la siembra del maíz transgénico en México fue un triunfo o un paso adelante. Pues puede ser, pero también tiene sus amarguras, su agridulce. Por un lado se prohibió la siembra, es un logro, un avance, pero al mismo tiempo se promueve la importación de un maíz que es a todas luces transgénico, que hasta podría ser para consumo humano. También sucede, como dice  Silvia Ribeiro, que ganamos la batalla cultural de que los transgénicos son malos. Si usted pone un alimento sin transgénicos y otros con transgénico, no hay dudas de que la enorme mayoría de las personas toma el que no tiene transgénicos. Y eso es una batalla que hemos ganado, ya se sabe que los transgénicos son malos. Ese es un logro importante.

— Y el camino, la organización, para llegar a ese punto también puede ser leído como un logro.

— Sin dudas. A partir de que la gente se organiza en sus propias comunidades para resistir ya es un logro importante. Nosotros tenemos en México una instancia plural y muy desde abajo que se llama  Red en Defensa del Maíz, que reúne a cientos de comunidades organizadas en todo el país, instancias académicas, centros de investigación, personas en lo individual, sindicatos. Es algo muy diverso y grande. Es un gran logro todo esa articulación y trabajo conjunto. Y que ha puesto en agenda lo importante del maíz, que no se trata de una «cosa» así en abstracto, sino que ha logrado instalar y multiplicar que el maíz es un elemento central de nuestra historia, nuestra cultura, de nuestra vida. Y el tomar esa conciencia nos va llevando a otras cosas, al darnos cuenta que tiene que ver con la alimentación, pero también con la defensa del territorio, y ahí entonces hablamos de reforma agraria integral, y eso lleva a la autonomía de las comunidades y a la libre determinación de los pueblos. Y eso implica muchas posibilidades, entre ellas decir no a los transgénicos y decir sí a la soberanía alimentaria. Eso también es un gran logro.

Fuente: Saludable Saberlo

Temas: Comunicación y Educación, Semillas

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