De un vistazo y muchas aristas #109

Las semillas son la dignidad de los pueblos: “acá luchar es volver a casa”

Esta vez compartimos con ustedes historias de entendimiento nuevo: de lo necesario y urgente que es recuperar y defender nuestras semillas, los modos en que esas semillas, tales cultivos, pueden amigarse con las comunidades y hacerlas crecer al igual que las plantas y los árboles crecen y dan frutos de donde nos alimentamos, pero también de donde nos volvemos más dignas, más dignos, al emprender y ejercer nuestros cuidados, nuestra cotidianidad, nuestros quehaceres como personas enlazadas que ejercemos una mutualidad equitativa, respetuosa y plena de cariño. Sin que esto nos desmerezca la defensa frontal que también tenemos que ejercer para abrirle espacios a nuestra casa común.

- Francisco Vásquez Guzmán. Foto: JOMS

Me llamo Francisco Vásquez, soy campesino, tengo 93 años. Me dedico a la labranza de la milpa, pero con pura coa. Vivo solito en mi casa, todos mis hermanos se murieron y también mi esposa hace tres años. Yo no estudié, lo único que tengo son imaginaciones. Aquí los vecinos me conocen que amanece y ya me voy a trabajar, regreso y me preparo mi comida, la tierra me lo da todo. Ésa es mi vida, aquí nací y aquí me voy a morir... Francisco Vásquez Guzmán Campesino, San Francisco Yucucundo, Oaxaca, 2020. [Fuente JOMS].

En el Medio Oriente al campesinado lo que le cortan, arrancan o descuajan son sus olivos, esos árboles milenarios que han sido compañeros de la gente a lo largo de generaciones. Y los colonos invasores israelíes los cortan con sierras eléctricas para romper la continuidad histórica del pueblo palestino con su entorno, con sus sentidos, con sus relaciones (finos tramados de relaciones de ciclos, tiempos, espacios, ocasiones, dones, ofrendas, rememoraciones).

Dice Juman Simaan: “la violencia contra los árboles y las familias cultivadoras de olivos pretende divorciar a las comunidades nativas de su tierra y evitar que se involucren en actividades esenciales para su supervivencia”. Su texto es de una claridad que duele, pero también llena de esperanza, cuando nos relata de la historia de A‘bũ ‘Atãlla, “un cultivador de olivos que vivía en la Franja Occidental de Palestina y que había decidido mudarse del poblado en el que había crecido para vivir directamente en la tierra que poseía junto con su familia extendida. Esto lo motivaba el miedo de que su familia estuviera en riesgo de perder sus olivares, como ha sido el caso de miles de hectáreas de posesiones familiares por toda Palestina”. Y Simaan continúa el relato con las palabras de la esposa de A‘bũ ‘Atãlla, Uʹm Yāsyn, que dice: “Mientras protejamos la tierra, nos protegemos nosotros. Debemos estar pendientes de nuestra tierra”. Es decir, defienden su modo de vida, la relación con su territorio pese a las penurias que esto implique. Samaan termina definiendo al campesinado, por el cuidado que implica la subsistencia: “el origen del término fallāhyn en árabe —que describe a las comunidades palestinas— significa gente que labra el suelo, trabaja en ser autosuficiente y ser mejores personas”. Esto necesariamente desemboca en la resistencia, en eso que el pueblo palestino llama sumũd. Juman Simaan, “John Berger and everyday acts of sumud” https://dark-mountain.net/john-berger-and-everyday-acts-of-sumud/

Cuidar es también poder experimentar

La ribera del río Casamance aloja kilómetros de manglares. Mariama Sonko nos muestra en ellos los armazones de madera donde engarzan los cultivos de ostras que campesinas y campesinos djola de la región de Ziguinchor mantienen como parte de sus cuidados de la vida y su soberanía alimentaria. Es la comunidad de Niagui, en la costa atlántica de África, en Senegal. Estamos en la sabana, plena de árboles y arbustos y humedales.

La gente de Niagui está muy involucrada en su soberanía alimentaria, con semillas que les permiten sembrar sus propios alimentos.

Mariama Sonko, una de las comuneras que mantiene la tradición de custodiar las semillas, nos muestra hileras de vasijas de barro de diversos tamaños alineadas a las paredes de adobe de una casa en un rincón de la comunidad: “El barro regula la temperatura, algo fundamental para conservar las semillas. Hacemos ollas especiales y al guardarlas ahí las intercambiamos con más facilidad. Las mujeres hacemos las ollas con sus tapas poniendo frases diversas a los costados para ayudarnos a reflexionar sobre las semillas y su importancia”.

Mariama Sonko aclara que no están en la idea de promover bancos de semillas, “porque lo más importante es la conservación a largo plazo de las semillas ‘activas’, es decir, semillas que todo el tiempo estén en los campos, y que sembrándose se intercambian entre cosecha y cosecha. Una variedad de arroz, de lo más sembrada en la región, es la variedad ‘brikissa’ que todo el tiempo se intercambia; y dura unos 50 días para sembrarla”. Con gran orgullo prosigue su relato: “fue una mujer de ésas que en la ciudad llaman ‘analfabetas’ quien comenzó a reconstituir las variedades tradicionales, porque entendió que las variedades ‘mejoradas’, convencionales, comerciales, erosionaban nuestras semillas tradicionales —mucho más resistentes y adaptables a las veleidades del clima y la humedad. Somos las mujeres quienes transmitimos los cuidados y saberes de nuestras semillas de generación en generación. Surgen de tener confianza en nosotras mismas. Las semillas convencionales no le permiten a la gente observar, calcular, experimentar, porque vienen con recetas precisas que nos quitan posibilidades. Hablamos de unas veinte variedades de arroz, hay sorgo, maíz y mijo. Nosotras no queremos centralizar los cuidados. Promovemos autonomía, porque además las condiciones están cambiando, la fertilidad del suelo se pierde, hay falta de lluvia, demanda de semillas. Mantenemos las prácticas pero las condiciones no son las mismas. Las cuidadoras de semillas de Casamance. Boletín Nyéléni número 38, Semillas campesinas, el corazón de la soberanía alimentaria, diciembre de 2019, https://nyeleni.org/spip.php?rubrique208

Más allá de su dimensión biológica, la semilla es también un objeto social porque representa una elección individual, la del agricultor o su esposa, y por tanto contiene en una variedad del agricultor un conjunto de sus criterios de selección. Esta semilla, de una determinada variedad campesina, se convierte entonces en un objeto de intercambio dentro de la comunidad, entre comunidades o a otras escalas distintas de la del territorio. A partir de su valor social y cultural, la semilla adquiere entonces una dimensión política, el derecho a reproducir sus propios cultivos mediante la selección de sus propias semillas fuera de los canales comerciales y la legislación sobre semillas. Los derechos de propiedad sobre los seres vivos limitarán la libertad de acción sobre las semillas, por lo que las luchas por la soberanía de las semillas afectan a la biodiversidad agrícola en su conjunto y nuestros derechos a elegir cómo producir y cómo alimentarnos. Didier Bazile, Rescate Quinoa en las tres regiones de producción de Chile, en Experiencias de rescate y multiplicación de semillas nativas y criollas en el Cono Sur, Acción por la Biodiversidad, 2020.

Foto de Helen Juárez.

La defensa de las semillas nativas no es una elección cultural de las comunidades, es la defensa de su futuro. Casi nunca son movilizaciones masivas. Ocurre en lo profundo de las asambleas y en la cotidianidad de la parcela, donde se recupera desde cero la materia orgánica destruida por décadas de Revolución Verde. Se afanan en desintoxicar los suelos, afinan la selección de semillas, concilian los conflictos entre yerbas, insectos y cultivos; renuevan los equilibrios entre milpas, comunidades y bosques. Van reaprendiendo a pensar sin los parámetros de los extensionistas. Buscan restablecer la habilidad para derivar el sustento sin pedir permiso.

Sin estruendo y sin descanso, se redactan estatutos comunitarios que prohíben las semillas extrañas, la bioprospección, el maíz transgénico. Se intercambian técnicas pertinentes, se recuperan variedades olvidadas, se pone en el centro la voz de quienes de antaño cultivan, se analizan las nuevas leyes, se tejen redes nacionales para alertarse sobre los embates que vienen [...] Junto a la defensa de las semillas se bloquea la mina, se defiende el río, se rechazan los programas de gobierno y las “consultas informadas”, las carreteras y megaproyectos impuestos. Todo al mismo tiempo, porque la vida no se defiende por partes.

Las semillas son nodos de relaciones, cruces de caminos, síntesis de historias, puntos de partida. Y las de esta época dura de guerra contra la subsistencia vienen muy fieras. Cada vez en más parcelas se habla de variedades “que regresaron”, como si desde el fondo de la historia retornaran los héroes de los pueblos. La producción autónoma de alimentos, más aún, la reproducción de los pueblos en sus propios términos, se enfrenta a un sistema que coloca en el límite de existencia al planeta entero. Una guerra inconcebiblemente desigual donde los peleadores más pequeños son la única esperanza de un futuro para todos. No debe olvidarse ni por un momento que, ahora mismo, la agricultura campesina y la agricultura independiente en las ciudades, producen los alimentos que mantienen en pie a la inmensa mayoría de la humanidad. Eso, porque sigue habiendo semillas nativas. Verónica Villa (Grupo ETC), “Las semillas nativas y la libertad de los pueblos”, América Latina en Movimiento, “Por los caminos de la soberanía alimentaria” núm. 512, ALAI, abril 2016

Ña Ceferina es fundadora de Conamuri

Ella trabaja en la recuperación de especies de semillas nativas y criollas, en su finca y con la comunidad. A lo largo de este proceso se rescataron más de 60 especies. En la comunidad se reproducen estas especies, a partir del intercambio de semillas, intercambios que se hacen en festivales, que se volvieron tradicionales antes de comenzar la producción y en el momento de la cosecha.

A diferencia de la otra localidad de Repatriación —donde Conamuri cuenta con la Semilla Róga— en Tapaore primera línea, la comunidad donde vive Ña Cefe hace algunos años que avanza el monocultivo de soja transgénica. La organización trabaja en articulación con el centro de salud de Atención Primaria (implementado por el gobierno de Fernando Lugo, conocido como APS); y, también con el colegio de la comunidad donde se llevan adelante cursos de capacitación. Ceferina Guerrero, “Recuperación de especies de semillas en la comunidad Tapaore, primera línea-Repatriación”, en Experiencias de rescate y multiplicación de semillas nativas y criollas en el Cono Sur, Acción por la Biodiversidad, 2020.

Un hombre nos pide que lo llevemos a su poblado cerca de A’l khalĩl, en Palestina. Salim va de regreso a su casa temprano tras haber trabajado todo el día como albañil del otro lado de la barrera que, al no tener permiso, cruza fuera de la vista de los soldados israelíes. Salim tiene una colmena en su pueblo y logró una tonelada de miel el año pasado. Con orgullo nos dice que sus abejas vuelan atravesando la barrera con Israel para chupar el néctar de los capullos de allá. A como él lo mira, esto es un acto de resistencia de las abejas en desafío de la barrera que no permite que los humanos de la Franja Occidental la crucen sin un permiso, un papel que les requieren. Salim me cuenta que conoce una familia a la que “la barrera ya le comió su tierra”, y ahora esa familia está separada de sus olivos porque no tienen acceso a ellos. Tras dejar a Salim, nos quedamos dando vueltas a las abejas, que regresan con su néctar cruzando la barrera, extraído de flores que plantaron los invasores, por lo que estas abejas se toman libertades que no le son posibles a sus amigos humanos, y hacen una miel que beneficia a la población ocupada. Juman Simaan, “John Berger and everyday acts of sumud” https://dark-mountain.net/john-berger-and-everyday-acts-of-sumud/

La orientación que nos da la Madre Tierra nace del sentir Nasa, del caminar, de sentir que somos parte de ella. Aprender a escucharla y sentirla, no dejarla sola porque es nuestra Madre.

Volver a reflexionar es parte de la orientación, porque todo comunica. Nos orientan el trueno, el rayo, el agua. Dicen que uno no vino sólo a ocupar un espacio.

La Madre Tierra nos ha llamado al respeto. Si hoy la liberamos es para defenderla y cuidarla. A veces nos perdemos porque olvidamos lo propio, pero hay que recordarlo. Acá, luchar es volver a casa.

El sistema nos llevó a la boca del capitalismo. Tiene mal aliento, así que vamos de vuelta a ser Nasa.

La Madre Tierra nos convoca a todos los seres, ella nos convoca porque está ardiendo. Nosotros respondemos acabando la caña, golpeando la agroindustria que la esclaviza.

Otra orientación es el alimento. Allí donde nuestra gente ha ofrendado su vida, confrontando directamente al monstruo, hoy sembramos un alimento sano, un alimento que no sólo nutre, sino que va enseñando.

Somos un solo ser, nos convoca a que estemos unidos siempre.

Cuando uno se conecta a un territorio, ahí se le brinda la existencia.

Pero la tierra también reclama cosas, un equilibrio mínimo. Acá, en la Liberación, los animales van volviendo, el agua se va limpiando, los alimentos cogen fuerza que luego nos brindan. Cuando uno lo mira desde el corazón, se siente.

Éste es un proceso de lucha y resistencia, se sostiene de la sabiduría de las plantas medicinales, las palabras de las mayoras y mayores, y la orientación de los espíritus.

Son los que enseñan que uno va caminando bien, muestran que la tierra y la comida son parte de la vida. Uno piensa en los hijos, en lo que les va a dejar. Proceso de Liberación de la Madre Tierra, “Luchar con Uma Kiwe. Cómo nos orienta la Madre Tierra”, Ojarasca 290, junio de 2021

Constelación es una semillería agroecológica que trabaja de forma colaborativa, abierta al diálogo con todos los actores de la cadena productiva brindados al servicio de la agricultura. Juntos integramos una Red de Multiplicadores de Semillas de pequeños productores, ubicados en diferentes provincias del país, quienes producen las semillas en forma cuidada y coordinada, y Constelación se encarga que estas semillas lleguen a ti, de agricultor a agricultor o huertero familiar.

Somos un emprendimiento social con sede en el pueblo de Merlo, San Luis. El proyecto lo incuba la Asociación para la Agricultura Biológico-dinámica de Argentina (AABDA). Nos fortalecemos gracias a un convenio con INTA y la cooperación con aliados como Bioleft. A nivel internacional trabajamos con Kultursaat (Alemania), Bingenheimer (Alemania), y Sativa (Suiza), organizaciones que avanzan la semilla biodinámica en Europa.

La urgencia y necesidad de este proyecto se basa en la falta total de una respuesta a la demanda de semillas agroecológicas, primer eslabón de la cadena productiva. La agricultura biodinámica promueve el rescate, uso y también innovación de variedades de polinización abierta (reproducibles), no sólo por una cuestión ética de que las variedades deben ser reproducibles, sino también por una convicción de que estas variedades brindan una mejor calidad de cultivo y alimento para el ser humano. Alex Edleson, “Constelación: Semillería Colaborativa Agroecológica”, en Experiencias de rescate y multiplicación de semillas nativas y criollas en el Cono Sur, Acción por la Biodiversidad, 2020.

La niñez aprende los saberes del maíz desde pequeña, desde los cinco años les van encaminando, pero además la madre les habla, les canta lo que vale el maíz, lo que significa ser campesino, lo que significa producir su propio alimento y, sobre todo, alimentos saludables. El futuro de las comunidades depende de la capacidad de autosuficiencia alimentaria de cada familia.

Oaxaca no se podría autogobernar si no fuera por la producción de la milpa. Existen 570 municipios en Oaxaca y 13 mil comunidades, pequeños asentamientos a lo largo de toda la sierra, en la Mixteca, en la Sierra Norte, en la Costa, en el Valle, en la Mazateca, son ocho regiones y son miles de comunidades y miles y miles de sembradores de maíz desconocidos.

Cuando llega el mes de mayo, empieza a invadirnos la inquietud por conservar la milpa, empiezan los relampagueos, y a pesar de la sequía terrible que hay, los campesinos están pensando en sembrar. En cada hogar hay un banco de semillas de diferentes variedades. En la parcela que yo tengo se produce maíz, la semilla de calabaza, el chile y el maguey. Son muchos los cultivos que pueden atenderse en una milpa y éstos tienen su ciclo. Para poder producir tal variedad de productos se prepara la parcela en septiembre, se aprovecha la semana o el periodo de mucha lluvia. Antes se rozan, se limpian parcelas que han descansado cinco, diez, quince, o veinte años. Entonces se cierra la humedad con el primer cultivo y en diciembre se le mete otro cultivo, se le mete el arado y a finales de diciembre se le mete el tercer cultivo para poder sembrar el chile y la calabaza porque son semillas muy delicadas que crecen a base de pura humedad. En marzo esa milpa ya está produciendo calabacitas tiernas, guía de calabaza y en abril ya produce el chile tierno.

Hay un gran conocimiento de cómo se mueve la naturaleza para poder hacer que florezcan todos estos cultivos. En los primeros aguaceros es cuando se siembran las variedades de maíz. Podemos sembrar, en una sola parcela, dos variedades o tres variedades, o una sola variedad. Joel Aquino, Xua Ihak yelnban kello: Nuestra vida descansa en el maíz,  Cuadernos del Ceccam, 2021

Una agroecología de base campesina debe construirse a partir de la lucha por el territorio en manos de los pueblos, con circuitos de comercialización locales y de intercambio justo, donde las relaciones no prioricen el negocio, sino la solidaridad, la defensa de los bienes comunes, la biodiversidad y la construcción de relaciones más justas y espacios libres de violencias.

¿Por qué decimos que el concepto de agroecología está en disputa? Porque, desde hace algunos años, las corporaciones y los Estados se están apropiando de la palabra agroecología, otorgándole un sentido muy distinto. Plantean, sí, la eliminación del uso de agrotóxicos en la producción; pero no cuestionan el resto de sus prácticas que son igual de dañinas, como el uso de maquinaria pesada, la concentración de la tierra, el control corporativo de las semillas, las plantaciones de monocultivos o las relaciones desiguales con las trabajadoras y los trabajadores rurales. Se pretende quitar a la agroecología sus múltiples dimensiones, y reducirla a una técnica uniforme y estandarizada que no cambie la esencia del modelo agrícola dominante.

Foto de Marío Olarte.

[...] Para que exista un verdadero acceso a la tierra —condición necesaria para la producción agroecológica y para la construcción de soberanía alimentaria— es necesario iniciar un proceso de reforma agraria integral, entendida en el sentido amplio en que lo plantea La Vía Campesina: dando cuenta de las relaciones que se dan en el territorio para acceder a condiciones de vida digna en el campo. En este sentido, la reforma que se propone, debe tener en cuenta las necesidades de los pueblos, sus formas culturales y su organización.

[...] tenemos que defender a la agroecología de base campesina, aquella que retoma la agricultura que practican los pueblos desde hace miles de años, ligarla a la lucha de quienes producen alimentos en nuestro país, con el objetivo de seguir pensando en la recuperación de saberes, en la vuelta al campo, en la comercialización a través de mercados locales, en las juventudes. ¡No puede haber agroecología si no hay vida digna, y sin territorio en manos de los pueblos! Acción por la Biodiversidad, Agroecología para la soberania alimentaria, 10 de agosto, 2020.

Es urgente producir nuestros propios alimentos, sea en el campo o en la ciudad. Si no hoy, muy pronto

Somos la gente de la ciudad quienes nos hallamos en manos de agroindustrias y supermercados que nos arrastrarán en su suicidio planetario. Ya es hora de tomar en serio y poner en práctica las propuestas de las comunidades campesinas. Antes fue utopía, que mucha gente calificó de trasnochada. Hoy no hay escapatoria.

¿De qué nos sirven silos atiborrados de cereales transgénicos, plagados de agroquímicos y controlados por especuladores? Tenemos que impulsar otros alimentos, unos que la gente cuide, cultive, trabaje, gestione y valore en sus propios espacios, y no los alimentos que producen en gran escala las grandes empresas ligadas a redes de todo tipo de manipulaciones que les agregan nocividad biológica y social con tal de lucrar.

Hoy, la personas y comunidades que guardan sus semillas y las intercambia libremente son símbolo de una resistencia planetaria contra los sistemas de control. Son también, justamente, quienes menos han sentido el embate de la crisis. El intento de erradicar las semillas que durante 10 mil años nos han dado de comer (y su cuerpo de saberes agrícolas) parece extraída de una ciencia-ficción más atroz que Farenheit 451 que describía un mundo donde se prohibían los libros y la lectura. La tesis de GRAIN es que: “si la agricultura campesina fuera ineficaz, o marginal, no habría tanto empeño en erradicarla”. En el larguísimo plazo es tan notable su potencial de autonomía, horizonte y cuestionamiento que sembrar hoy es un acto de resistencia activa. Colectivo por la Autonomía, GRAIN, Casifop. El maíz no es una cosa, Editorial Itaca, 2012

En la sección femenil del Centro Integral de Justicia Regional (Ceinjure) de Ciudad Guzmán, el cultivo de hortalizas, especias, hierbas aromáticas y plantas de ornato con propósitos terapéuticos y para el consumo de la población es una realidad con el huerto ecológico inaugurado con el proyecto que lidera la profesora e investigadora del CUSur, la doctora Norma Helen Juárez. En ese espacio producen lechuga, col, cilantro, nopal, zanahoria, fresa, pimientos, acelgas, pepino, entre otras hortalizas.

El director general de los Centros de Readaptación Social, maestro José Antonio Pérez Juárez, destacó que la puesta en operación de este huerto orgánico es un ejemplo de terapia ocupacional que puede transitar hacia una terapia productiva, para que de esa forma las internas apoyen en el sostén de sus familias, con un salario digno y respeto a los derechos laborales, “derechos que no se pierden por el hecho de estar en un proceso penal o cumplimiento de una sentencia”. Lenin Aceves, “Huerto orgánico en sección femenil de Ceinjure-Ciudad Guzmán”, Comparte, año 13, núm. 149

El proyecto pretende generar un ambiente de paz entre las internas, fomentar actividades recreativas y apoyar a las reclusas a llevar una mejor alimentación durante el tiempo que deban estar en el Ceinjure. “Había sobrepeso, además de otras enfermedades, y eso nos motivó más y gracias a ello tenemos también un programa de nutrición en conjunto con el huerto para apoyar a las internas. Queremos que exploten sus capacidades y que en un futuro ellas se hagan cargo de su huerto”, explicó Helen. Son unas 18 internas las que participan en el proyecto. Tanto para los organizadores como para ellas lo más importante es llevar un proceso en el que se logre una reinserción social efectiva. Diana Borbón, “Inauguran huerto en Ceinjure-Ciudad Guzmán, Letrafria, 30 de enero, 2020, https://letrafria.com/inauguran-huerto-en-ceinjure-de-ciudad-guzman

Desarrollamos un trabajo exhaustivo con énfasis en despertar conciencia permanente para cultivar de un modo agroecológico, dentro de las parcelas de realización de los semilleros, explicando la necesidad del manejo de zonas donde haya reserva forestal. Es vital la conservación ecológica. Esto es de gran importancia para el futuro puesto que allí se van a poder aislar las semillas de la contaminación transgénica y química del campo.

Realizamos salidas de prospección al campo para establecer momentos de floración y así prever el tiempo de recolección de semillas de plantas nativas de la región. Mapeamos la distribución de semillas en las distintas veredas, para constituir una red que siga interviniendo en las comunidades con capacidad para el manejo y las evaluaciones.

Es necesario que las comunidades nativas y campesinas comprendan los tipos de mercados comunitarios que se deben tejer en la red; es algo muy diferente a la apropiación privada del bien común. En el sistema capitalista que hemos vivido se desconoce que existen los bienes comunes y las propiedades colectivas de los recursos naturales, como: el agua, el suelo, el aire y las semillas nativas.

[...] Es necesario comprender que la alimentación y nutrición es apropiada con el medio. La recuperación de nuestra dieta original nos conecta con la recuperación de nuestra identidad y con el trabajo político de saber qué comemos y a quién beneficiamos con ello. Aquí entra la cadena alimentaria y arranca en la semilla, que es el símbolo más poderoso de la vida. Esas semillas legadas por la madre tierra, son transformadas en alimentos por indígenas y campesinos en un proceso común que lleva más de diez mil años. Saber para quién sembramos, es trascendental pues de aquí nace una alianza para la apropiación colectiva de la cadena alimentaria. Lilliam Eugenia Gómez Álvarez/ Alejandro Henao Salazar, “Anotaciones sobre la experiencia de bancos de semillas en Antioquia”, Colombia, febrero de 2014

En estos últimos años hemos ido conociendo muchas cosas en nuestros territorios y también valorando mucho más todo lo que tenemos, hemos peleado fuertemente por la tierra, porque no nos sigan despojando de nuestros lugares de vida; después por nuestros montes, por el agua. En estos últimos años también hemos empezado a ponerle voz a la lucha por nuestras semillas nativas; porque son el sentido de la permanencia. Necesitamos cuidarlas y reproducirlas para que muchas más familias campesinas puedan seguir cultivando, puedan seguir viviendo, alimentando a sus hijos y a los nuestros, con alimentos sanos que nos permitan vivir. A mí siempre me da toda una sensación ver cómo nuestras mujeres, nuestras madres, nuestras abuelas, han cuidado fuertemente a las semillas. Es un legado que nos dejan y que nosotros tenemos que conservar y transmitir a nuestros hijos. Veo a mi madre cómo las recoge, cómo las guarda, cómo sabe en qué tiempo y momento hay que sembrarlas, y la verdad que me parece un saber tan importante para transmitir que ojalá nosotros podamos seguir sosteniéndolo en el tiempo”. Marcela Blanco, de Mesas Zonal y Regional de Tierra, “Semilla maíz morado”, en Experiencias de rescate y multiplicación de semillas nativas y criollas en el Cono Sur, Acción por la Biodiversidad, 2020.

En todo el mundo sin duda, pero en América Latina es muy evidente, hay un hermanamiento entre la labor amorosa y detallada de acompañamiento que ejercen con gran alegría, dignidad, entereza, lucidez y cariño mujeres que se hacen cargo de las embarazadas y parturientas hasta que los y las bebés nacen, con el también oficio amoroso de ser guardianas de las semillas, desde que se apartan las semillas que habrán de guardarse, hasta cuando se vuelven a sembrar para el siguiente ciclo. Esos cuidados, que pasan por los rituales de la bendición de las semillas o la presentación del maíz ante las presencias del agua y el monte, terminan siendo semejantes a los cuidados que se tienen con las y los bebés, y con sus mamás durante todo el embarazo y hasta mucho después del alumbramiento, cuando las cuidadoras “de la vida que viene” se vuelven las madrinas que entregan a niños y niñas a que les bauticen y presenten en la comunidad, donde la gente les reverencia por ser las personas de mañana, iguales a las semillas del mañana. Semillas, mamás y bebés gozan de ese amor y esa devoción que estas mujeres le entregan al mundo. Ser madrinas de la vida que viene. Biodiversidad, 2021. 

- Para descargar el artículo en PDF, haga clic en el siguiente enlace:

Fuente: Revista Biodiversidad, sustento y culturas #109

Temas: Agricultura campesina y prácticas tradicionales, Defensa de los derechos de los pueblos y comunidades, Semillas

Comentarios