La libertad de los pueblos para ejercer la crianza mutua con sus semillas

"La complejidad del tramado de las semillas con la gente es entonces algo ontológico, además de un núcleo de saberes y una trama de prácticas, de labores, de miradas de largo plazo, y un sentido vital que otorgan los cultivos que se vuelven fundamentales en el entendimiento de un pueblo con el paso de los siglos".
Es muy extraña la ceguera que nos cae encima como humanidad, en torno a las semillas. Mucha gente las vive como cosas. Incluso como seres vivientes, pero sin las enormes dimensiones que entrañan las semillas en su relación con los colectivos humanos.
La problemática de las semillas pasa desapercibida para la mayoría de la población que no guarda relación con la agricultura o los sistemas alimentarios. Incluso personas o empresas que se dedican a la agricultura comercial pueden no tener en sus consideraciones el complejo tejido de relaciones, de conversaciones entre las plantas y la gente, sus dimensiones de potencialidad y posibilidades, su eterna transformación, que las hace permanecer siglos o milenios y a la vez ser cambiantes por su relación con quienes las prodigan y las protegen. Eso crucial de las semillas y su profunda relación con los colectivos campesinos, sean indígenas, afrodescendientes, mestizos o criollos le da al asunto semillas una vastedad y una profundidad que no se agota en el compra o vende, planta/siembra, recupera y produce para volver a plantar. Ésa es la dimensión más básica de la relación visible entre semillas y poblaciones humanas. Pero hay muchas dimensiones y sutilezas que se escapan a la idea que de la agricultura se tiene en el mundo moderno y consumista.
Uno muy crucial es reconocer el papel preponderante de las mujeres en esas comunidades y su crianza mutua con las semillas, los territorios, los saberes y la soberanía alimentaria como fundamento de la vida. Y el paralelismo que a veces tiene el cuidado de las infancias, sobre toda antes de nacer, en todo el proceso de embarazo, el parto y luego la lactancia y la perinatología, y que hace que las conozcan como “cuidadoras de la vida que viene”.
La complejidad del tramado de las semillas con la gente es entonces algo ontológico, además de un núcleo de saberes y una trama de prácticas, de labores, de miradas de largo plazo, y un sentido vital que otorgan los cultivos que se vuelven fundamentales en el entendimiento de un pueblo con el paso de los siglos. Por eso con gran tino, Gianni Tognoni, del Tribunal Permanente de los Pueblos, les nombra “los pueblos de las semillas”, porque su vida desde el fondo de la historia se encauzó a cuidarlas y dejarse cuidar por ellas, y al hacerlo han sido un conducto arborescente de las potencialidades de la diversificación interminable, imparable que es la vida plena, la biodiversidad en toda su expansión.
Desde 2021, diversas organizaciones de la sociedad civil urbana y rural del mundo comenzamos la Campaña Stop UPOV con un llamado muy claro: frenar a UPOV: la Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales.
La UPOV fue iniciada en 1961 por unos cuantos países europeos para permitir que se les concedieran derechos de propiedad intelectual, derechos de “obtentores de variedades”, a personas que se arrogaban estos derechos por haber intervenido de algún modo una “variedad”. Al imponerle derechos de propiedad intelectual, se establecía una suerte de monopolio sobre las semillas, paralela a las patentes. UPOV ha continuado su cruzada en pos del acaparamiento y la apropiación de “variedades” y uno de sus instrumentos más expresos ha sido recurrir a los tratados de comercio exigiendo a los países que adopten o imiten las normas de la UPOV. Es decir, UPOV es un régimen de normas, leyes y regulaciones que van instaurando los términos del Convenio UPOV. Su versión 1991, la más reciente, es también la más restrictiva al punto de criminalizar la siembra de alguna variedad que esté calificada de “protegida”.
La paradoja es que durante los primeros sesenta años del siglo XX, los acuerdos comerciales en torno a las semillas u otros materiales de propagación no requirieron de derechos de propiedad intelectual para funcionar. Pero la pujanza de las empresas y su colusión creciente con los gobiernos les hizo ambicionar más e instauran todo este tinglado de obstrucciones a lo que fue siempre algo natural.
En su campaña original, Stop UPOV declaró en su convocatoria: “Tras décadas de resistencia en diferentes partes del mundo, queremos proponer una semana de acción global contra UPOV comenzando el 2 de diciembre de 2021 cuando UPOV cumple 60 años, e incluyendo el 3 de diciembre, que es el día de lucha contra los agrotóxicos. El objetivo es llamar la atención sobre el papel que desempeña la UPOV en la privatización de las semillas y la amenaza que representa para la soberanía alimentaria, haciendo un llamado para exigir su desmantelamiento. Esto hará posible que los grupos aumenten su resistencia ante leyes de semillas nacionales o regionales, destacar los ejemplos de legislación de semillas a favor de los campesinos, sea cual sea la forma que adopten, y denunciar el papel de los acuerdos de libre comercio en su presión en pos de leyes de privatización de semillas en todo el planeta”.
La Campaña lleva cuatro años y lo que ha ido ocurriendo es un entendimiento mayor de lo que significa no sólo la privatización de las semillas sino lo que es la restricción creciente a la relación de los pueblos con sus semillas y todas las dimensiones que ya hemos nombrado, incluido su paralelismo con los procesos de la transformación continua del lenguaje.
Comenzamos a visibilizar qué ámbitos y bienes comunes, tejidos de muchos siglos de cuidados, están amenazados por los ataques que entrañan las privatizaciones: certificaciones, registros, patentes, derechos de obtentor, normas de inocuidad, leyes de comercialización, OGM, ediciones génicas y digitalización que busca sustituir la vida.
Esta claridad, mirar todas las maneras de restringir, coartar, frenar, invalidar, erosionar lo que son las semillas, nos arroja el horizonte de que la guerra contra la subsistencia, contra lo que hoy es la soberanía alimentaria, es real y atenta directamente contra la autonomía y libre determinación, caminos que reivindicamos plenamente, desde la soberanía alimentaria hasta la amplitud epistemológica y política de la autonomía de los pueblos.
El acompañamiento de la Campaña ha potenciado diferentes expresiones de lucha que tienen los grupos, las comunidades y organizaciones de todo el mundo en defensa de su propia visión y propias formas de protección comunitaria, colectiva y no privatizadora de las semillas, iniciativas autogestionarias de cultivo rural y urbano, promotoras de soberanía alimentaria en todos los ámbitos de la existencia.
Pese a la violencia estructural, los sistemas campesinos continúan ofreciendo lo que las cadenas industriales no pueden ofrecer: flexibilidad y diversidad. Sus prácticas situadas conservan los bosques, los suelos y el agua además de promover la infinita variedad de las semillas que permiten una agricultura campesina plena, cuya soberanía semillera nos defiende contra la incertidumbre y volatilidad de los climas, los estallidos de crisis epidémicas que la agroindustria, en cambio, magnifica por su vulnerabilidad.
Hay entonces una urgencia extrema en defender nuestra libertad de criarnos mutuamente con nuestros cultivos. Esta urgencia crece conforme la violencia se vuelve la moneda de cambio en tantas regiones del planeta.
Que el Tribunal Permanente de los Pueblos nos acompañe en la urgencia de defender la libertad de los pueblos en relación con sus semillas campesinas, indígenas, es crucial para visibilizar esta lucha y continuarla reflejados en un espejo fiel. Constatar que los poderes quieren erradicar esta crianza mutua entre pueblos y semillas nos resalta la violencia sistémica, que organiza a corporaciones, gobiernos e incluso organismos internacionales para el acaparamiento y la restricción que busca cercenar nuestra crianza mutua y deshabilitarnos, expulsarnos de nuestros territorios y destruir ámbitos sagrados y plenos que nos han mantenido vivos desde tiempos inmemoriales.
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