Rosario, capital de la Ciencia Digna

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Rol de las ciencias ante la crisis civilizatoria. Foto: Pedro Rinaldi

Academia y territorios, salud y ambiente, denuncia y propuesta. Tres días de debates, construcciones colectivas y resistencias frente a las injusticias. El VIII Congreso de Salud Socioambiental ratificó la vigencia de un espacio de referencia latinoamericano para la ciencia crítica, donde confluyen investigadores, organizaciones sociales y asambleas ambientales.

Tres días de ciencia crítica, diálogos del presente, construcción de futuros dignos, denuncia al extractivismo, debates políticos, cultura comunitaria, autogestión y fraternidad: características de un espacio con pocos antecedentes en Latinoamérica. Un congreso científico atípico, donde confluyen académicos, organizaciones sociales, pueblos fumigados, médicos, estudiantes, asambleístas ambientales y personas de a pie. En un contexto de crisis económica y ataque a la universidad pública, la realización del VIII Congreso de Salud Socioambiental es un triunfo en sí mismo. Una muestra de que la ciencia al servicio del pueblo es posible, y ya sucede.

Voces

Mientras el gobierno de Javier Milei avanza en Argentina con el desguace del Conicet (el mayor ámbito académico) y el desfinanciamiento inédito de las universidades públicas , cuando los casos "exitosos" de ciencia se vinculan a la destrucción de los territorios (con trigo transgénico, explotación de litio , energía nuclear y fracking), el Instituto de Salud Socioambiental (Inssa) de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) optó hace años por el camino difícil: lejos de las corporaciones y del alineamiento acrítico a partidos políticos, cerca de las comunidades en lucha y la autonomía para hacer y decir.

Tres frases fueron guías de este Congreso : "El rol de las ciencias ante la crisis civilizatoria", "Un compromiso con la salud de la Madre Tierra" y "no puede haber cuerpos sanos en territorios enfermos". Se sucedieron mesas de debate, discursos, pensamientos críticos, reflexiones agudas y aportes diversos para construir alternativas pese a la adversidad.

"Las semillas no son una 'cosa', son un entramado de relaciones que está ahí, encarnado, encapsulado y listo para volver a florecer. Son la vida misma", resume el mexicano Ramón Vera Herrera, investigador, editor y activista en defensa de las semillas campesinas.

Fernando Frank, agrónomo, investigador autodidacta y puntano por adopción, señaló: "La vida microbiana es el origen y sostén de los que llamamos vida. Las agriculturas también se basan en microorganismos. En manos campesinas, es central para lograr la soberanía alimentaria y la autonomía. Como las semillas, los microorganismos representan la memoria viva, un aspecto a proteger y desarrollar en forma colectiva como práctica de soberanía popular".

Lis García, de la organización paraguaya Base-IS, hizo una llamado a rechazar el trigo transgénico: "Es una imposición de las empresas. Ni los productores ni los consumidores necesitamos un trigo modificado genéticamente, que además viene con el agrotóxico glufosinato de amonio, mucho más tóxico que el glifosato".

Rafael Lajmanovich, de la Universidad Nacional del Litoral y del Conicet, presentó su último trabajo sobre glifosato en sedimentos de arroyos en la cuenca del río Paraná. Afirmó que determinó "el récord sudamericano" de agrotóxicos y mostró en pantalla gigante los resultados de su paper. Hizo recordar al trabajo pionero de Damián Marino , que en 2016 confirmó que el río Paraná tenía concentraciones de agrotóxicos más altas. Por su parte, Matías Blaustein, doctor en biología e investigador del Conicet, abordó la situación del cáncer, la diversidad y el buen vivir. Hizo un llamado a dejar la competencia y duplicar la cooperación. Resaltó que las células de los cuerpos actúan en cooperación, y cuando eso no sucede y se impone la competencia: sobreviene la enfermedad. Mostró un modelo estadístico que da cuenta de esa relación. E hizo el paralelo con la sociedad actual. "El cáncer es como un capitalismo celular. Y el capitalismo como un cáncer socioambiental".

Jaime García, ingeniero agrónomo e investigador de Costa Rica, disertó sobre la "agroecología como guardiana de la biodiversidad". Alertó sobre la desaparición, cada día, de especies animales y vegetales. Precisó que el 75 por ciento de la biodiversidad del planeta se ha perdido por actividades extractivas como la megaminería y los transgénicos. "Es necesario cambiar de paradigma", llamó. Y afirmó que la agroecología es el camino imprescindible: "Es necesario un futuro en armonía con la vida". Pero también aclaró. "La agroecología no sólo produce alimentos, sino que cuida la vida en su conjunto. Es también una propuesta política, impulsa la soberanía alimentaria, la justicia ecológica y la autonomía de los pueblos".

Ciencia para qué y para quién

Una ciencia al servicio del pueblo y para el bienestar de los territorios, donde las personas son parte. Es una mirada contrahegemónica y, hasta muchas veces, marginal. Sucede que, en general, cuando se habla de ciencia se refiere a la vinculada al sector privado, en búsqueda de rentabilidad, que genere patentes y dinero, que sirva a los laboratorios, a las empresas transgénicas, a las petroleras y, básicamente, para explotar los territorios y generar dólares.

En ese contexto, se valora aún más el Congreso de Salud Socioambiental, que durante tres días movilizó a personas de una decena de provincias y otros tantos países (Ecuador, México, Paraguay, Costa Rica, Brasil, Bolivia, Uruguay, Honduras y España, entre otros). Realizado sin apoyo de empresas ni de gobiernos, contó con el acompañamiento de ONGs y el aporte voluntario de los inscriptos (una cifra mínima que no es excluyente para quien no pueda abonarlo). Donde se abordaron temas tan urgentes como profundos: transgénicos, resistencias, agroecología, manipulación del clima, el rol de la universidad, energía nuclear, transición energética, microbiota, agrotóxicos, la salud y su vínculo con el ambiente, y la crisis climática, entre otros aspectos. Tres días a puro andar (del 10 al 12 de junio), con jornadas que iniciaban a las 9 de la mañana y se extendían hasta las 20. Hubo un total de nueves mesas centrales y una decena de espacios paralelos, como la exhibición de posters científicos y brindis post exposiciones.

Unión de Científicos/as

"Por una ciencia digna, al servicio de la vida y de los pueblos", es el título de la última declaración de la Unión de Científicos/as Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina ( Uccsnal), organización nacido hace diez años en Rosario y que tomó la propuesta de Andrés Carrasco de crear un espacio que reúna a académicos críticos de los distintos países de la región.

En el marco del VIII Congreso se realizó también el encuentro presencial de Uccsnal, donde la científica argentina Eugenia Suárez presentó el cuarto número de la Revista Ciencia Digna y se elaboró una declaración de análisis del presente y futuro de la región. Entre sus párrafos sobresale que en la actualidad se vive “una profunda crisis civilizatoria, una sindemia donde convergen crisis ecológicas, sanitarias, energéticas, climáticas, sociales y epistémicas en un contexto de una desigualdad social y económica sin precedente”. Afirmaron que la ciencia no cumple con ser un espacio autónomo y emancipador, y no está logrando ser neutral ni inocua: “Está subsumida a las lógicas del capital global, y se engrana en la reproducción de un modelo extractivista, patriarcal, racista, colonial y profundamente desigual”.

La propuesta de Uccsnal es un sistema de ciencia y tecnología que teje saberes en colectivo, transdisciplinario y que cuestiona las jerarquías epistémicas. Esto se logrará cuando “se integre activamente a movimientos sociales, comunidades, organizaciones territoriales y actores históricamente excluidos”. Remarcan que no se debe permitir que el mercado imponga qué comer y a qué precio. Reivindican la soberanía alimentaria como una necesidad vital y política que tiene que enfocar en celebrar y fortalecer la organización popular, y la defensa de territorios, biodiversidad, aguas, semillas y vida.

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Fuente: Revista Biodiversidad, sustento y culturas #125

Temas: Ciencia y conocimiento crítico, Salud

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